Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

viernes, 31 de julio de 2015

Sancris. Una joya que enamora

12 horas, 12. Pura mentira. Nadie nos advirtió que había piquetes en la carretera. Apenas eran las 7 cuando llegábamos a Palenque y, calculando 5 horas, a mediodía pregunté.

- Cuánto queda a San Cristóbal?
- Uys, al menos casi 4 horas. Llegaremos sobre las 16.
- Cómo?? Pero si nos dijeron que como tarde a las 12.
- Sí, pero hay cortes y hemos tenido que dar toda la vuelta.

Al final, casi 17 horas de bus. Desesperada de hambre (apenas teníamos unos cacahuetes para picar), aproveché una de las paradas del bus frente a un puente para adquirir un par de "tortas" con las que pasar el rato. Areia no estaba con muchas ganas de comer y, mas bien abducida por la sesión continua de películas (menos mal que al menos nos entretuvieron el viaje), apenas quiso pegar bocado. Ni rastro de fiebre, tan sólo un ligero dolor de cabeza.

Pasadas las 16 horas llegamos a Sancris, habiendo cambiado previamente de bus en Tuxtla, que inicialmente no estaba en ruta.

Al bajar del bus tuve un tremendo flashback que me llevó casi 20 años atrás a mi visita a Antigua Guatemala, una ciudad que me cautivó. Y Sancris tenía las mismas trazas.

Nos indicaron el camino a nuestro alojamiento, que un par de días antes gestioné vía internet con Airbnb, algo baratito y sencillo. Un chico italiano nos recibió en su casa y nos dejó en nuestro estupendo cuarto. Cocina y zonas comunes compartidas, pero apenas las íbamos a usar y nuestro cuarto era perfecto. Marco se despidió de nosotras para volver a trabajar y dejarmos explorar la ciudad a nuestras anchas.

San Cristóbal tiene esa disposición característica en cuadrícula. La vía principal es Insurgentes, pero han creado lo que denominan "andador", que es una pequeña red de calles peatonales, que se llenan de restaurantes, bares, lugares de moda y posiblemente las tiendas en las que se requiere mayor presupuesto.

Pero toda la ciudad es un sueño. Pintada en mil colores, protegida por la UNESCO y libre de horripilancias y neones (pero no de torres eléctricas poco atractivas), cada casa, cada hotel, cada barecito es una joyita y prueba de buen gusto.

La plaza del comercio, el corazón de la ciudad, y la zona de la catedral, se llenan de gente indígena que habitan en la ciudad y sus inmediaciones y que venden cientos de artesanías a los visitantes. Un acoso medio, sin demasiado agobiar, pero no se te ocurra comprar a un niño porque en tres nanosegundos te aparecen otros 20 más ofreciéndote pulseras más baratas, marcapáginas o lo que se les ocurra a precios especiales. Y todos ellos con esas vocecitas de "ay... mami, cómprame a mi", que rompen en alma.

Ambas estábamos fascinadas. Entre los trajes, los colores, los olores, los carritos de comida, los espectáculos callejeros, la música del kiosco (aunque la marimba no es mi favorita, reconozco que llena de vida), las risas, las carreras de los niños, las manzanas asadas, los ciclos de pozol, los hornillos de elotes y esquites, las caras fascinadas de los transeúntes.

Definitivamente, un lugar encantador.

Fuimos a "Los Kaldos" a por un proceso de recuperación lo más inmediato posible. Pasamos el rato jugando con Lua a "ahora me voy a callar y me escondo. Y ahora las espanto". Su mamá, Rubí, intentó ver el mal que aquejaba a Areia, y nos dio un remedio maya, unas gotas para tomar durante una semana (3 por vaso de agua) para eliminar cualquier tipo de parásito por si algo le había sentado mal. También le pegó un achuchón de espalda y le despegó el pellejo de la columna. Areia de seguro empezaba a tener mejor cara.


Los 2000 metros de altitud de San Cristóbal también ayudaban. Incluso tuvimos que sacar los calcetines y la manga larga. Y hasta comprarnos una bufanda. Pero la magia de la ciudad hacía olvidar cualquier dolor o mal. Incluso a última hora de la tarde Areia quiso tomar algo más. No pudimos con la pizza que nos adjudicamos (era realmente densa) pero nos dio energías para subir a nuestro barrio y dar un impulso para preparnos para el día siguiente: un día completo en San Cristóbal. A explorar!!!!

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