Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Bye, Malaysia. Hi, Singapore.

Lunes, 3 de septiembre.

No hay mejor forma de despedir una ciudad que abrazándola con calma, paseándose por sus entrañas y observando su cadencia. Teníamos la mañana calmada para poder ultimar nuestros recados, darnos un calmo desayuno y pasear por uno de nuestros lugares favoritos allá donde vayamos: el mercado. En Asia, estos rincones son  el paradigma de la vida diaria. No sólo se puede ver todo aquello que conforma la cotidianeidad y lo que se puede cocer en cada una de las casas, sino que también son el núcleo donde la gente se reúne para charlar, discutir, elucubrar y, por supuesto, zampar. Los asiáticos comen a toda hora, sin horario definido, sin unos márgenes establecidos. Cuando hay hambre. Apenas cocinan en casa, por lo que la calle rezuma siempre con puestecitos de casi todo a múltiples horas del día. Las calles siempre suponen una provocación al sentido del olfato.


Desde nuestro puesto de mando, junto al muelle de barquichuelas, observábamos el ir y venir de decenas de embarcaciones con rumbo a Gaya, donde, junto a los "resorts" más exclusivos, conviven cientos de personas que habitan sobre palafitos más o menos dignos, hacinados en el trozo que se les ha permitido y buscándose la vida de la mejor manera posible.


A las 12.30 habíamos quedado con el taxista. Para despedirnos de esta Malasia tranquila, pausada y ordenada, nada mejor que un chino alocado, con estrés y amor al claxon. Un poco de emoción camino al aeropuerto para empezar la jornada.

Nuestro vuelo a Singapur partió con total puntualidad. Air Asia es una especie de Ryanair asiática, pero carece de la animadversión que ésta levanta y es tenida como una aerolínea favorita. No se puede esperar lujos ni regalos, pero es correcta, cómoda y servicial.


En Singapur optamos por repetir la experiencia del hotel de la ida. El Fragrance Sapphire no reviste grandes lujos y es de los pocos alojamientos que te ofrece una triple. Singapur es una de esas ciudades donde no debes darte el lujo de ir sin tener algo reservado, no por falta de oferta, que la hay, sino por sus elevadísimos  precios. Las ofertas online suelen ser siempre mucho más ventajosas, por lo que fuimos con el pescado vendido y a sabiendas de que estaríamos en Geylang, el barrio rojo pero no por ellos más peligroso, sino más bien con una animación fuera de lo normal. Singapur es una ciudad estado. Una isla (aunque cuesta hacerse a la idea) de unos 45 kms de largo/ancho unida al continente malayo, con vida propia y una próspera independencia. El orden impera en cada rincón, incluso cuando debería carecer de él, pero todo está controlado, vigilado y registrado. A veces, incluso, es temible la sensación del "Big Brother is watching you".

Una de las peores decisiones llegado a este punto es dónde cenar. La oferta el Geylang es tan diversa y tan peculiar (y de las más económicas de la ciudad) que lo que hay que decidir es si quieres "porridge" de rana, buffet coreano o huevos al plato. Y, como es de esperar, lo más económico y fácil siempre es acudir a esos infinitos buffets donde todo viene arropado con noodles y con arroz.

Hacía tres semanas que habíamos gozado del mismo escenario pero ahora se veía todo con ojos diferentes. O éramos nosotros quienes habíamos cambiado?? Tal vez más de 20 días de inmersión te hacen disfrutar de las cosas con más relajo.

Y, como postre, un helado de durián. La fruta más paradójica del planeta.




Beach bummers. En Mamutik viendo pececitos...

Domingo, 2 de septiembre.

Un buen domingo, segun el credo malayo, hay que ser un verdadero dominguero: empezar con unos mee goreng (para variar, pero estos eran finos!!!) y aprovechar el mercadillo dominical de Jalan Gaya, la calle más "china" de la ciudad (aunque a nosotros nos da la sensación de que todo el país esta tomado comercialmente por el  gran imperio). Un escaparate para todo tipo de artículos, desde puestecitos de comida para llevar, hasta los de medicina tradicional, con esos remedios caseros tan estupendos, pasando, como no, por las sempiternas muestras de artesanía (enlatada y plastificada), ropa que solo me pondría en caso de querer participar en algun carnaval o gadgets imposibles.

El día había amanecido despejado y ya a las 8.30 el sol pegaba despiadado. Perfecto para ir a la playa!!!!!

Desde Jesselton Point nos fuimos a tomar la barca que traslada a la gente a las islas de alrededor de KK. Compramos los billetes en el hotel, ya que tienen un descuento de 10 ringgits por cabeza y, dado que la suma de todas las tasas, el "Conservation fee" y otras pequeñeces varias hacen que la excursion al final salga algo costosa, siempre va bien tener rebajas. Nos decidimos por Mamutik. Nos habian dicho que era la mas tranquila de las 5. A Gaya solo se puede acceder si te alojas en ella por un modico precio (empezando en unos 300 euros!!), Manukam es la que tiene mayor tamaño, mas infraestructura y por tanto mas gente. Sapi, que en marea baja se une a Gaya por un banco de arena, se suele llenar bastante y Sulug apenas tiene barcos que acudan a ella, ya que carece de cualquier tipo de instalación. Cuando llegamos sobre las 9.15 la parte circundante al muelle parecia una zona donde preparaban una convención o un banquete de boda. Decenas de mesas redondas con las sillas vestidas, colocadas bajo las sombras estratégicamente. Nos asustó ver aquel montaje y, aunque ya se sabe que en Malasia cuando te dicen que no hay alternativa es que NO hay alternativa, optamos por ir a dar una vuelta por el sendero que circundaba el lugar.


En efecto, la única playa disponible (y accesible) era la de la parte frontal. El camino que tomamos llevaba a unos acantilados, medianamente accesibles pero donde las olas daban de pleno, lo que la convertía en zona poco apta para un baño reposado. Lo que sí observamos fue que, la parte más apartada de la playa, la que lindaba más hacia la derecha, estaba totalmente desierta. Y es que ahí no había mesas, sillas o nada que comer.

Colocamos nuestros pareos, nos enfundamos nuestro tubo y máscara, y abrimos agallas y ojos para poder ver el fondo marino. Para nuestra sorpresa, sólo un pequeño sector del arrecife permanecía mínimamente conservado y estaba habitado de forma masiva por peces. Pudimos ver peces payaso,  loro, napoleones, globos, trompeteros (ignoro el nombre científico de muchos de ellos, por eso les ponemos nuestra propia versión, a falta de una más rigurosa) y otras decenas de ejemplares más coloridos, grandes, pequeños, tímidos, escurridizos, descarados, chulitos, pizpiretas, .... Lo suficiente para tenernos entretenidos durante unas horas y permitir que nuestras espaldas (en mi caso, sobre todo, mi trasero) adquirieran la tonalidad de un cangrejo poco ermitaño. A pesar del factor protector 50. Entre inmersión e inmersión, tuvimos nuestro momento de locura y entretenimiento haciendo acrobacias y piruetas sobre la arena. Es la excusa perfecta para cerciorarse de que no hay lateral que se me resista y ¡hasta soy capaz de hacer el pino-puente! (sin tener que volver a montar las piezas a posteriori, claro está). No fue lo que vulgarmente se entiende por un día de playa, sol y relax, dado que apenas tocamos "mare" y no llegamos a sentarnos plácidamente en el pareo más allá de 5 minutos.



En el frente principal, más de un centenar de chinos disfrutaban de un opíparo buffet con manteles de tela, agazapados en la sombra, vestidos hasta el cuello y, los pocos que se aventuraban al agua, se peleaban con el chaleco salvavidas y los trastos añadidos. Mirándolos, todavía me pregunto para qué van realmente a la playa si los paradigmas que nosotros tenemos establecidos (agua y sol) no les son en absoluto necesarios.

Nosotros nos conformamos con unos refrescos y algún snack para ir tirando y reemprendimos la marcha acuática buscando a Nemo.


A las 16  horas teníamos establecida la hora de regreso. Como una gran mayoría del personal. El sistema de distribución de las barcas es algo curioso, porque operan varias compañías y, de alguna forma, tienes que recordar quién se encarga de ti (un consejo: Mirar el billete y buscar el nombre. Aparece en algún sitio!) y lanzarte de cabeza sobre ese bote. A la ida la lancha rápida había ido disparada y pegando saltos, para jovialidad y diversión de todos los pasajeros (la primera, Areia) pero parece que la siesta había adormilado a nuestro capitán y la embarcación también era más tranquila, por lo que nuestro regreso fue una travesía pacífica y sin trabas. Aunque algunas nubes amenazaban por el interior, el día seguía despiadadamente azul.














Repostamos algo de bebida y un pastelillo en un local popular de KK y procedimos a la ducha de rigor. Estábamos los tres algo colorados, aunque la que menos brillaba en la oscuridad de todos era, sin duda alguna, Areia.

Teníamos claro que queríamos ir a cenar al mercado filipino. Es la zona más activa, divertida y sana de KK al anochecer. Empezamos por algo de fruta comprada directamente en los puestos del mercado, para seguir con todos los mejunjes potables de cada rincón (rosa con limón, rosa con leche, coco, ....) y, por supuesto, un par de pinchitos y un calamar recién cogido y recién cocinado. El aliciente de ir de mesa en mesa, de comedor en comedor, de ir cambiando rincón, perspectiva, compañía y sonrisas, siempre es algo que nos entusiasma. Poder catar cada trocito de nocturnidad y dejar que el humo de las barbacoas se entremezcle con el salitre, el mango recién madurado y la caña de azúcar recién exprimida.


La manera perfecta de cerrar un círculo y un domingo excepcional, sin atisbo de lluvia y con toda la energía rebosando por nuestros poros. Una última noche para despedir Kota Kinabalu, Sabah y la isla de Borneo, nuestra casa durante las últimas tres semanas.







domingo, 2 de septiembre de 2012

Kota, Kota, Kota, Kota Kinabaluuuuuuu....

Sábado, 1 de septiembre.

Después de estar tan sumamente oxigenados, dormimos estupendamente y nos dimos el lujo de no poner el despertador. La fila de hormigas que nos habíamos encontrado al entrar en la habitación se había desvanecido. No les gusto que Miguel las rociara con antimosquitos y habían huido en diversas direcciones. Ellas, que andaban tan ordenadas, que habían llevado a cabo una formacion exquisita con un par de alas abiertas a derecha e izquierda, que habían entrado en los bolsillos de la mochila con verdadera limpieza, sin apenas desparramarse por ningún rincón, habían inundado la bolsa de galletas sin perderse entre las ropas, sin tropezar apenas con los libros y libretas. Y llego un trío de humanos a irrumpir ese maravilloso desfile impoluto... Qué descaro!!!!!

Todavía quedaban grupos de insurgentes tanto en  la bolsa del jengibre como en las galletas que todavía paseábamos del avión, pero una vez aislados en la papelera, nuestros equipajes quedaron libres de intrusos (aunque alguno ha ido apareciendo a posteriori por nuestra actual habitación)

El restaurante del resort parecía cerrado y eran casi las 9.30. Teníamos un par de kilómetros hasta el pueblo pero igualmente había que recorrer la distancia para ir a buscar un vehículo que nos llevara de nuevo a KK. Mientras tomábamos nuestros sempiternos "mee goreng", escuchamos unos ruidos que parecían venir de un gong. Al poco, vimos pasar un camión en cuya caja iban sentados media docena de mozos golpeando varios instrumentos de percusión. Tras de ellos, iba un coche con grandes lazos de colores y un todo terreno con la sirena ululando. Nos comentaron que era día de boda. Y, dado el tamaño que tiene Tambunan, posiblemente la mitad del pueblo iba a participar. Como no habíamos recibido la invitación por escrito y dado que nuestras galas distaban de estar listas para la ocasión, pensamos que tampoco valía la pena permanecer mucho más en Tambunan y que, tras llenarnos el panzón, podíamos salir tranquilamente a Kota.


Pactamos con un taxista (el transporte son taxis colectivos de 4 plazas) el precio para regresar. Optamos por pagar las 4 plazas (eran 16 ringgits mas!)  pero tener la libertad de poder parar en el centro de rafflesias, un lugar a unos 20 kms donde supuestamente hay información sobre estas increíbles flores (las más grandes del mundo) y tal vez la posibilidad de ver alguna.

Cuando llegamos nos informaron de que había una en flor desde hacia 4 días, aunque era bastante pequeña (solo 35 cms de diámetro!) pero para ir a verla había que pagar 100 ringgits por un guía para que nos la enseñase (25 euros!). Nos pareció un abuso, por lo que le dijimos con nuestra mejor sonrisa que no. Nos lo rebajo a 50 sin pensárselo mucho, pero aun así pensamos que tampoco valía la pena. Pensamos en dar un paseo por la zona, hacer algún pequeño sendero pero nos encontramos con que las vallas estaban cerradas. Esta visto que iba todo sobre pago y con la contratación de un guia acompañante. El centro de información, la exposición y hasta la cantina estaban cerrados. Parecía otra víctima del olvido de esas que redundan por Borneo. Si no estas en la ruta de los agentes de viajes, acabas por no existir...

Llegamos a KK pasadas las 12. Nos pegamos una buena ducha, nos refrescamos un rato y nos pusimos el cerebro de urbanitas en modo "on".

Miguel se quedó descansando un rato, Areia y yo nos fuimos hacia el mercado de artesanías. Para nuestra gran desilusión, cada puestecito era idéntico al anterior, con la misma mercancía sacada del chino del polígono vecino. Los souvenirs podían ser de Borneo o de Chad. No había nada que nos emocionara en demasía, aun así paseamos y cotilleamos la mercancía como si en ello nos fuera la vida. Lo más llamativo del mercado (cubierto y aseadísimo) eran los habitantes no reglados. Algunas ratas en versión original se paseaban a veces bajo los puestos. La pobre Areia pego un salto de horror cuando se topo con las cerdas de una escoba, pensando que algún roedor se había acercado a trabar amistad. La pobre no sabia que era peor, si los visitantes sigilosos o los bolsos-rana que colgaban de cada tiendecita, un esperpento de imitación de batracio, vacío por dentro y con un hilo para colgar.

A las 17 habíamos quedado con Miguel. Con el volvimos a recorrer con algo mas de entusiasmo cada uno de los puestos. La tarde había cambiado por completo y de pronto empezó a tronar y el cielo se cayó de sopetón sobre nuestras cabezas. Las uralitas actuaban de megáfono y el ruido era ensordecedor. Las vendedoras se apuraron en cerrar las puertas y tratar de evitar una inundación mayor. Fueron 15 minutos de aguacero extremo pero todo regreso de nuevo a su cauce (y por suerte los roedores no habían venido a hacer largos)

El mercado filipino ya estaba completamente montado. Los puestos de pescado, carne, frutas, salazones, fideos, arroz, comida, postres... todo el tinglado estaba ya organizado. Un vendedor con mucha gracia y salero nos invitó a acercarnos y ver el  pescado en oferta. Dado que era filipino, trasteaba un poco con el español y nos cayó en gracia, así que nos sentamos a degustar un pescado, unas gambas y unos calamares. Nos puso un plato de algas con un sambal algo picante (la cara de Miguel lo decía todo!) y un poco de arroz. Estaba todo para chuparse los dedos (de hecho era condición indispensable porque nos lo comimos todo sin cubiertos).

Del mercado filipino quisimos ir al "Night Market". Nos indicaron algo así como "por ahí" y en linea recta desembocamos a una especie de gran patio cubierto con chiringuitos para comer. Todos ellos estaban rodeados de grandes tanques de agua llenos con los peces mas diversos. Era como un gran acuario solo que con un final no tan feliz. Estaba plagado de chinos relamiéndose los bigotes (esos que no tienen!) y apenas algún occidental. Nos llamo la atención un cangrejo ermitaño gigante que jamas habíamos visto, y nos quedamos perplejos al ver que a las gambas las tenían aisladas en botellas de plástico. Empezamos a entender cuando vimos que eran "gambas mantis", por lo que parece algo agresivas, con lo que preferían meterlas en envases de plástico de tamaño medio. A la peque le entro tal angustia de verlas allí dentro, encerradas, que empezó a agobiarse sobremanera. Nos pidió que la sacáramos de allí y le saltaron las lágrimas de ver a todos aquellos bichos esperando su hora con paciencia. Nos dijo que nunca mas en su vida volvería a comer gambas.


Estamos pensando en llevarla a una granja de pollos... o a un criadero de vacas. Creo que al final conseguiremos que se haga vegetariana por convicción.

Resulto que el mercado nocturno estaba justo enfrente. Era un mercadillo como el de Benimaclet, con puestos callejeros de gafas, recuerdos, camisas horteras, ropa interior, piezas de recambio de autos, ... con ambiente malayo, pero nada destacable.

Las emociones urbanas habían sido suficientes. Areia todavía estaban en "shock" y andábamos cansados. Hora de dar el toque de retirada. A prepararse para el domingo.

Stone fish. Sumamente venenosos.







sábado, 1 de septiembre de 2012

Happy Malaysian day!!!! Vuelta al verde!

Viernes, 31 de agosto.

Curioso cartel de nuestro paseo por Tambunan...

Lo bueno de no tener planes es que los puedes cancelar en el momento que te apetecen. Y al final, incluso con ciertas pegas y pequenyas trifulcas con estos seres tan cerrados en ocasiones, todo se puede arreglar.

Tras esa repentina sensacion de ahogo de vernos en la ciudad (tal vez la lluvia no acompanyaba en absoluto a hacerlo mas facil) y despues de cabilar un rato con nocturnidad, decidimos que durante el desayuno tomariamos la decision final. Al ver un dia gris, triston  y algo moribundo, la opcion de irnos a la playa quedo descartada, con lo que empezamos a empacar los trastos. Habiamos pagado por anticipado la habitacion y no pensamos que seria un problema hacer el pago completo de una noche y pedir la devolucion de las otras 3 pero olvidamos que esto es Malasia y que aqui las cosas no siempre tienen flexibilidad y vuelta atras.

La conclusion era que nos devolvian la mitad de lo restante tras descontar el precio completo de una noche. Resumiendo: una miseria. No salia a cuenta pedirla para luego volver a invertir en otro hotel a la vuelta. Con la resignacion que a veces este pais te brinda (es parte del ADN malayo) optamos por, simplemente, hacer una escapada de unas horas, dormir fuera una noche y coger un poco de aire. Era lo  unico que nos faltaba.

Con esa guisa y desafiando el festivo nacional (Dia Nacional de la Independencia Malaya) nos fuimos a la parada de minibuses y taxis a buscar transporte a Tambunan. Este pequenyo pueblito se halla en la cordillera del Crocker, un parque nacional cercano al Kinabalu, totalmente virgen y nada explotado. De hecho, apenas hay senderos y para internarse en sus montanyas no te puedes plantear ir sin un guia. O eso, o salir en las noticias algunos dias mas tarde (o meses, depende de como se te de!!)

Otra opcion mas facil era ir al pueblito, pasear, tomar aire fresco y ver posibilidades menos arriesgadas.

Finalmente acordamos un precio en un taxi colectivo y en unos 90 minutos de ascenso continuado nos plantamos en Tambunan. El pueblo en si son dos calles, una plaza, unos 8 "restoran", algun cafe, un billar y una tienda hindu de textiles donde pude comprarle a Areia braguitas limpias (con la lluvia no habia hecho la colada!!!). Habia un alojamiento en el mismo pueblo. Cuando entramos la senyora ni siquiera levanto la barbilla de la palma de su mano, nos miro de reojo y nos dijo: 110. Cuando le senyalamos opciones mas baratas nos dijo "Full". Por su nervio y frenesi se le notaba el stress al que estaba sometida. Nos gusto tanto esta actitud y agilidad que nos fuimos a paso rapido.

Habiamos pasado frente a un inmenso parque de bomberos, asi que el proximo paso estaba claro: visita de hermandad. Este tipo de paradas siempre triunfan. Miguel se lo pasa pipa (en este caso BOMBA, que es como se llaman los parques aqui), cotillea los detalles de la instalacion y siempre acabamos con algun regalito o un intercambio de sonrisas y direcciones.


Y en Tambunan no hubo excepcion. Daniel con su ingles quebradizo pero su eterna sonrisa tristona, nos fue guiando por el parque. Nos presento a Hawi, a Marvin y los demas (son 6 por turno, aunque solo estaban 5). Miguel escudrinyo el camino hasta en lo mas recondito. Estaba alucinado. No le faltaba detalle, estaba nuevo e imponente y la equipacion era mil veces mejor que la de Motilla del Palancar (y hablamos de un parque rural de apenas habitantes) Le diremos a la Cospe que se de una vueltita para que le sirva de inspiracion. La verdad es que lo que hemos estado viendo durante el viaje a nivel de instalaciones, tanto comunitarias, de servicios como, sobre todo, de educacion, no es que no tengan que envidiar a las nuestras sino que son infinitamente mejores. Y eso sin hablar de los presupuestos o incluso de la tasa de paro. Despues de varias semanas merodeando por aqui podemos decir que esto es Asia con nivel europeo. O incluso mejor. Y, si sabes montartelo bien, mas barato.

Areia y yo pudimos cumplir con nuestro capricho de tirarnos por la barra desde el segundo piso. No habia sirenas ni emergencias y la peque se lo penso dos veces y casi hubo que empujarla cuando fue consciente de la altura pero al final lo consiguio.Nos hicimos fotos con todos, en todas las posturas y con todas las combinaciones, nos reimos un rato y finalmente se ofrecieron a llevarnos a algun alojamiento digno para nosotros.

A las afueras del pueblo, a unos dos kms, estaba el TVRC (cuando nos hablaban del "tibiarsi" no entendiamos a que se referian. Luego lo fuimos averiguando). El Tambunan Village Resort Center se construyo hace unos anyos con muchas infulas y mucho gusto. Consta de varios alojamientos, desde chalets de bambu, una longhouse mas comunal y un "backpacker hostel" que tiene la gran "pega" de tener 120 escalones de acceso. Nos ofrecian una triple por 178 ringgits pero estaba mas que fuera de nuestro alcance y veiamos que lo mas barato era el albergue mochilero. Con algo de rubor la chica nos comento que habia casi que "escalar" hasta lo alto.


- Si ese es el problema, dalo por superado. Eran 100 ringgits menos y algo dentro de nuestro presupuesto. Ademas se ofrecieron a subirnos un colchon sin cargo para Areia. Perfecto!!!!

Al estar en lo alto de la colina el lugar era impresionante y la vista, espectacular. Toda la cordillera estaba ante nosotros, algo abrigada por las nubes y con sudor de la lluvia corriendo a sus espaldas pero mostrandose bella y esplendorosa. La habitacion posiblemente no habia estado usada en anyos. Aunque estaba inmaculadamente preparada, los cadaveres de los insectos devorados por la aranya del techo yacian sobre la almohada, el color del agua del grifo tintaba los azulejos de marron pero cualquier cosa quedaba solapada por la privilegiada situacion de nuestro rinconcito, alejado del ruido, de los demas visitantes y con vistas a todo el valle circundante. Benditos 120 escalones!!!!

Descubrimos que el restaurante no solo era barato sino que tenian una variedad de comidas poco habitual. Si te apetecia anguila podias incluso pescarla tu mismo en el estanque. Nosotros fuimos algo mas sencillos y nos conformos con algo de pescado, unos zumos naturales exquisitos y lo que nos ofrecieron por sugerencia de la casa. Estaba todo brutal!!

Salimos a dar un paseo desafiando la lluvia emergente. Tuvimos que refugiarnos en un cobertizo maltrecho cuando vimos que de ser cuatro gotas la cosa se ponia seria. Tras media hora cantando, inventando historias y oyendo caer los gotarrones sobre la uralita, pudimos seguir adelante. Ascendimos por algunos caminos asfaltados sin rumbo a ningun sitio. La gente estaba en sus casas, tomandose las cosas con tranquilidad, sacandole jugo al karaoke (son tremendos fanaticos) y desafinando sobremanera (ahora nos explicamos la lluvia constante) pero encantados de la vida y preparandose seguro para un OT local.

Los caminos acabaron por llevarnos a unas zonas de arrozales preciosas, donde unas senyoras plantaban sus brotes de arroz, con botas de agua hasta la rodilla, doblegando espaldas y mojandose constantemente. Para ellas, un hecho cotidiano, para nosotros, el proximo plato que nos ibamos a cenar.


Se nos hacia de noche, asi que con la oscuridad acechando ya nuestras espaldas, empredimos la vuelta. Volvimos al pequenyo kiosko a cenar, donde nos sorprendieron esta vez con un plato de verturas y otro de tofu exquisito. Un gran cambio para huir del "nasi" y de los "mee".

Estabamos cansados y somnolientos, pero muy felices por la escapada. El TVRC ha vivido tiempos mejores y esta algo en decadencia, pero es un lugar fantastico y debio ser una referencia en alojamiento turistico. Cuenta con un lago donde se alquilan patines y kayaks (o para los malayos, se vende comida para los peces) pero no ofrece a dia de hoy nada mas. Hubieramos sido felices con una motito, con unas bicis pero eso aqui es dificil de conseguir. Si no esta organizado o establecido, es casi imposible. Nadie se atreve a contravenir las normas.

Cnn todo, fue un dia espectacular. Verde, humedad, frescor y tranquilidad. KK seguia alli abajo, esperandonos, pero nosotros al menos, ya teniamos el aire que necesitabamos para respirar.



¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)