Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

domingo, 9 de agosto de 2015

Palenque desolador

Las 4 de la mañana no son horas. Y si se trata de una histérica de mi calaña, menos aún.

Para más INRI, Marco tuvo visita esa noche y, no tanto las risas y la conversación, sino el nerviosismo de su perra luna, me tuvo en vela durante la noche. No pegué ojo.

No dejó apenas de llover. Llover. LLOVER mas bien, porque cayó la del pulpo. Me preocupaba estar esperando a las 4 a la furgo con ese aguacero.

Por suerte, cesó unos minutos antes y pudimos esperar medianamente secas. Me encontraba mareada y débil, Areia se despegó de la cama y yo salí disparada. A las 4.15 llegó a buscarnos la  furgo que nos llevaría a Palenque. Empezamos el recorrido recogiendo a la gente y sobre las 5.15 estábamos saliendo de nuestro querido Sancris. 

El amanecer sobre la carretera fue espectacular, el paisaje igualmente precioso y la conversación del chofer, interesante y divertida. Gilberto resultó ser todo un personaje con mucha dicción y conocimiento. Toda una ayuda para el grupo al completo.

Decidimos tomar la alternativa de viajar a Palenque con un pequeño tour que paraba en Agua Azul y en la catarata de Misol-ha, complicado de hacer por tu cuenta pero muy sencillo y poco caro comparativamente (el billete sencillo son entorno a 250 pesos, y el viaje con paradas cuesta 440). De puerta a puerta y con visitas interesantes. 

Chiapas es otro mundo dentro de México y totalmente diferente a la península de Yucatán. Durante años, sobre todo desde los 90, los zapatistas, esa guerrilla indígena reivindicativa que ha conseguido por partes iguales aterrorizar a mucha población pero, sobre todo, mejorar la forma de vida de tantísima gente que había sido marginada tradicionalmente y olvidada por parte del gobierno. Aunque hoy en día su movimiento no está en su punto álgido, sigue siendo poderoso y algunas zonas de Chiapas siguen siendo no aptas para todos los públicos y están vetadas a foráneos. 

Las zonas que nosotros íbamos a pisar eran, por supuesto, tremendamente seguros. El turismo es a día de hoy una gran fuente de ingreso (y uno de los logros zapatistas) y no se pueden arriesgar a perderlo. 

Agua azul, donde llegamos sobre las 9 de la mañana, es un parque natural precioso, con unas cataratas impresionantes. Todo el camino es un sinfín de chiringuitos sin fin, negocios de souvenirs y atractivos para el turismo. 

Pudimos hasta tener un rato para bañarnos y disfrutar del lugar. Una maravilla.

Nuestra siguiente parada, una hora más tarde (sobre las 12), fue Misol-ha, que ya no son cataratas sino una inmensa cola de agua, una cascada de unos 60 metros de alto (así, a ojo) en un paraje también precioso con cuevas y escondrijos. Para esta visita nos limitaron 40 minutos.

Y, como colofón, la visita a Palenque, la zona arqueológica, a la que llegamos ya con todo el calor del mediodía. Logramos negociar un guía para todo el grupo, que nos paseó en busca de sombras y nos introdujo en la cultura maya y el esplendor de Palenque. Ciertamente las ruinas son espectaculares y el lugar, impresionante, pero el calor ataca de tal forma, que subir al templo de la Cruz se convierte en un suplicio, y aguantar la cháchara sobre Pakal, se soporta tans solo a la sombra. 

Eran cerca de las 16.30 cuando nos acercábamos a Palenque ciudad. El resto de los pasajeros regresaban para San Cristobal y nosotras nos alegramos tremendamente de no tener que pasar otras3 o 4 horas de regreso, pudiendo darnos una ducha, comer algo sólido y potente para poder acabar un día glorioso pero agotador.




lunes, 3 de agosto de 2015

La fiereza de Chiapas

En realidad, ¿por qué andar con prisas? Aunque yo había abierto los ojos a las 7, Areia seguía durmiendo tranquilamente. Pero tampoco era necesario salir para San Juan Chamula a la misma hora que todos los tours. De hecho, decidí darles ventaja. 

Eran casi las 11 cuando por fin encontrábamos un sitio para desayunar. Aunque Mari nos sedujo el día anterior, estaba en dirección opuesta a nuestra ruta, y decidimos quedarnos a tomar algo en el mercado. Los desayunos populares en México se componen de arroz, frijoles, ensalada, tortillas (que no falte!!) y la pieza que prefieras (pollo, res, carne al pastor...). Todo ello acompañado de un agua fresca o un licuado. 

A rebosar y ya rozando el mediodía, salimor para coger el colectivo de San Juan Chamula. El pueblo queda a algo más de 10 kms de Sancris, apenas 20 minutos de recorrido, pero más de 10 para salir de las cuatro calles que rodean el mercado. Cuando llegamos, la furgoneta estaba casi a rebosar de mujeres y niños, pero aún hubo lugar para media docena de pasajeros más. Muy lejos de los estándares del ADO pero mucho más divertido. 

Chiapas y sus pueblos son conocidos por su determinación y su extrema personalidad fuerte. Aunque en estos momentos los zapatistas pasan por una fase tranquila, durante años supusieron un gran problema para el gobierno mejicano. La imagen del pasamontañas, del guerrillero chapatista, es un icono de la zona, venerado y divulgado (al principio no entendíamos qué tenían que ver esos "muñequitos ninja" en el mercado. Luego supimos el porqué...)

Y es que las comunidades de Chiapas son muy suyas. El mismísimo Vaticano decidió mandar a los Chamulanos a tomar viento...s diferentes dada su insistencia en hacer las cosas diferentes. Sólo cuentan con el bautismo como sacramento y el matrimonio no es más que una unión de palabra entre dos personas con apenas una celebración en familia. La iglesia de San Juan es de lo más peculiar. No posee ni un solo banco. El suelo está recubierto de hojas de pino, que forman una alfombra gigante y que, así mismo, se puede retirar para hacer hueco y poder colocar las velas necesarias.

La mayoría de la gente que va a la iglesia va a pedir o dar las gracias. Las velas para agradecer se colocan sobre las mesas laterales, normalmente en un recipiente. Las de pedir se disponen sobre el suelo, en colores y tamaños diferentes. Cuando alguien está enfermo, el "orador" (el chamán) les da la solución según la gravedad de lo que aqueja. La familia pasa una gallina (o un pollo) sobre el cuerpo de la persona enferma para que el animal adquiera el mal, para matarlo a continuación y hacer desaparecer las dolencias. Luego lo llevan a la iglesia y lo ofrecen junto con "posh" (o pox), bebidas y refrescos. Y de esa forma la curación está en camino. 


El tempo de San Juan es posiblemente uno de los más mágicos y fotogénicos que he visto. Por desgracia, los autobuses que van descargando pasajeros le restan cierta paz y, por otro lado, la fotografía esta total y absolutamente prohibida. Pero sigue siendo un deleite pasear y observar, tratando de flotar sobre lo que está ocurriendo y perdiéndose en las nubes de humo que emanan de las miles de candelas en acción. 

En San Juan apenas se oye el español. Tienen su propio idioma que también defienden a ultranza. Eso sí, para vender el idioma patrio sale clarito y alto. Aunque no son vendedores persistentes y cansinos. 

Hicimos una visita (esa sí, en silencio  y en privado) al cementerio. La clave está en entender el sistema de colores. Las cruces negras son para aquellos que murieron de viejos. Las blancas para los que no pasaron de la niñez y las azules (o verdes) para el resto. Eso sí, aparece la fecha de muerte, pero no la de nacimiento, con lo cual no supimos el estándar de vejez media del pueblo.

A las 3 de la tarde no había rastro de ningún tour organizado. La paz había llegado a San Juan. Momento ideal para pasear por el tranquilo mercado,merodear por las calles o apostarse en el kiosko de la plaza central para robar algunas fotos con objetivo. Pero incluso de lejos te ven venir y se tapan ipso facto con una manta. No son listos (y determinados) ellos ni "ná"...

Empezaba a bajar el sol cuando tomamos el colectivo de regreso para Sancris. Volvíamos con lo puesto tras regatear fieramente por algunos objetos y saber que no llevábamos más que una cantidad fija en el bolsillo. 

De regreso a casa, optamos por una idea a la que habíamos estado dando vueltas. A pesar de que no somos grandes amigas de los tours, a veces te facilitan el movimiento e incluso te hacer ahorrar algo de dinero. Ir a Palenque por nuestra cuenta nos iba a salir a cerca de 500 pesos. Con organización eran cerca de 800 pero también podíamos hacer paradas y ver un par de lugares a los que teníamos ganas. Y tomar luego Palenque como base para alguna escapada.

Antes de despedirnos de Sancris, subimos a la Virgen de Guadalupe. Más que una misa aquello era una fiesta. Bailoteando, manos para arriba, manos para abajo, el personal andaba celebrando la grandiosidad de Dios bajo la atenta dirección de un showman (o un cura!?) que llevaba la voz cantante (de forma muy apropiada). Mientras el sol se ponía, nosotras bajábamos los 72 escalones del templo y veíamos asomar algunas nubes poco amigables.

Sancris se puso a llorar en nuestra última noche. 


 

San Cristobal de las Casas, un paseo infinito

Lo prometí y lo cumplí. Podíamos dormir hasta hartarnos.

Después de varios días de la Ceca a la Meca, sin descansar de forma apropiada y tras los tropiezos de salud, Sancris nos daba la oportunidad de un respiro. Nos fuimos agotadas pero felices la noche anterior y Areia empezó a abrir los ojos cerca de las 10. No había prisa, ni horarios, ni casillas que "ticar". 

Caer en casa de la señora Mari fue el punto ideal para empezar el día. Su desayuno no sólo levanta a un muerto por apenas 40 pesos (la mujer insistió incluso en que nos lleváramos el "pan regional" que iba incluido en el pack por si nos quedábamos con hambre), ni tampoco por sus jugos verdes o por su café "majamuto". La señora María es todo un personaje. Llevaba un pequeño cabestrillo en la mano y le pregunté qué le había pasado. A sus posiblemente 60 años largos,la mujer había cogido una pesa  demasiado grande en el gimnasio y se había desequilibrado, lesionándose levemente los dedos. Su forma de hablar, de comentar lo "riquisísisisimas" que estaban las cosas, de hacer un márketing divertido y hasta genuino de sus productos, nos tenían a ambas entretenidas y super alimentadas. Salimos cebadas de su puestecitos por menos de 100 pesos y con jugos saliéndonos por las orejas.

Primera parada: museo del cacao. Areia había oído de refilón que podías hacer tu propio chocolate y eso le abrió los ojos y le disparó las pupilas. Debo decir que no es un error de información, pero sí que puedes meter mano al cacao previo desembolso de 250 pesos y en talleres ad hoc. Nosotras nos conformamos con aprender más sobre el valor de las semillas (sentimental, histórico y práctico), el consumo de chocolate mundial (chicos, España "sólo" cubre el 4%... habrá que ponerse las pilas) y ver algunos artifactos curiosos. 

Dado que la entrada también incluía el Museo del Jade, nos fuimos también a ver algunas copias (no existe ningún original) pero al menos las pequeñas explicaciones de los guías (gratuitos) merecían la pena y daban a conocer algunos detalles de estas piedras desconocidos para nosotras.

Cerramos el cupo de museos en general y abrimos el de iglesias, dando una pequeña tournée por los templos más característicos. Todos ellos tienen como cosa común y curiosa un tejado de madera interior que cubre la nave central. La mayoría del s. XVI y muy al corte colonial, suelen ser de tres naves, muy retocadas y repintadas cual pastelón o cupcake y llenas de los santos más tétricos y extraños. La religión en México incluye mucho culto a todos estos personajes, a cual más peculiar, y su devoción llega a ser casi obsesiva.

Desafiando el calor, ascendimos con calma los escalones hasta San Cristobal. A 2000 metros de altitud todo cuestar un poco más, pero lo mejor no fue la iglesia - que no pudimos ver por estar cerrada- sino la vista y la calma que se respiraba desde la altura. 

A pesar del pateo, apenas teníamos hambre, pero la incursión al mercado José Castillo, al norte de la ciudad, acabó por convencernos y nos pedimos un caldo. Mi fascinación por esos centros de comercio es inevitable. Es donde se reunen tradición, gastronomía, costumbres y, sobre todo, olor y color en extremo. El interior del edificio estaba empezando a ser despejado. Las carnicerías, pescaderías y abarroterías en general estaban en proceso de limpieza pero el exterior todavía bullía con los cientos de campesinos independientes que traen a diario su pequeña cosecha para vender lo poco o mucho que hayan recolectado. Las mujeres, con sus típicas faldas gruesas (la gran mayoría de pelo negro muy grueso, otras de lana negra con alguna raya) esperaban pacientemente y agazapándose en la sombra a finiquitar sus productos. El trajín era incesante y las combis, girando, pitando, llenándose y vaciándose alrededor, añadían más trafico a la escena.

Regresamos a Santo Domingo, que pudimos ver la noche anterior y nos dejó impresionadas. La iglesia impresiona por fuera más que por dentro y el mercado de artesanos que la rodea, a pesar de engullirla, la convierte también en el corazón de una vida alternativa.

Poder hablar con los artesanos es también todo un lujo. Algunos son fijos y habitantes de San Cristobal, pero otros muchos son "vagamundos" que trotan sin parar de uno a otro lado y van viviendo al día con lo que sacan. Y son tremendamente felices con su elección. 

Cayendo la tarde, nos acercamos un momentito por casa para dejar algunas cosas y calzarnos nuestras bufandas. Durante el día, Sancris tiene una temperatura muy agradable, pero en el momento se pone el sol, una chaqueta o un jersey gordito se agradecen enormemente. 

Areia seguía teniendo fijación por los caldos y habíamos visto un sitio la noche anterior que nos gustó, "el Caldero". Y no defraudó. El tazón tenía tanto de rico como de inagotable. Pudimos con ambos. Y debimos dar un pequeño paseo para bajar el atracón. 

No es difícil quedar fascinado, bien con la vida del mercadillo nocturno de la plaza del Comercio o los espectáculos callejeros. Un hombre estaba "zapateando" en medio de la plaza y explicando cada uno de los pasos. Nos tenía fascinadas, así que nos quedamos hasta el final. 

Sancris es todo un lujo, de principio a fin. 

¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)