Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Phnom Pehn. Ruidos y silencios.

A veces no entiendo si los humanos somos realmente humanos y nunca deja de sorprenderme la capacidad de crueldad, maldad y mala leche que podemos llegar a tener. Aquel que es tu vecino, el señor a quién le compras la verdura, la señora del kiosco o incluso tu amigo o incluso tu familia, se pueden convertir en tu peor pesadilla. Sin saber por qué, un individuo puede llegar a unos niveles de enajenación fuera de cualquier margen entendible. Y eso, como en muchas más partes del mundo, es parte de la historia de Camboya.


Nos habíamos despertado pronto. Aunque el despertador sonó inicialmente a las 6, no fue hasta las siete que estábamos sentados desayunando. Directos a la estación de buses para tener una idea de horarios, precios y empezar a concretar, acabamos comprando el billete para Battambang, dándonos margen hasta las 15.30 para dar una vuelta por la ciudad.


Nuestro destino principal e inicial era, como no, el mercado central. Llegamos a primera hora, cuando toda la materia prima empezaba a ser distribuida, cuando llegaba le pescado fresco, los cangrejos aún escapaban de las cestas, las langostas amenazaban con las antenas. El olor era intenso pero agradable y evocador, mezclándose la dulzura de las frutas con la ligera acritud de las carnes, siempre faltas de refrigeración. Los reyes del mercado eran, sin duda, los mariscos, cuidados y mimados en extremo, cubiertos de hielo, mantenidos con una frescura extrema. El trajín de cambio era constante y los vendedores estaban al quite de todo lo que iba llegando.


El Psar Thmei es un gran edificio de cúpula central con cuatro brazos, inmenso, amplio y luminoso, donde el abigarramiento de puestos no molesta o da sensación de agobio. El tramo central está ocupado por las joyerías. Es curioso ver la cantidad de colores, brillos y luminosidad que desprenden todos los muestrarios. No veréis en muchos sitios tantas joyas por metro cuadrado (eso sí, la gran mayoría pura bisutería y totalmente falsas) ni tanto reloj "suizo" en pilas de cientos. Estaban todavía abriendo los puestos, colocando delicadamente cada collar, cada anillo y cada pedrusco.


Empezaba a calentar el sol a la salida del mercado y, previendo lo que podía venirse encima, tomamos un tuctuc hasta la zona del Palacio Real, complejo que queríamos visitar sobre todo con la intención de ver la pagoda de plata. Vestidos para la ocasión con manga (cosa que se lleva bastante mal cuando amenazan más de 30 grados a la sombra) y cierta discrección, nos perdimos por los edificios majestuosos y los jardines inmaculados que componen el complejo real. Una gran parte está vetada al público ya que es residencia del rey Sihamoni y hasta ella se acercan personajes de alta alcurnia pero sí se puede ver pabellones, salones y exposiciones que dan una idea de la vida que puede transcurrir entre tan magnas paredes.


Lo que más sorprende por su exceso es la pagoda de plata. Debe su nombre a las baldosas que la cubren, de plata pura y que pesan más de un kilo cada una. Sólo han dejado al descubierto algunas para que se puedan contemplar. El resto yacen bajo la moqueta para evitar que tanto paso las desgasten. Lo que sí erosiona es ver la cantidad de oro, diamantes y pedruscos que hay por metro cuadrado. Lo que tenía de falsete el mercado, lo tiene aquí de autenticidad. Un buda de tamaño real, 90 kilos de peso y cerca de 2.500 diamantes se sitúa en el centro de la sala (el de la frente de 25 kilates). Las vitrinas albergan cientos de figuras, cajas, pipas, contenedores, donaciones diversas todas ellas como poco de metal precioso y, en su mayoría, salpicadas de pedrusquillos.... Una profusión de riqueza exagerada que pone los pelos de punta. Y a la cual no se puede hacer ni una fotografía.

El palacio estaba invadido por grupos de visitantes, casi todos octogenarios bien orientales o norteamericanos. Los pobres (sobre todo estos últimos) sufrían terriblemente los avatares del calor y se iban sentando buscando las sombras de los árboles...

No nos entretuvimos mucho más que viendo algunas exposiciones que nos parecieron más ilustrativas y cercanas a la realidad. A las 11 estábamos en la puerta debatiendo indecisos pero la aparición espontánea de Pea nos animó a acercarnos a Choeung Ek. A priori confieso que no me convencía la idea puesto que, aunque es una parte fundamental de la historia del país, lo de los campos de exterminio no es algo que me aporte muchas alegrías.

El lugar está a unos 15 kilómetros de la ciudad y el paseo en sí por sus calles hasta llegar allí merece la pena para calibrar su pulso. Una vez en el sitio, el lugar en sí no destaca por nada especial. Más bien tiene el aspecto de un lugar apacible de picnic. La entrada cuesta 5 dólares e incluye una audioguía de esas tan "in" que ves en tantos museos europeos. La verdad es que el cacharrito merece la pena al 100%. Explica con detalle (incluso diría que se deleita en demasía) todo lo que allí ocurrió, muy bien narrado, fácil de usar y te da una visión cruda y realista de lo que ocurrió a partir del fatídico 17 de abril de 1975, con el alzamiento de Pol Pot y los jemeres rojos.


El recorrido empieza por el lugar donde los camiones descargaban a los recién llegados, en su mayoría de la carcel de la ciudad, donde les decían que iban a un mejor lugar o a reencontrarse con su familia. La cruda realidad era muy distinta y poca gente salía viva de Choeung Ek. Las atrocidades descritas, los restos todavía yacientes en el terreno (tras las lluvias aún resurgen jirones de ropa, restos dentales, fragmentos de huesos diversos) y las historias terroríficas que puedes escuchar de boca de sus protagonistas te ponen los pelos de punta. Contrasta el lugar, aparentemente tranquilo y relajante, con toda la historia que subyace. Acabé con un sofocón, llorando a moco tendido sentada en un banco, angustiada por la realidad de que todos los seres humanos somos monstruos en potencia y podemos llegar a cometer auténticas barbaries en nombre de cualquier cosa. Lo que además acaba de encenderte es ver que la gran parte de responsables detrás de todo aquello se salieran de rositas y además tuvieran apoyo internacional. Cada vez me horroriza más el hecho de que los intereses económicos estén muy por encima de los humanos.

Regresamos a la capital algo callados y reflexivos, pero para subir el ánimo, nada mejor que una inmersión en nuestro mercado favorito. El tiempo requería invertir en unas sandalias, ya que habíamos salido de casa con zapatilla cerrada y calcetines, y el calor empezaba a apretar esos días. Ataviados con nuestras flamantes (e idénticas) alpargatas, nos dimos un pequeño festín de marisco y pescado a la parrilla.

El bus salía a las 15.30, con lo que nos acercamos a recoger las mochilas al Billabong, ese oasis de tranquilidad en el centro del huracán de Phnom Pehn. El vehículo no llegaba a estar lleno pero puntualmente salía en dirección noroeste, hacia Battambang. Nos quedaban dos horas de luz, en las que pudimos disfrutar de la carretera, además de esas magníficas series de humor camboyano donde un par de seres esperpénticos se ponen a dar gritos, a hacer extrañas carantoñas y gracias indescriptibles. Cuando ya se hizo de noche, el programa cambió y entonces llegó el karaoke. Por suerte no viene con micro incluido sino que el castigo está sólo enlatado y llega en forma de canción. Incluso es divertido poder ver el magnífico vestuario, la trabajada coreografía y las dotes de actuación de los cantantes. Lo que más nos llamó la atención fue que, después de este entretenidísimo programa, nos pusieron al final Rambo IV, una película ambientada en Myanmar y que tiene mucho en común con el pasado oscuro de Camboya. Tal vez porque veníamos de una experiencia algo traumática pero nos pareció muy fuera de lugar. Por suerte para todos, el vídeo empezó a fallar y nos castigaron sólo con unos 20 minutos de rodaje.

Eran pasadas las 23 cuando llegábamos a Battambang. El hotel que nos habían recomendado estaba lleno, pero topamos con la Lux Guest House, un establecimiento barroco y algo hortera, pero limpio y conveniente por su disposición y ubicación. Nos esperaban unos días de cierta tranquilidad en Battambang, de visitar la ONG Fundación Agua de Coco y de poder disfrutar con esta ciudad, un reducto todavía carente de un turismo de masas, con algunas atracciones modestas y sin aspavientos pero, ante todo, con un carácter genuino y tranquilo que nos enamoró.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Good morning, Vietnam. Good evening, Cambodia!!

Amanecer a las 4.15 es lo último que uno se plantea cuando esta de vacaciones. Si tuviera que trabajar, estaría grunyendo hasta el último minuto pero como dicen que sarna con gusto... Pues ahí andábamos, tomando un taxi al aeropuerto a las 4.30, con nuestras flamantes tarjetas de embarque POR FIN impresas (ayer fue todo un logro conseguir tenerlas impresas y lo consiguió el recepcionista del hotel a base de paciencia y mano izquierda) para, total, tener que pasar por el check in de igual forma, cambiar el asiento y hacer los procedimientos de forma totalmente tradicional. Conclusión: la facturación online no tiene ninguna ventaja, mas que conocer a todos los recepcionistas de la contornada y aprender que algunos programas de windows son incompatibles...


Hemos volado en un megacacharro de Vietnam Airlines, un B-777-200 con capacidad para mas de 300 personas, todos los lujos del mundo y tamanyo de asiento XXL. UN vuelo de casi dos horas (es casi como ir a París) en el que hemos disfrutado de todo entretenimiento. Un lujazo!



La llegada a CHCM, Ho Chi Ming o Saigon ha sido sobre las 8.30, hemos querido tomar un bus local para ir al centro. Nos hemos hecho entender con el conductor, que tras pegarle casi un pellizco a Miguel en la pata para avisarnos, nos anunciaba el fin de nuestro recorrido. Queríamos tomar el bus hacia Camboya, hacia la capital, Phnom Pehn, y sabíamos que había una zona de donde salían la mayoría, así que las indicaciones y la amabilidad vietnamita, nos han llevado a buen puerto. Justo a tiempo, además, para salir a una hora decente. Hemos comprado el billete y aprovechado para proveernos de algo que comer. A mi se me ha antojado un "bahn", un bocata local con harina de arroz y con el interior de carne y huevo. Sabe mucho mejor de lo que suena y luego hemos ido probando algunas variantes (en Camboya también es un clásico) que están igual de ricas.


Hemos salido a las 10 en un trayecto de 6 horas. Ho Chi Ming seguía igual de caótica, inundada de motocicletas, con un caos tremendo de tráfico pero con ese orden establecido en el que nadie se inmuta.


No puedo contar mucho de la primera parte del viaje, más que ha sido algo "monótona", sobre todo porque tanto Miguel como yo hemos sucumbido y abierto los ojos sólo cuando el revisor nos ha avisado de que habíamos llegado a la frontera. Eran pasadas las 12 cuando realizábamos los trámites en Moc Bai, de forma fácil y ágil, ya que nosotros habíamos entregado los pasaportes, el dinero y prácticamente no hemos tenido más que poner los dedos para dejar las huellas. Por cierto, nos han dejado atónitos con el sistema de seguridad en la frontera camboyana. No lo habíamos visto más que en EEUU (eso de tener que poner las huellas de forma electrónica!!!) y más flipados aún cuando el de la zona de "cuarentena"nos ha puesto un aparatillo en forma de pistola a 10 cms de la garganta, le ha dado un clic y nos ha dicho que estábamos estupendos. No sabemos si es genuino o un numerito pero impresionar, impresiona...


Tras la frontera tocaba una paradita a comer, así que el arroz con verduras y pescado (en mi caso me he tirado por las gambas) no se nos ha podido resistir. Apenas 20 minutos para descansar y estirar las patas, pero tanto la carretera como el vehículo lo hacían todo fácil.


Lo que nos ha llamado poderosamente la atención ha sido que, nada más pasar la aduana camboyana, aparece un "Vegas" peculiar, lleno de casinos y hoteles de lujo que se expanden durante un par de kilómetros. No hemos podido averiguar mucho al respecto, pero intuímos que el juego es ilegal en Vietnam y han puesto decenas de garitos cerca de la frontera para que los vecinos pasen a dejarse los cuartos... El vicio tira mucho!!!


Eran cerca de las 16 cuando llegábamos a Phnom Pehn. El sol estaba bajando ya pero seguía haciendo calor. Cargados con las mochilas (por suerte seguimos siendo escuetos en equipaje) hemos paseado por la capital buscando el hotel que habíamos reservado. Orientados medianamente por el mapa que habíamos conseguido y con alguna ayuda local, hemos llegado al Billabong, un oasis de calma en pleno centro de la capital, con jardines, verde, sombras y hasta piscina!!! Un rincón tranquilo y relajado, sin apenas más sonido que algunos pájaros y algún altavoz sedicioso de una escuela cercana. Una maravilla!!


A todo esto, andábamos sin rieles, la moneda local, con lo que acudir a un cajero parecía prioritario. Lo hemos intentado en varios, pero, estupefactos, nos hemos visto que sólo podíamos sacar dólares. Luego hemos averiguado y entendido que aquí el dolar tiene estátus de moneda oficial. Muchos precios se establecen en la moneda americana, y el riel, aunque existe y es usado en ámbitos más locales, está supeditado al cambio del dólar.


Finalmente sacamos dólares y encontramos lugar donde cambiarlos. Las agencias de viajes lo hace felizmente y con una buena comisión. Pero no estábamos nosotros como para exigir mucho en esos momentos, ya cansados de dar vueltas y con ganas de asentarnos un pelín.


Phnom Pehn (pronunciado Penompen), a pesar de ser la capital de Camboya no tiene la sensación de una megalópolis asíatica, sino de una ciudad media. Cuenta con dos millones de habitantes y, aunque es caótica y - como la gran mayoría de núcleos aquí- carece de aceras para peatones (las hay, pero las usan motos, maniquíes y otros seres diversos), se hace bastante agradable y relajada.


Como es también habitual, las calles están divididas en sectores, en gremios. Una de ellas con miles de farmacias y clínicas dentales. La otra con joyerías. Una más allá con tiendas de moda. Y, como no, la más cercana a la zona del río, con un prostíbulo más otro. El eufemismo de "masajes" no llega a esconder tras las luces y otras pequenyas pistas (nombres como Red Fox, Pussy Cats, Hot Pussy o cosas por el estilo) lo que hay detrás de esos locales donde tanto clientes nacionales como una ristra de extranjeros (lo cual resulta tremendamente penoso) van buscando tras los neones. El tema de la prostitución infantil en este país es muy grave, como el de la explotación de ninyos en general. El papel de la mujer todavía tiene mucho que avanzar y la necesidad económica lleva a muchísimos padres a vender a sus hijas con edades de hasta 9 y 10 anyos entre 50 y 200 dólares (mayor cantidad para las vírgenes, ya que están libres de SIDA y, además, según creencia local, proporcionan vigor al hombre que está con ellas).


Por suerte, unos metros más allá el panorama era un poco más animado y divertido. Decenas de senyoras y algunos jóvenes seguían a un cachas local a ritmo de aerobic en una esquina. Poco más allá otro monitor daba clases de hiphop y unos metros más adelante, otro daba también ejercicios aeróbicos algo más complicados. La zona del margen del río es una zona de deporte y relax por la manyana y entrada la tarde. Una serie de aparatos de gimnasia completan el panorama, junto a ninyos patinando, otros jugando al teto (un deporte local con pelota) y otros haciendo jogging arriba y abajo el paseo...


Tras unas cuantas vueltas y después de cogerle el pulso a la ciudad, queríamos cenar en el mercado central (Psar Thmei) , cerca de nuestro hotel pero al llegar hemos visto que estaba cerrado. Al final hemos visto un chiringuito en la calle que nos ha convencido y nos hemos dado un banquete con arroz frito y ancas de rana por un lado y un plato de "mie hor"con marisco, una mezcla de fideos de arroz y verduras que estaba exquisita.


Para beber tanto aquí como en Vietnam, todos los puestecitos de calle tiene unas jarras de té jazmín, algunos helado, otros naturales, que te puedes ir sirviendo mientras comes. Si quieres algo más exótico, también puedes pedirlo. Nosotros hemos acabado la comida con un batido de mangostán y otro de papaya. Todo un lujazo!! De momento no hemos pisado ningún restaurante, sino que seguimos comiendo en mercados y puestos de calle, con lo que nos conformamos con imaginar lo que comemos, ya que no están de ninguna manera "etiquetados". Siempre es una sorpresa pero, sobre todo, siempre es un placer, porque está todo riquísimo!!!!!!!!!!!!


Cansados y derrotados de andar todo el día de arriba a abajo, caímos muertos en esa cama con sábanas de seda y ventilador apartando malos suenyos de nuestro estupendo Billabong.


Felices suenyos, Camboya!!!

domingo, 27 de noviembre de 2011

Una nueva aventura... y no solo geografica


Tenemos un jetlag demoledor. Miguel, de hecho, ha caido sobre la inmensa cama del hotel y me da pena apurarlo pero es casi mediodia en Hanoi y en pocas horas se hara de noche. Yo he sustituido el suenyo por 4 peliculas y unos cuantos sudokus. Que remedio!! Soy incapaz de dormir en los aviones y, para el colmo, lo que inicialmente parecia que iba a ser un vuelo cansino e interminable con Areroflot, ha resultado ser de lo mas agradable y placentero, con un menu de entretenimiento interminable y buenas opciones.

Esta vez siquiera iba a plantearme escribir el blog. En realidad no es un viaje de Despendoladas en sentido estricto, sino que el Infiltrado y la que escribe han đecidiđo dảr un paso y celebrarlo con dos semanas de vacaciones y, como no, con una escapada lejana y exotica para alejarnos del mundanal ruido.

Ya somos, formalmente, los senyores de Roncero... No hemos pasado por capilla, pero si por juzgados y queriamos celebrarlo con una escapadita.

Y aqui estamos, en Hanoi, tratando de ubicarnos y situarnos en esta fantastica parte del planeta.

Tenemos un nuevo reto por delante... Y mas ilusion que nunca!!!!!!!!!!!!!!!!!!

¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)