Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

lunes, 23 de marzo de 2009

Aterrizaje forzoso en la realidad

Estoy en un estado de flotación del que tengo que bajar ipso facto. Esta mañana, sentada frente al ordenador rodeada de formalidad y civilización no acababa de encontrarme. Pero mañana me toca subirme a un tren, con el lujo que implica hasta ver una película y poder ignorar a la persona que está a tu lado porque no hay contacto físico que valga. Qué distintos son ambos mundos!! Qué pronto volvemos a nuestra cotidianeidad!!!!

Estoy actualizando los relatos. Prometo ponerme a ello, así que no perdáis pista. Lo bueno está aún por llegar.

Gracias a todos los que habéis tenido el detalle, la paciencia, las ganas, la moral y el empuje para seguirnos sin cansaros (y sin llenaros de polvo) por todos esos increíbles rincones y rodeados de esa increíble gente que hemos ido encontrando.

Prometemos más.

sábado, 21 de marzo de 2009

Dakar: final de ruta

Se acabo lo bueno. Como todo buen cuento el final es feliz , entre otras cosas, volvemos a casa sanas y salvas (algo torradas, alguna que otra picadura-pero pocas- rascones debidos a los obstaculos inesperados y algo de pena en el alma) y manyana sobre la hora de la siesta estaremos otra vez de nuevo conectadas con el mundo. No tener siquiera cobertura durante unos dias es una terapia que deberiamos probar todos. Mano de santo!!!!!

Hoy nos hemos sumergido en el caos de la capital. Despues de recuperar horas de suenyo a troche y moche, sin limites de extension (la peque se durmio en plena lectura de capitulo) y pierna suelta, nos hemos ido a desayunar como senyoras al Instituto Frances, centro cultural que recae al lado de nuestro centrico hotel, en pleno cogollo dakariano. Un paseo breve por las calles de la capi me ha hecho de nuevo trasladarme a mi epoca de curranta internacional, en la que a diario me movia entre el caos urbano, colandome en edificios gubernamentales, peleando con la cotidianeidad burocratica y soportando excusas intragables. No he podido evitar esbozar una sonrisa de cierta nostalgia. Me va la mala vida...

Las calles de Dakar son como las de cualquier ciudad africana: un caos total, un inmenso mercado donde todo se vende y todo se negocia. La ausencia de clientes tanto locales como foraneos hace la cosa mas complicada y el acoso puede llegar a ser incluso emocional. Sortear vendedores, pediguenyos, tullidos con los que casi te tropiezas, ninyos con tales caras que optas por no mirarles, ancianos con apenas fuerzas para mendigar, decenas de gente hacinadas sobre cartones en las esquinas, listillos al tanto por si puedes picar... La fauna capitolina te hace estar ojo avizor y no te permite un margen de despiste. Pero tambien tiene su gracia, aunque con todo este panorama no lo parezca. Dakar no es, en cambio, para espiritus debiles y con poco aguante, para los que tienen poco estomago y demasiada piedad. El tiempo o la experiencia me han hecho callo y aun asi hay ciertas cosas que siguen alterando mi estado pero prefiero cargarlas a la espalda y no mirar atras.

Hemos decidido salir del centro, tomando la ruta de la Corniche - un equivalente al paseo maritimo, sin paseo pero con mar- que esta en plena construccion. Algo mas de 3 kms hasta llegar al barrio de Soumboudine, una zona eminentemente pesquera y donde se ubica tambien el barrio de los artesanos. Un buen paseo bajo el potente sol (estupendo para una alergia espontanea en el hueco de mis sandalias) que nos ha abierto el apetito para la comida. Hemos recorrido el mercado de Soumboudine, pero ni rastro de un lugarcito apacible para tomar algo.

Los mercados son la vida de cualquier ciudad. Amasijos informes de puestecitos sin orden y concierto, muestran cualquier tipo de fruta, verdura, carne o pescado a discrecion. En ningun caso superarian un control sanitario de los nuestros pero la vida que rezuman y el color -y olor- que emanan compensa la falta de idioneidad. Y cocinado uno ni lo nota, parece que las moscas que antes paseaban hasta le dan sabor!!!

Finalmente hemos encontrado un rinconcito donde nos hemos zampado una gran hamburguesa y un shawarma de escandalo por apenas 3 euros. Un lujazo. Un chollazo.

Mi promesa del dia era ir a Magic Land, un parque tematico para nanos en la zona de Soumboudine. Veiamos la noria desde el restaurante y cuando hemos visto que empezaba a girar, nos hemos puesto en marcha.

No hace falta que detalle los detalles kitch del parque de marras, puesto que es digno de hacerlo en directo, pero entre el mono con cinturon que bailaba al ritmo del "Boom boom boom, I want to be with you, spend the night together tonight until forever" hasta el semi Zeus que presidia el parque, mezclado con decoracion egipcia y atracciones de Star Wars. Un evento digno de presenciar. Estabamos solas. Las familias senegalesas no salen hasta que el sol no baja y eran cerca de las 16. Areia ha disfrutado a placer de las atracciones con paseos individuales y trato de senyorita. Un privilegio. Ella estaba emocionada, yo feliz.

Justo a tiempo para la llegada de las barcas de pesca en la playa de Soumboudine. Decenas de piraguas llegando a la costa y descargando el pescado, que las senegalesas con su peculiar caracter se ponen a vender. Fresco a mas no poder. La pinta, desde luego, era estupenda. El color, mas que especial. Un ambiente increible donde acudiamos totalmente como espectadoras externas. Un trasiego tremendo y casi frenetico, aunque a ritmo de Senegal.

Para cerrar la tarde hemos rematado en el mercado artesanal, donde la falta de clientes se hace notar. El acoso es mayor con la necesidada pero la practica en evitarlos y salir por pies a la vez que sutilmente les dices que no, esta mas que adquirida.

Nos quedan pocas horas. De hecho debatimos entre cenar o irnos directamente a dormir. A las 4 he quedado ya con un taxista para ir al aeropuerto y a las 6.30 estaremos volando destino a Casablanca. A las 15.30 en casa. No dire que no tengo ganas pero unos dias mas para disfrutar de este pais no nos hubieran ido mal.

Senegal tiene mucho que dar.

viernes, 20 de marzo de 2009

Goré: un oasis a veinte minutos

Huyendo del caos de la capital, hemos desafiado de nuevo el mar y nos hemos escapado a la isla de Goré, paradigma del tiempo del esclavismo.

Como Areia tiene hambre y empieza a protestar, lo relatare en otro momento....

;)

Una habitacion con vistas

Ayer abandonamos nuestro querido Cap Skirring, rincon de paz. Nos despertamos sin prisa pero con la limitacion de un embarque a 60 kms de distancia, lo cual en Africa puede significar desde 90 minutos hasta 8 horas, asi que contando con cierto margen, comenzamos a funcionar a las 9 de la manyana. Habiamos pasado la noche anterior jugando a las cartas hasta altas horas. Areia tenia la fiebre en la sangre y nos tuvo timba tras timba con varias partidas. Mohamed aprendio no solo nuevos juegos (muchos de ellos inventados sobre la marcha y con trampas incluidas) sino los personajes de la Bella y la Bestia (protagonistas de la baraja) Por suerte la globalizacion no lo alcanza todo.

Despues de la cena, saludamos a la comitiva gubernamental, que ya habiamos visto un par de horas antes, una retahila de coches, un sinfin de armas, una ambulancia con el mejor equipamiento, un cortejo digno de un papa y una expectacion reinante en las calles, pudimos saludar- o mas bien intuir- al presidente del gobierno. Senegal esta de elecciones, locales pero son este domingo y el movimiento politico es serio. Nos pusimos bien firmes y hasta nos sacudimos el polvo de los zapatos...

La manyana tenia una tarea clara que a Areia le obsesionaba: volver a ver a los ninyos y poder darles algunas pelotas que desde casa habiamos traido. Mohamed nos estaba esperando, roedeado ya de algunos. Nos fuimos hacia sus casas y en pocos segundos volvia a parecer un arbol de navidad con ninyos colgando. Areia les repartio las pelotas con emocion y ganas: Tubab baloon, tubab baloon!!! gritaban todos los nanos (blanco pelota, vendria a ser una escueta traduccion)

Nos quedamos un buen rato con ellos, mientras tomaban su desayuno con fruicion y rapidez (una especie de masa de maiz que les deja cara, dedos y pelo acartonados) y volvian enseguida a jugar con nosotras. Se hacia la hora de partir y a mi me daba pena dejarlos. Me los hubiera llevado a todos, con sus andrajos, sus mocos, sus pies sucios y su inmensa gracia y ganas de vivir y disfrutar. De algo no carecen y es de libertad para jugar. Aunque ahi se acaban sus dones. Luego lo pagan con otras cosas, pero su inocencia y sus sonrisas no tienen parangon.

Fuimos a tomar un colectivo, nuestros queridos sept place. Mohamed insistio en acompanyarnos, en un intento final de convencernos para quedarnos un tiempo mas en el cabo. LLegamos a Ziguinchor en un tiempo record, poco trafico animal - aunque un perro se salvo por un pelo- y controles comedidos. No eran ni las 13 cuando llegamos a puerto.

EL control de entrada del ferry a Dakar es exhaustivo. EL precedente esta marcado: en el anyo 2002 un ferry naufrago por sobrepeso con mas de 2000 muertos. Obviamente se habian excedido. No cabia un alfiler y lo llenaron hasta los topes. Desde entonces los controles son tales que hasta pesan las maletas particulares.

Con la debida antelacion tomamos nuestra cabina: la suite real, la bautizamos. Una cabina de dos que a ambas nos parecio un autentico lujo. Dos camas individuales; un armario de 4 cuerpos, un bano con ducha para bailar dentro, television, A/C, una ventana con vistas a la puesta de sol y terraza casi exclusiva. Y lo mejor: una salida rapida y un gran acceso al resto del barco. Un chollo visto lo visto.

Antes de partir nos dopamos con anti-mareo (la ultima experiencia de Areia acabo en vomitera) y pasamos 3 horas por el rio Casamance hasta salir a oceano abierto. Atardecia ya. La puesta de sol sobre el Atlantico fue espectacular. Para rematar, cenamos como senyoras y al poco nos fuimos a dormir, agotadas de todas las emociones y deseosas de probar nuestros lujosos lechos.

Aqui llega mi confesion: despues de tanto viaje, tanto mundo y tanto trecho, este trayecto era un reto. Le tengo pavor al barco y un pequenyo trayecto lo sobrellevo pero tenia que hacerlo: pasar la noche en un camarote, dormir mecida por el mar - o aqui por el oceano. He de decir que me preste a acompanyar a Areia en su cama buscando comfort, pero mio no de ella. Necesitaba su cuerpo, su calor, su respiracion para darme calma. Ella cayo pronto pero yo no podia dejar de pensar en las circunstancias. Consegui relajarme despues de un buen rato y opte por irme a mi cama pero de vez en cuando aquel movimiento de casi ingravidad me inquietaba y me dejaba intranquila. Me asomaba a la ventana para ver el oleaje, asegurarme de que no pasaba nada.

AL fin logre dormir y cuando esta manyana sono el despertador estaba hasta relajada. Las ojeras, eso si, me llegaban hasta la rodilla. Si alguien me quiere dar una sorpresa por favor, que no me regale un crucero. Aparte de que nunca les encontre sentido, definitivamente el mar NO es lo mio.

Y asi hemos llegado a Dakar, tierra de caos, polvo y ruido.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El delirio continua

Resumiendo: Esto es el paraiso.



Hoy no solo me he sentido feliz sino plenamente relajada y sin prisa por nada. Hemos amanecido cuando el cuerpo ha dado orden, tomado un buen desayuno y Mohamed nos esperaba para ir a dar un paseo. Nos hemos visto rodeadas por un enjambre de crios estupendos con sonrisas imperterritas que saltaban y gritaban "toubab" (blanco en su wolof). Se nos han anyadido como parte del equipaje y nos han seguido hacia el manglar donde hemos acudido buscando una piragua para dar una vuelta.



En Africa todo va despacio y cuanto menos prisa tengas, mejor salen las cosas, asi que hemos decidido tomarlo con una calma chicha cuando el piraguero nos ha dicho que no podia salir por falta de gasolina. Queria llamar a un colega pero tampoco tenia saldo en el movil, asi que la menda le ha comprado una tarjeta para la burocracia de turno. Piragua habemus, despues de varios intentos pero casi al mediodia nos encontrabamos apanyados.



- Nos llevamos los ninyos

- Tenemos que hablar con sus madres

- Pues vamos, habla con ellas; los llevamos de excursion

Los nanos, entre 2 y 5 anyos se colgaban cuales simios de mi espalda y brazos. todo dulzura; todo amor... Livianos y divinos, guapos, dulces, listos, sucios pero con una limpieza en los ojos que da que pensar, vestidos con trapos pero con una belleza y elegancia dificil de imitar. Me los hubiera llevado todos a casa. Alojada en mi cadera se ha quedado a vivir una peque de apenas 4 anyos. Al final me besaba de forma espontanea, un gesto casi imposible de presenciar, pues no es habitual ver muestras de carinyo. Hemos estado casi dos horas con ellos, hasta que las madres, temerosas de que pasaran el dia con tal atajo de extranyos (llevabamos a Mohamed, que es del barrio y ha tratado de mediar, pero no ha colado) han decidido que preferian tenerlos bajo cubierto. Nos hemos quedado sin la escolta de honor pero hemos pasado la manyana en la mejor companyia.

Todo un honor.

Los hemos dejado sanos y salvos con sus cerdos (aqui hay una gran comunidad cristiana) gallinas, cabras y demas; dos pelotas que casi causan un cisma y mucha pena por no poder llevarnoslos. Ni la promesa de alimentarlos me ha servido para negociar.

Con el sol en alto y calor en la espalda, hemos partido hacia el manglar. El rio Casamance esta rodeado de lenguas, brazos, meandros y recovecos. Cada uno con mas belleza por mostrar.

AL final hemos ido los tres: Areia, Mohamed y yo, con los dos piragueros al mando.

A Mohamed lo adoptamos ayer tarde, cuando sin saberlo nos pusimos a charlar. Nos acompanyo a buscar un restaurante vecino y suculento, y acabamos aceptandolo como parte de la familia. Areia esta encantada. Desde sus casi 2 metros, subida en sus hombros tiene una vision excepcional. Todo un lujo. El tambien es todo dulzura, inocencia (con mesura) y candor. A sus 36 anyazos, tiene dos petardos viviendo en Dakar con su madre pero abandono la ciudad cuando las cosas se empezaron a torcer en el plano laboral y personal. Delineante de profesion, aqui vive en plan comuna, con otros 9 tios mas, con sus apuros y sus vaivenes pero en pleno caos de gozo. Su karma esta tranquilo - en propias palabras- asi que prefiere la calma disfrazada de felicidad.

La excursion nos ha llevado a Elekintine, un pueblecito costero que ha quedado estatico y vive en la quietud mas singular. En un pequenyo rincon del pueblo, cientos de secaderos de pescado se agolpan, con su caracteristico olor. La vida continua lenta y sin tropiezos, marcada por las llamadas al rezo cotidianas, por las llegadas de los barcos de pesca y por los pocos turistas que se dejan caer.

Un garbeo y dos cocacolas mas tarde, hemos partido para Karabane, la isla de "Nunca Jamas", la paz hecha terrunyo y el tiempo congelado. El lugar perfecto para no hacer nada.

Todo lo que hay que hacer.

Hemos ido a un pequenyo lugarcito que hacia las veces de restaurante. La carta estaba clara: Huevos y patatas. NO quedaba mas. Tres tortillas, unas patatas fritas y algo de pan.

El agua se estaba poniendo brava. Estabamos casi a mar abierto y empezaba a refrescar. Hora de abandonar. Juegos de palabras, adivinanzas varias, risas y bromas para regresar.

Estamos limpias, duchadas y con un fantastico moreno "agroman". Nos quedariamos una temporada pero manyana debemos regresar a Ziginchor para tomar el ferry de Dakar.

Quien quiere bajarse del paraiso??? A mi que me dejen dando vueltas, que no me voy a marear!!!!!!!!!

martes, 17 de marzo de 2009

Por fin, la paz

Hemos llegado de nuevo a Senegal. Se nota no solo en los teclados (tienen las letras en otros sitios y me vuelven locqqqqqqqqq!!!!!!!) sino en el aire que se respira.

Estamos en la antesala del paraiso. Nada mas cruzar la frontera la amabilidad -sin segundas- senegalesa se ha dejado traslucir. Despues de mil pasos, aduanas y policias hemos entrado por Selentine y llegado a Ziginchor. Un taxi, un colectivo, un sept place y varias horas mas tarde de huir de Gambia, nos ha recibido Senegal con los brazos abiertos de nuevo. En el sept place he trabado amistad con un tipo que se ha sorprendido de mi facilidad de cambiar de idioma indistintamente en las fronteras. La conversacion ha venido sola y al llegar a la ciudad nos ha escortado en un taxi al puerto, donde tras discutir con la funcionaria local (si no lo era tenia trazas!!!) al final he adquirido billetes para el ferry de vuelta a Dakar: embarcamos el jueves tarde y llegamos el viernes de buena manyana.

Hemos subido de nuevo al taxi escoltados por este buen senyor y andabamos en busca de un banco, que parecian ser algo esquivos. De pronto, nos hemos visto en pleno suburbio de la ciudad.

- Donde vamos?- he querido saber
- A casa de un amigo, que es agente de viajes y te puede aconsejar.

Ante la amabilidad africana, uno se tiene que dejar; no vale decir que tienes prisa y quieres coger el siguiente colectivo. NO es comprensible.

Asi que hemos acabado en casa de un monsieur, tramando nuestros escasos dos dias de estancia con la conclusion de que ya me inventaria yo lo necesario. Convencidos por mi asertividad, nos han acompanyado al banco (esta vez si se dejo), hemos dejado a las ninyas en el cole (4 a la sazon) y finalmente hemos aterrizado en la gare routiere, buscando un colectivo para Cap Skirring.

Puesto que ya una es ducha en las discusiones de billetes y regateos, a veces mi rotundidad es tal que hasta algun lugarenyo se ofrece a pagar la diferencia: entonces se que he tocado fondo. Me niego en redondo y la pago yo. He ganado la partida: pago lo justo.

En general en Senegal la gente es bastante honesta y dado el grado de viajeros independientes que hay (no nos hemos topado con ninguno) imagino que algo nos tendran que cuidar. Somos como "oro en panyo".

No. No nos podemos quejar en absoluto. Hemos llegado a Cap Skirring ya cayendo la tarde (despues de salir entorno a las 11 de Gambia y con unos 150 kms de por medio) y un colega de colectivo tambien nos ha llevado de la manita hasta nuestro hotel, donde Areia moria por darse un chapuzon en la piscina.

Estamos en la Basse Casamance, la zona mas al sur de Senegal, la mas hermosa y la mas conflictiva. Hasta 2004 que se firmo la paz, el movimiento secesionista ha sido constante. Se nota en los controles policiales, cada 4 o 5 kms, lo cual ralentiza mas si cabe los viajes. Militares por todos sitios, police, gendarmerie ... Un sinfin de coloridos y aguerridos senyores del orden para velar por nuestra integridad.

La entrada en Casamance se nota por esa exuberancia vegetal, un verde que inunda todo aquello que toca. El toque magico del gran rio Casamance le da esa identidad tan caracteristica. Incluso la costa de Cap Skirring, donde nos hallamos ahora, esta plagada de verde (las vacas pastaban en la playa, signo inequivoco de lo relatado) y los arboles ... No dejaban ver el bosque!!!!!!!!!

Hemos cenado ya. Nuestro guia improvisado, Mohammed, nos ha llevado hasta un restaurante local donde nos hemos zampado unas gambas como punyos y un pollo para quitar el hipo. Comemos apenas una vez al dia (aparte del obligatorio desayuno) puesto que nuestro horario y agetro asi nos lo permiten. Areia, como buena aventurera, no se queja y se preocupa mas por si la Cola le va a quitar el suenyo. Acto seguido, se duerme en mi regazo para el siguiente trayecto.

Esta hecha una autentica viajera.

No sabemos que haremos manyana. Solo sabemos que aqui se esta muy bien y no tenemos ganas de irnos.

Lo demas, ya lo veremos!!!!!!!

Tocata y fuga

Nuestra salida por patas de tierras gambianas.

Will follow...

Un día muy animal

Nuestras excursiones por tierras gambianas.

En preparación :)

Manual de seduccion gambiano

Conseguido con CCC, fotocopiado a trozos y pasado con cierto desgaste.

No sé si decir que es curioso, gracioso, genial o, simplemente, cansino y tedioso, pero los gambianos de la costa del Atlántico ligan con plantilla o, al menos, el guión es exactamente el mismo viene a ser así:

- Hola guapa, ¿qué tal? Bonita sonrisa (da igual si tú estás extasiada con la boca cerrada mirando al mar)
- Bien, gracias.
- ¿De qué país? ¿Inglaterra, Alemania, Holanda?
- España
- Ah, España. “Hola, ¿qué tal, todo bien?” (en original español)
- Todo bien
- ¿Madrid, Barcelona?
- Valencia
- Ahhhh (nunca supe cómo interpretar esto)
- ¿Es tu hija?
- Sí
- ¿Es niño o niña? (sin comentarios)
- Ejem...
- ¿Primera vez en Gambia?
- Sí (y si seguimos así, me lo pensaré antes de volver)
- ¿Cuántas semanas? (¿soy la única idiota que tiene 22 días al año?)
- 2 días
- ¿Y tu marido?
- En casa
- ¿Tienes un amigo aquí?
- Tengo un montón
- Sí, pero un amigo “especial”, un amigo negro.
- De eso también.
- Ohhh, ¡qué pena! Pero te doy mi dirección, mi teléfono, y que sepas que estoy aquí, ven a verme cuando vuelvas, avísame y estamos en contacto. Quiero ser TU amigo de verdad.
- Tomo nota.


Como es de imaginar, un "dejà vu" cada 100 metros que puede llegar a ser agotador y ciertamente exasperante. Es un business, está claro, pero para mi fue un pequeño roce de la deseperación.

The Gambian Experience

Dos dias en tierras gambianas. Enough!

Una historia larga de contar que tratare de relatar con algo mas de tiempo. The Smiling Coast ... pero con matices!!!

La mañana del domingo amanecimos con el ruido del trasiego de toda la familia de Sira. No sabría decir cuántas personas finalmente pudieron dormir allí. Salían de cualquier sitio y se agazapaban en colchones por doquier. Desayunamos el inseparable pan con mantequilla, cafe y leche de polvitos (los de verdad son un lujo caro de encontrar) y Sira nos espetó para mover un poco más rápido el trasero y acudir a la estación. Nos despedimos con todas las gracias posibles del mundo por el trato recibido y salimos a la carretera principal a tomar un taxi común para acercarnos a la Gare que va hacia el sur.

El coche estaba repleto pero nos acomodamos junto al copiloto las dos con todas las mochilas. Tres más bultos junto al conductor. Todavía no sé cómo encontraba el cambio de marchas. Pero llegamos.

Una vez en el mercado, pregunté por la estación. Un tipo que no hablaba ni papa de francés me hizo el gesto de seguirle. Nos acompañó hasta el lugar, nos escoltó y guió, y encontramos un sept place para acudir a la frontera con Gambia, Karang. Esta vez tuvimos suerte, gozamos de la segunda fila y compartimos con una viejita enjuta que nos permitió tener espacio de sobra para las tres mientras en la tercera fila sudaban la gota gorda tres pesos pesados con corpulencia vital.

El trayecto fue relativamente breve y, a pesar del estado inicial totalmente ruinoso de la carretera, llegó un momento que se convirtió en una ruta hasta placentera y sin cráteres que sortear. Un lujazo que nos aposentó en la frontera en menos de dos horas. Era exactamente medio día cuando entraba en la garita de policía gambiana. En menos de 2 minutos pasamos del francés al inglés, del relajo senegalés al cinismo gambiano. El policía nos inquirió con una sonrisa en el rostro y nos preguntó todo tipo de detalles no burocráticos.

Sellos en mano, cambio de moneda hecho al asalto y recogida la información para continuar destino, tomamos otro colectivo que nos llevaría hasta Barra. Coincidimos de nuevo con nuestra señora flaquita, con quien fue un placer poder volver a compartir asiento y hueco.

La llegada a Barra nos sumió en un caos. Todo parecía incomprensible. Hileras de gente, hordas de personal de un lado a otro, caos de bultos, niños, colores y sonidos. Pregunté por los tickets para el barco. "That way" me soltaron por ahí. La lucha por meter la mano en la ventanilla y obtener un billete era denodada y nada formal. Al final tuve que imponerme, mirar al señorito expendedor, alzarle la voz y pedirle uno para mi. La zona de espera era un mosaico de personajes, una amplia paleta de color reflejando la variedad gambiana. Vendedoras de cacahuetes por doquier (el producto gambiano por excelencia con el que los ingleses quisieron hacer el "agosto" en época colonial), botes de bebidas donde apenas se podia leer el contenido comidos por el sol, niños berreando, madres calmando, inquietud e impaciencia, algo poco propio de la África que suele ser habitual.

Pasaron más de 30 minutos, en los cuales adquirimos- como no- una paquete de "cacaos" para ir subsistiendo. De pronto, un movimiento creciente se podía palpar. Parecía que iban a abrir la reja de acceso. Parecía un grupo de presos ansiosos de encontrar la libertad. Acostumbrada a la parsimonia no pude evitar sorprenderme ante la inquietud reinante.

De pronto, la reja se abrió. Los hombres, con su mayor ligereza por no llevar niños ni bultos adheridos, salieron corriendo a toda velocidad. Falto (igual lo dijeron en gambiano) alguien que soltase "tonto el último" porque la estampida fue brutal.

Mi única obsesión era poder subir a la cubierta, quedarnos lo más altas posibles para no vernos encerradas en ningún lugar donde el aire no nos pudiera dar (mi claustrofobia marítima). Conseguimos trepar las escaleras para darnos cuenta de que estábamos totalmente rodeadas de sexo masculino. Ni una mujer a la vista. No es de extrañar, con el lastre que llevan cualquiera se pone a escalar!!!!

La travesía fue de algo más de 45 minutos. Me pareció oír un idioma familiar y acabamos charlando con dos canarios que tenían un proyecto en Gambia para nanos de tipo educativo con un grupo de las islas. Areia se quejaba de dolor de barriga, de mareo y malestar. Acabó dejando un recuerdo hermoso y único en el suelo del barco, incapaz de aguantar el movimiento del ferry que, aunque en agua calma por el río Gambia, no dejaba de afectar.

Bajamos con otro ritmo diferente y buscamos un taxi que nos acercara hacia Serekunda, a algún rincón donde pasar un par de días con arena, agua y sol. Le pedí que nos acercara a una zona de hoteles para luego poder elegir, previo paso por el banco para avituallarnos.

No sé por qué ecuación, pero acabamos en la entrada de un hotel que se me antojó casposo y poco acogedor y optamos por dejar el vehículo y realizar una pequeña exploración andando. Eran las 15 horas. Hacía calor.

Finalmente recabamos - eso sí, escoltadas ya- en el Palm Beach, un hotel decente para grupos organizados, con una gran piscina, instalaciones dignas y actividades diarias que se nutre de charters británicos llevados por Tui, fletados por Monarch y guiados por pura necesidad de sol. Parejas, jubilados, grupitos de mujeres con un terrible deje a "slang" procedentes en su mayoría de Manchester.

Areia se emocionó con la visión de la piscina. No quería más. Esperamos a que llegara el jefe para negociar un precio. Lo dejamos en tarifa "single", con desayuno y todo lo demás. No sé tomo ni el nombre ni los datos pero me dio la llave y nos fuimos a bañar.

El sol ya no pegaba fuerte y Areia se extasió tanto en la pileta que salió arrugada y casi a la fuerza para poder irnos ver el sol bajar a la playa. Sólo cuando vio la gran cantidad de arena blanca se convenció para salir del cemento y arrastrar la toalla. Entre tanto, el encargado de la jardinería ya me había tirado los tejos "gambian style" y me bajó un coco de los que estaba podando para disminuir la peligrosidad en nuestra puerta. Me lo bebí estupendamente a su salud y quedé en que "ya nos veríamos". Todavía no era consciente de la insistencia viril en este país.

Una vez en la playa nos volvieron a "ataque frontal" y acabamos en un chiringuito playero tomando un "chicken yassa" y unos "macaronni cheese" (debo decir que la habilidad de Areia en este viaje era acabar comiéndose mi plato y yo el suyo, la pendona siempre decidía que lo mío estaba mejor, así que la que se zampó los macarrones fui yo y el super pollo especiado acabó en su estómago). Se levantó un aire frío, así que nos metimos en el restaurante y abandonamos la hamaca y nuestra exposición a otros "peligros" medioambientales. Es lo que tiene ser blanca y ser mujer. Especialmente en Gambia.

Lo había leído pero hasta ese momento no fui consciente. El fenómeno del turismo sexual en Gambia es más que un hecho constatable. Pero en este caso las cosas se ven de otra forma. El turista resulta ser "la", mujeres europeas entradas en edad y en carnes (la mayoría pasan de los 50) buscando fornidos veinteañeros que coquetean con ellas y las encandilan con sus palabras, sus sonrisas y ... su virilidad. Un chollo a cambio de protección durante 15 días y la posible promesa de una invitación, de un visado, de un futuro en el mundo "civilizado". Amar como negocio. Nada nuevo. Nada que ocultar.

Paseamos por toda la orilla hasta la punta más meridional, observando la puesta de sol y rechazando frontalmente todas las ofertas (aproximadamente una cada 100 metros). La noche empezó a caer y decidimos acercarnos a un internet café. El del hotel parecía fuera de combate. Preguntamos en la entrada y un amable empleado - Omar - sin prentensiones sexuales (al menos aparentemente) nos acompañó hasta un internet a una considerable distancia del alojamiento, por una oscura carretera sin más señas y se empeñó en esperar a que acabara mis relatos para buscarnos un vehículo de vuelta. Era tarde ya y no había visibilidad ninguna. Las calles, como es de esperar, apenas tienen iluminación y todos los gatos son pardos. Se aseguró de que conserváramos nuestra integridad a costa de llegar tarde a casa. Un tipo sincero en su actitud, con necesidad de apoyo y amistad pero genuinamente amable.

Oímos el sonido del djembe. De varios de ellos. Procedía de la playa. Nos aventuramos a ver y pudimos observar un grupo de danza. Nos sentamos a admitar y las dos estábamos boquiabiertas observando la velocidad a la que se movían aquellos bailarines. Como si alguien hubiera apretado el "fast forward" los movimientos eran incontrolables, apenas se veían brazos y piernas de la fuerza incontrolable. Aplaudimos con ganas y devoción y, de vuelta a la habitación, empezamos a imitarlos.

30 segundos y el resuello ya faltaba. Agotador, divertido y reseñable. Tanto Areia como yo parecíamos dos posesas al ritmo de nuestra propia percusión sobre la colcha de la cama. Exhaustas, acabamos por sucumbir, el movimiento y las risas nos habían agotado.



domingo, 15 de marzo de 2009

Chez Sira

Nuestro primer día en Senegal. Amanecer con olor a salitre, la vista de un aguila merodeando en nuestra alcoba y una playa casi desierta en la agetreada Dakar, con unos cuerpos imposibles, un compendio de manual escolar de fibras y musculos (en su justa medida) practicando "a la Copacabana" sobre un pedazo de arena en contorsiones inusitadas.

Un desayuno frente al mar donde Areia descubrio la mermelada (es lo que tiene no ser nada asidua) y prepararnos para nuestra partida. Negociamos un taxi para la Gare Pompier, de donde partian los taxis (ejem) hacia el sur. De lejos la gare, como cualquier estación africana, parece un desguace inmenso lleno de carroñeros tratando de pillar algo. O mas bien de colocarte desde un par de bananas hasta un pinganillo de movil, pasando por unos calzoncillos largos, una muñeca de plástico, unas gafas de vista o una dentadura postiza. Tus sueños hechos realidad.

Una vez allí, desorientadas por miles de manos y manoseos, montamos en un sept place, un Peugeot tremendamente versátil en el que se agolpan 8 cuerpos de la manera mas agradable posible. 2 delante (un lujo conseguir ser copiloto) ,tres en la segunda fila y tres borregos detras. Esa fue nuestra posición. Insistí en comprar dos asientos, porque querían llenar el anterior con las dos, pero con una sola plaza. Para un viaje de más de 4 horas, prefiero comodidad.

Después de estar sentadas un rato, haciendo amistades con la compañía, salimos de nuevo a ocupar otro coche sin mas explicación. Despues de más de media hora, parecía que por fin partíamos.

A mi lado, una monja congolenya afincada en Gambia.
~ Soy religiosa ~ me dice ella tan cuca con su cofia en la cabeza.
~ No se por que, pero me he percatado...

Charlamos un rato pero me sorprendo cuando de repente, los 120 kilos de mujerona de la segunda me dicen
~ Hablas espanyol?
~Si, soy espanyola, de Valencia.
~ Yo vivo en Sevilla, hace 10 anyos que estoy alli.

Manda narices, me tengo que ir a Senegal para que alguien me diga que vive en la Macarena...

Ya podeis imaginar que el resto del viaje transcurrio entre risas, comentarios, frances, espanyol, wolof y lo que se vino a mano.

Sira~ mi senegalesa y olé~ se ofrecio a darnos cobijo y a mostrarnos tanto su forma de vida como su casa y su familia.

Alla que vamos nosotras!!!!

El viaje se alargo durante mas de 5 horas, a pesar de ser apenas 120 kms. 2 horas para salir del trafico de Dakar, una carretera pesima pero al menos nos dio tiempo a disfrutar de un inmenso bosque de decenas, cientos de baobabs, salpicados de ceibas, mangos, acacias y, como no, pintados con cebues, vacas, cabras, burros, borregos, todos ellos parte de la diversion del camino y de los que dan puntos, como los agujeros (mas bien crateres en toda regla) que sorteamos constatemente. Todo un ejercicio de reflejos. Y el jefe no jugaba con la Nintendo de pequeño...

La llegada a Kaolak en plena tarde (caía el sol a plomo en la hora del sesteo) se sumió en una polvareda constante que parece rodear a la ciudad. Nos pusimos en manos de Sira que, como buena anfitriona, negoció un taxi y nos paseó por las grandes avenidas de la ciudad (dibujada a escuadra y cartabón), mostrándonos las escuelas, edificios públicos y hospitales. Un detalle para casos de necesidad.

Las casas de la ciudad normalmente poseen una sola planta y surgen a los lados de callejones polvorientos sin síntoma de asfalto (que se reserva para las principales). Sira vive en el barrio de Some, a unos 20 minutos del centro a pie. La casa, dos edificios principales formando una "ele", se forma entorno a un patio central, donde hay un pajizo que hace de sombra, un amplio espacio donde bajo la ceiba pasean los animales y una pequeña letrina en una esquina para las urgencias. Perdí la cuenta del número de habitaciones. Tal vez 4 ó 5 puertas en una de las alas, dos en la otra. Una pequeña cocina que apenas era un almacén con cacharros y un baño digno de tal nombre en el ala corta de la morada.

Sira nos ofreció una ducha. Apenas había agua, así que nos ceñimos al cubo y los pozalitos, refrescándonos del viaje y del calor de la tarde. Nos presentó a su madre, postrada sobre la cama recién operada de la cadera, su hermana pequeña, su sobrina, su otra sobrina (una niña de 8 años con parálisis cerebral) y los personajes que iban desfilando por aquel lugar. Acabé perdiendo la cuenta (comprensible, puesto que eran 14 hermanos)

Nos condujeron a nuestros aposentos, una hermosa cama (había dos en la habitación) con sábanas azules, paredes descascarilladas y algunas fotos de la Meca, la nevera de la casa, una mesa y un constante trajín para ir a por agua. Compartimos cuarto con Fatu, la hija de 22, que es costurera y hace boubous (unos discretísimos trajes senegaleses con todo el raso del mundo, volantes, puntillas, mangas de farol y la discreción por montera, siempre, como no, a juego con el tocado y los complementos). Había venido a ver a su madre.

Areia enseguida se puso a jugar con Aeta, una de las niñas de Uma, la otra hermana en España (en Murcia), que llegó algo más tarde y a la que me encantó conocer. Todo un personaje con un español impactante (hasta con acento murciano), un desparpajo tremendo y un volumen superior aún al de su hermana. Una pareja muy muy especial. Uma llegó al entrar la noche, después de 3 días en coche atravesando el estrecho, por la costa de Marruecos, Mauritania y hasta Senegal. Todo un logro (por la vía fácil, nada de dunas y sofisticaciones, claro está) pero algo que parece bastante habitual.

Nos acercamos a un internet café con la idea de comunicarnos socialemente pero, a los 5 minutos de intentar abrir las páginas correspondientes, hubo un corte de luz. Esperamos 20 minutos en la acera, viendo la vida pasar y charlando con los paisanos, pero visto el éxito de nuestra empresa, decidimos regresar. Areia estaba ansiosa por jugar con sus amigos.

Nos esperaba una sorpresa. Teníamos evento social: Un cumpleaños.

A nuestra llegada, Aeta le dio a Areia un sobre de los de "Air Mail" con una chuche alargada. Al parecer, ese era el regalo con el que teníamos que obsequiar al peque homenajeado. Areia lo metió en el sobre y lo dejó junto a una montañita de idénticos presentes en un rinconcito. Más de una veintena de niños bailaban desbocados al ritmo de la música. En la habitación, sillas en los costados, un carrito con una tele y una mesa pequeña tocada con un jarrón de flores de plástico y dos botellas, una de cola y otra de refresco de naranja.

Los nanos estaban intrigados con Areia, se acercaban, la tocaban y saludaban, invitándola a bailar. La timidez le surgió de repente, sintiéndose cohibida y con cierta incomodidad. Me pidió que nos fuéramos. Ante mi negativa, salió a la calle y se fue a casa de Sira de regreso, conmigo detrás.

Superado el trago inicial, le otorgué la función de fotógrafa de la fiesta y pareció encontrar su sitio organizando a los peques y haciéndoles sonreir al unísono (lo cual no era difícil, pues tenían los dientes siempre dispuestos para mostrar). El cumpleañero lucía sus flamantes dos años con unos ojos tan abiertos que parecía no parpadear. Era una troupe fantástica y divertida. Las mamás, entre tanto, nos cuidaban con mimos y sonrisas desmesuradas.

Llegó la hora de soplar. Un platito con un pequeñísimo hojaldre en forma de corazón, un par de galletas y algún pan de gamba decorando alrededor. Dos bujías (velones blancos, de toda la vida) mal clavadas y encendidas y una canción al unísono alrededor. En wolof, francés e inglés. Curioso.

Nos hicimos las fotos oficiales y la mamá salió con pequeñas bolsitas de factura casera que incluían panes de gamba, pipas y algo de maíz. Cada niño recibió una y todos salivaron ante la visión de tales exquisiteces tan poco habituales. Con igual pasión recibieron un vasito de refresco y siguieron bailando al son de la música local.

Areia reparó en la parquedad de las viandas. "¿Qué diferencia más grande con cualquier cumpleaños de España, eh, mamá?". Las obviedades de otro mundo...

Dejamos la fiesta en pleno esplendor para volver a los brazos de Sira y su familia. Para esas horas fue cuando Uma apareció. Charlamos sobre la mala situación económica de ambas en España en estos momentos. Llevan un año ambas con un parón fuerte de trabajo y, de seguir así, se plantean volver a su país y cerrar la aventura europea con pestillo. Pasan el mínimo tiempo fuera, ahorran todo lo que pueden y lo llevan para ayudar a sus familias. Ambas están casadas pero, como dicen, sus maridos no sirven para nada y son totalmente independientes y autosuficientes. Sus hijos permanecen en Senegal, bajo la atenta mirada del resto de la familia.

Sira nos instó para que fuéramos al centro a comprar algo de carne para cenar y nos puso a Fatu como guía y cuidadora. Nos acercamos con un colectivo buscando unos pinchos de cordero y dado que se demoraron bastante en prepararlo, optamos por volver a casa con ellos, compartirlos y tomarlos tranquilamente con la familia al completo. Uma nos comentó que ellos cenaban tan sólo algunos cereales con algo de leche (agua con polvitos, puesto que la leche per se es una rareza), un "porridge" senegalés de dudoso gusto. Al final probaron algo de carne pero el atracón nos lo dimos Areia y yo, con mostaza picante incluida.

Nos quedamos conversando un buen rato, alrededor del lecho maternal, donde las féminas de la familia descansaban cubiertas apenas por un pareo, medio desnudas sin ningún pudor, charlando animadamente, riendo y bromeando, al tiempo que tomaban un zumo de polvitos o apartaban un insecto o algo mayor con toda naturalidad.

Algunos colchones empezaron a surgir como setas, escampados por la zona común, llegando a perder la cuenta de cuántas personas pernoctaban allí esa noche. Areia jugaba con Aeta sin cesar, disfrazándose con pareos, enrollándose en sábanas y dejándose caer sobre la gomaespuma enmedio de risas y jaleo.

Yo me rendí. Las dejé jugando y me despedí de la familia al completo para retirarme bajo la mosquitera a descansar. Al poco rato apareció Areia, dispuesta a acompañarme y tras una historia breve de rigor sobre nuestros personajes temáticos, nos dejamos llevar por el sopor.

Un día completo de emociones, personajes y mucho calor.

Aviso de navegantes

Antes de que acontezca alguna cosa extranya y yo me familiarice con este teclado que me tiene mareada, estamos no solo sanas y salvas, sino estupendamente felices y disfrutandolo. Tan solo podemos anyadir que aqui no es que se caiga internet, es que directamente y sin tapujos, se colapsa la red electrica y se va todo al garete.

Acabamos de cruzar media Gambia (de seguir asi llegamos a Senegal de nuevo) para encontrar un internet. Creo que el taxi de vuelta se impone o Areia protestara, sobre todo porque las calles aqui son un compendio de arena, coches con luces inexistentes, sorpresas a la vuelta de la esquina (es lo que tiene la ceguera temporal) y un sinfin de sorpresas y agujeros en los que no apetece esconderse.

Lo dicho, antes de que el boicot llegue a cualquiera de mis narraciones, decir que estamos bien. MUY BIEN. Con los hombros quemados pero ... felices!!!!!!!!!!!!!!!!

jueves, 12 de marzo de 2009

En mochila cerrada no entran moscas

Finiquitado. Mochila hecha, juegos seleccionados, fotocopias salvaguardadas (confieso que no las hacía desde aquellos viajes iniciáticos pero nunca es tarde para ser algo más cauto), seguros comprobados... Algo falta... algo falta... algo falta. Siempre pesa esa sensación sobre la nuca, por muchos viajes que se haga.

Antaño me hacía listas, me ordenaba algo mi partida. Ahora ya voy con la inercia consabida, con el impulso de la casi-rutina.

Nos quedan menos de 12 horas para cerrar los ojos en el despegue. Guía, novelas, lápices, libretas, cartas. Creo que me agenciaré también los "cuadernos Rubio" por aquello de las obligaciones escolares. Hacer sumas siempre resulta sumamente entretenido.

Areia está enterrando a Terri en el sofá- que ha venido a hacer guardia en casa durante las Fallas- se niega a dormir de la excitación que tiene encima. Mañana caerá redonda sobre mi regazo en pleno vuelo. O eso, o me veo contando cuentos hasta altas horas de la madrugada.

Listas para el despegue!

Os diremos adiós por la ventana...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Con un pie dentro

48 horas. En un par de días estaremos aterrizando en destino.

En principio, Dakar. Después, ya se verá. Si la burocracia lo permite, daremos un pequeño salto (sin demasiado impulso, no vayamos a cruzarla) a Gambia, un apósito en la herida historia del continente.

Sobre la cama yacen pequeños montoncitos de bolsas con ungüentos y sobrecitos varios llenos de química diversa. Un par de camisetas, ropa interior, una linterna, protector solar, documentos varios y mañana nos toca preparar la mochila del entretenimiento, la que Areia tiene que salvaguardar. Algún libro, pocos juegos, Candela, Juanito y kilos de imaginación.

Nos vamos ligeras. Volveremos, sin duda, con mucho más bagaje.

lunes, 9 de marzo de 2009




Toquiteando

Grandiosa ocurrencia!! Un blog!!!! Así evito martirizar a los pobres inocentes con mis interminables mails, saturando de correos su bandeja de entrada y casi obligándolos a realizar la lectura diaria de nuestros andares por tierras lejanas.

No puedo ser tan cruel.

Tiene que haber una opción "B".

B de Blog.

Para los acérrimos, para los curiosos, para los que les gusta vivir aventuras desde un cómodo sofá, para los alérgicos, para los miedosos, para los que todavía no saben que pueden, para todos aquellos que son felices viéndonos disfrutar. Para ti. Para tu peque. Para que le cuentes la historia a la vecina -esa que tiene tanto pánico a todo lo que vuela- y le hagas respingar. Para los que más quiero. Para los que más echamos de menos.

Para que, al fin y al cabo, podamos compartir esos momentos de felicidad.

Me gustaría poder transmitiros todo lo que vivimos, toda la ilusión que acumulamos desde el momento que, normalmente por azar, acabamos comprando un billete a algún destino. Ojalá pueda enviaros al menos una mínima parte de nuestro entusiasmo y de las ganas con que emprendemos cada viaje.

Os llevamos de equipaje.

¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)