Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

viernes, 31 de julio de 2015

Recuperación a toque de corneta

36.5. Casi 37 pero ya prometía. Y toda la noche con fiebre moderada. Yo, madre optimista, pensé que ya era el principio del fin. Y tenía que ser así! Areia amaneció floja, hambrienta, mareada y con dolor de cabeza pero con la temperatura moderada. El médico nos dijo que acudiéramos entre las 7 y las 9 para hacerle el análisis y nos irían llamando, así que cogimos un taxi para cubrir los 2 kms hasta el hospital y nos plantamos cerca de las 8.30

Abarrotado.

Hasta la bandera.

Y en la ventanilla nos dijeron que se habían dado todos los números. Y nadie nos avisó.

Pragmatismo: nos olvidamos del análisis y nos ponemos en marcha. Digamos que ya está bien y podemos funcionar. Pero sin lanzar cohetes.

Fuimos a desayunar algo de fruta con muesli al Pata de Perro y regresamos al hotel. Todavía cansada y con paracetamoles, Areia se dedicó a descansar en nuestro entorno de aire acondicionado, a pegarme palizas a las damas y a retarme al Master Mind. Su color, su risa y sus palabras iban cambiando por minutos.

Lo suficiente para seguir la marcha.

Y, con las mismas, sobre las 12.30, tomamos un colectivo a Chetumal. Directas a la estación de ADO, donde compramos un billete nocturno para San Cristóbal esa misma noche a las 2355. Optimista? Sí, siempre tengo fe en la fortaleza de mi niña. Y en que las cosas van a salir bien.

Chetumal es una ciudad carente de atractivo, capital de Quintana Roo y centro administrativo. Al ser lunes, el principal gancho del lugar, su espectacular museo, estaba cerrado, pero no el mercado, que nos procuró un rico caldo para recargar. Y poder descender la Insurgentes camino al malecón.

Hacía calor. Mucho. Nos íbamos refugiando en cada sombra que encontrábamos y, cuando en el parque topamos con un grupo de chavales entre 13 y 20 años ensayando algo así como acrobacias de "cheer leaders", nos quedamos fascinadas y enganchadas viéndoles girar, hacer equilibrios, llorar, reír y divertirse con las piruetas.

Matamos la tarde a base de paseos, licuados, machacados, algo de internet y conversación a manta. Y cayó la noche. La estación de ADO tenía una afluencia constante. A las 23.55 se nos llamó a abordar el bus, con apenas la mitad de los asientos ocupados. Televisión, cascos, bebidas y un asiento con "memoria" (todavía estamos tratando de averiguar que es lo que recuerda) pero, sobre todo, con la posibilidad de tumbarse casi del todo. Todo un lujo para las más de 12 horas que teníamos por delante.

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