Pasamos mala noche. No sé si fue la cebolla de la cena, pero ambos andábamos dando vueltas y escondiéndonos bien debajo, bien encima de las almohadas. Cuando ha sonado el despertador a las 7 nos han entrado ganas de lanzarlo por la ventana, pero aún con cansancio, nos hemos dispuesto a tomar algo rápido en el Tomato (unos sándwiches estupendos con unos batidos de frutas fantásticos) y hemos acudido a la sede de Agua de Coco, donde Marga tenía a Lyly y a Virey esperando algo nerviosas para que las acompanyásemos a la reunión que tenían con las mujeres del consejo de las comunidades.
Sobre las 8.30 hemos llegado al edificio que dobla como retén policial y sala de consejos. Eran unas 8 mujeres de comunidades locales que pertenecen a Battambang, representantes de cada zona que han sido elegidas para ser la voz de las mujeres, ya que recientemente parece que el gobierno está impulsando cierto acercamiento a la igualdad de género. La reunión ha transcurrido en Khmer, con lo que no hemos podido entender mucho pero el slide-show eran fotos de la última jornada festiva que se llevó a cabo en estas zonas, la celebración del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia de género. Nuestras dos acompanyantes llevaban ambas un lazo blanco en la solapa y les han pedido a las demás que sigan exhibiéndolo durante algunos días más para crear conciencia. Me han solicitado unas palabras y algún comentario al respecto. Les he dicho que no es un hecho aislado, que nosotros también lo padecemos, pero que eso no significa que sea bueno, común o algo que deban aceptar. Lyly iba traduciendo mis palabras pero poco podía anyadir yo a esa realidad que ellas conocen mucho más que yo de primera mano.
Nos hemos despedido de ese encantador grupo de mujeres que se dispersaban unas en sus motos, otras en sus bicis, y siguiendo como "paquetes" de Lyly y Virey, nos hemos dirigido a las aldeas más alejadas de la ciudad.
En estas áreas, Agua de Coco ha identificado (también con ayuda de los consejos) un grupo de unas 100 familias en riesgo de extrema pobreza, con una situación económica paupérrima e ingresos por debajo de los 3 dólares. No es difícil dar con unas cuantas.
La primera muchacha que hemos ido a visitar tenía 22 anyos. Era una cría con dos ninyos a su cargo, uno de 4 y otro de 6 meses. En el momento que hemos llegado venían colgados (literalmente) del cuello de su abuela. Su marido trabaja ocasionalmente en la construcción, llevándose un sueldo de 3 dólares diarios. Pero eso fluctua y ella cose algunas bolsas (de momento bastante básicas, dado que está empezando a cogerle el gusanillo) de incienso para la ONG. Por cada una se lleva unos 10 céntimos pero toda la materia prima se la da la organización.
Los ninyos estaban ambos con fiebre. El mayor no ha querido salir en todo el rato de debajo de la hamaca, escondiendo la cabeza tímidamente. El pequenyo respondía a mis caricias con sonrisas y con la piel de gallina. Pero el placer del tacto se le ha pasado en cuanto le ha entrado el hambre.
La casa, por llamarlo algo, era una cabanya de material precario de unos 3 x 3, donde dormían y hacían vida los 4. Por suerte, la familia de la moza vive enfrente y les echan una mano con los ninyos y con otras cosas. La pobreza empuja a la solidaridad y lo que no se tiene en riqueza material, se posee en espiritual.
La segunda muchacha que hemos conocido era algo mayor, 27 anyos, pero también con dos ninyos pequenyos y un marido parcialmente ocupado. La casucha era similar a la anterior, careciendo por completo de electricidad y agua potable. Sólo unos grandes contenedores de barro recogen el agua de lluvia y almacenan aquello que pueden aportar de forma manual. En épocas de lluvia apenas hay sitio por donde moverse y el espacio vital es mínimo. Las políticas de natalidad se conocen pero no se aplican y las mujeres abandonan la educación demasiado temprano, esperando cuanto antes casarse y empezar una vida "formal". Por suerte, existen matrimonios por amor y en este caso son los maridos los que aportan la "dote"a la unión, con lo que no es "interesante"unirse a una fémina pobre.
Nuestra tercera visita me ha resultado impresionante. Tenía 33 anyos, embarazada de su cuarto hijo (de 7 meses) y allí estaban todos, tanto sus vástagos como sus hermanas, trabajando en un pequenyo tenderete que tenía montado preparando aperitivos, "snacks"para la comunidad. La materia prima la ha de comprar. Desde muy temprano está preparando toda la cocina, rallando, cociendo, cortando y pelando. Tenía cosas exquisitas. Era la ocasión perfecta para probarlo todo (sabiendo, por fin, lo que comemos) y no la hemos podido desperdiciar. Lyly nos iba traduciendo todo y hemos repartido los manjares entre los 4. No sé si me han convencido más las galletas de berenjena, los pescaditos con chili o los pinchos de arroz. La suma de todo el festín ha sido de algo más de un dólar. Ni tan siquiera llegaba al euro. Para cuatro.
Ya os podéis imaginar el margen de beneficio que tiene esta mujer y lo que se puede sacar con estas ventas. Si sumas la mano de obra, la materia prima y las horas y esfuerzos gastados a mi no me salen las cuentas. Pero, como es habitual, en Camboya nunca salen...
Esta mujer me ha fascinado. Además, cose para la ONG y hace cosas fantásticas (ya de más sofisticación y, por tanto, de mayor beneficio). Y, sobre todo, mantiene a un marido alcohólico que de vez en cuando le casca pero del cual, como es habitual, no se puede separar porque la sociedad no puede aceptar tal desacato.
Eso te hace reflexionar sobre la vida TAN fácil que podemos llegar a vivir...
Hemos regresado a Battambang para que nuestras dos estupendísimas cicerones pudieran seguir trabajando y meterse en faena. Ya las habíamos secuestrado por bastante tiempo.
Teníamos apalabrada una motito en el Gecko, frente a la sede de Agua de Coco y nos la hemos agenciado para la tarde y para explorar algo más la zona. Nos hemos dirigido en dirección a Ek Phnom, un templo a unos 13 kilómetros de la ciudad, pero no era el fin en si ver el edificio (que de hecho, ha sido lo menos interesante de todo) sino dar una vuelta y seguir respirando el aire de la humanidad camboyana.
Una primera parada de "repostaje"en una antigua embotelladora de Pepsi ya desmantelada para coleccionar una imagen para mis amigos que trabajan actualmente en PepsiCo y para los cuales me gusta recolectar ciertas fotografías. Unos kilómetros más adelante, sabíamos que existía una granja de cocodrilos donde se crían cientos de ejemplares (para concretar unos 1200) con senyalización nula pero unos habitantes siempre dispuestos a echarte una mano. Nos hemos topado con Ayaa, que está embarazada de 7 meses y que cuida junto con su marido la granja de cocodrilos. Llevan dos anyos a su cargo y el duenyo les deja vivir en la zona. Pagan un pequenyo alquiler, luz y agua, pero pueden sobrevivir con cierta decencia. Ella es huérfana y fue recogida por una familia que la maltrataba y explotaba. Todavía tiene restos de las quemaduras que le hicieron. Su familia política se negó en principio al matrimonio, ya que era pobre y sin familia ninguna pero luego han aprendido a quererla o, cuanto menos, a aceptar que tiene cierto valor y "aporta" algo a la casa. Ella tiene claro que es por interés, pero al menos está medianamente contenta con su vida. Su marido ha estado acostándose con otro durante unos meses pero, cuando hace 3 meses supo que esperaba su segundo hijo, parece que dejó de tontear y se ha vuelto a centrar en su familia.
Os he comentado lo contenta que estoy de estar con Miguel??????????
Saliendo de la granja, cuyos usos son básicamente para piel de cocodrilo (que venden sobre todo a Thailandia) hemos escuchado música y mucho follón y atraidos por tan barullo, hemos aparcado la moto y nos hemos colado en una boda en la que los brillos, el maquillaje y los adornos emperifollados habitaban por doquier. La madre del novio nos ha ofrecido comida y bebida. Nos hemos confirmado con una cola (por aquello de no entrar a saco con la Angkor, la cerveza local) calenturria que hemos dejado en dos sorbos, pero hemos estado cotilleando modelitos, estilos y confirmando que el estilo "pantalón cagaó" y "pelo pollo" también hace estragos entre los jóvenes camboyanos. Algunas cosas no cambian...
Atorados por la música y los decibelios, hemos emprendido de nuevo camino al templo. Lo que más nos ha entretenido en la entrada eran unos ninyos jugando en un puentecillo, cogiendo nenúfares, comiéndose los tallos y recolectando el musgo, que limpiaban y amasaban... Ahora miramos con más calma cada sopa que comemos y nos fijamos si lo que flota tiene algo que ver... sea lo que sea, aquí está todo tan sabroso que, bienvenido sea si es alga, musgo o bicho comestible!!
El templo, como he comentado, era lo de menos y estaba en una situación precaria. Las piedras estaban en un equilibrio imposible y los carteles de "danger" cubrían la zona. El lugar es área de recreo para los camboyanos, que acuden a hacer picnic los fines de semana. Al ser jueves estaba tranquilo y la senyora que nos vendía las bebidas se ponía tranquilamente rodajas de nabo para refrescarse el rostro... Apuntaros el próximo secreto de belleza!!!!
La vuelta hacia Battambang la hemos hecho por una carreterita de tierra, al otro margen del río y junto a las aldeitas. La vida es tan sumamente tranquila y apacible pero a la vez tan activa, que puedes entretenerte en cada rincón viendo a un pescador echar la red, a un senyor paseando a las vacas, a los ninyos jugando en la orilla, a las senyoras secando el pescado o a una familia entera preparando papel de arroz de una forma artesanal por la cual se sacan una media de un dolar cada 100 piezas. Un sueldazo, como veis, pero la manya es tal que pueden llegar a fabricar hasta unos 400 por hora, con lo que se convierten en potentados que pueden permitirse hasta tener vacas (que vienen a costar unos 300 dólares la pieza!!!)
Nos llamó la atención un orfanato que vimos muy aseado y, al fijarnos un poco más, vimos que era donación de Juliette Binoche del anyo 98 y restaurado recientemente por la embajada de Japón. Alberga unos 120 ninyos de 3 a 20 anyos. Aparte de la educación reglada, les dan clases de inglés, francés y ordenador. Y, lo más importante, a los ninyos se les veía felices y sanísimos. No todos tienen la misma oportunidad, ni la misma suerte.
De vuelta en Battambang teníamos hambre, así que hemos pegado un mordisco en el mercado pero nos hemos ido un poco más al sur de la ciudad. Allí hemos estado observando con minuciosidad la recogida de redes de todo un grupo de pescadores en la margen del río. UN procedimiento cuidadoso y metódico. Lo más curioso es que luego clasifican los peces y los más pequenyos los dejan en una especie de recintos para que puedan crecer. Una curiosa forma de no esquilmar del todo sus recursos pero paliar la necesidad de comer.
Habíamos quedado a las 18.30 con Marc en la sede de Agua de Coco, así que nos hemos ido para allá. Marga y Stephan andaban también aguardando a los padres de este, que están de visita estos días. Nosotros 3 hemos cogido la moto hacia el mercado nocturno y nos hemos ido a tomar algo, poniéndonos al día con Marc, un barcelonés que lo ha aparcado todo y se ha ido a vivir a Battambang con la sola intención de ser más feliz y disfrutar de su vida. Y realmente lo parecía!!!
Agotados de tanta emoción y trajín, nos hemos despedido de todos (Marga y Stephan han aparecido a tomar café) con grandes abrazos y ganas de más, ya que la vida de Battambang nos ha seducido por completo... Muy diferente y mucho más viva de la que nos puedan vender.