Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

viernes, 29 de marzo de 2013

Lali, Lali, Lali, Lalibela


Lalibela amanecia sin prisas y con un soleado dia. Nada mejor que unos huevos revueltos, una crepe y, oh, cielos, unas torrijas. La verdad es que la cocina del Blue Lal es exquisita (eso si, un pelin cara para nuestro estandar). Momento ideal tambien para hacer la colada. Lo mejor, oir las risas del vecindario cuando me vieron colgar los tangas en la cuerda comunitaria. Me pregunto si es por las banderitas que llevan o por los nudos que hago para que no se caigan. Al menos ya tenian tema de conversacion para esa manyana.

Despegándonos de la cama
Nos acercamos a ver como estaba el asunto del vuelo en el que nos habian puesto en lista de espera. Ahi seguia, tan estatico como el pais. De hecho, el amable hombre de la aerolinea nos confeso que hasta 24 horas antes no desbloqueaban las plazas. Eso nos dejaba con el culo al aire. Pensamos dejarlo correr y seguir la marcha que habiamos llevado. Eso significaba dos dias mas de trayectos y la posibilidad de perdernos la carrera que teniamos planificada para el dia 2, pero no teniamos muchas mas opciones.

Decidimos pasear por la ciudad, ya que tambien habiamos desechado la idea de visitar las estupendas, maravillosas, archiconocidas y bautizadas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, iglesias de Lalibela. En el pasado se daba la voluntad al sacerdote. Hace unos anyos se establecio la tarifa de 300 birrs (unos 12 euros) y el pasado mes de enero el gobierno decidio poner un unico precio de 50 dolares por cabeza (los ninyos, generosamente, pagan la mitad). Eso significaba mas de 100 euros de nuestro presupuesto. El equivalente a dos dias. Y, la verdad, ya teniamos asignada esa cantidad a otra idea mas atractiva. Sabemos que Lali es el mayor gancho de Etiopia. Miles de turistas vuelan anualmente para disfrutar de su valor artistico. Nosotros ibamos a ser la excepcion.

Lalibela centro
Nuestro hotel estaba en la parte alta. El centro es considerado aquello mas cercano a los bancos y la zona postal (nuestros ayuntamientos e iglesias). El resto de la poblacion de distribuye alrededor de las 11 iglesias, siendo la ciudad mas extranya y poco ordenada que se pueda visitar.

Empezamos a descender hasta la parte baja. En pocos minutos teniamos ya el primer ninyo pegado a rueda. Al cabo del dia acabariamos por aprender el guion. No sabemos si viene en el manual del lalibelano corriente o lo han aprendido en internet, pero la cosa viene a ser asi:

- Bienvenidos a Lalibela. Que tal, de donde eres?
- Espanya.
- Espanya, capital Madrid. Me se todas las capitales europeas (doy fe, a uno le pregunte hasta la de San Marino, Andorra y Vaticano, y el tio flecha las acerto!!!!)
- Si.
- Soy estudiante de X curso. Soy muy listo y quiero ser doctor (aqui hay versiones con ingeniero de caminos, agricola y otras lindezas) para ayudar a mis compatriotas y salvarlos de enfermedades (o, para el caso, que puedan desplazarse, tener agua o regar las cosechas). Mi familia vive en el campo, a mas de 60  (40, 60, 80, ....) kilometros de aqui, y yo vivo con mi tio/abuela/hermana/en la calle, voy al colegio por la manyana/tarde y luego trabajo de limpiabotas.

Post office

Despues de una larga perorata donde te cuentan estos detalles y otros mas sobre su vida diaria, a veces aderezado con alguna gracia o anecdota, viene el cogollo de la cuestion...

- Necesito con urgencia un diccionario/libro y no puedo pagar los 150 birrs. Vamos a la libreria y me lo compras o, si no tienes bastante  me das 100, que yo he ahorrado 50. Aqui las variantes son diversas. Tambien puede ser el uniforme, unas zapatillas para correr o cualquier otro adminiculo.

- Si no tienes dinero ahora, no pasa nada, me lo mandas desde tu pais y te conviertes en mi segunda madre (indefectiblemente te piden el mail, el telefono y si es necesario, tu numero de cuenta)

Reconozco que la primera vez incluso te afecta, te sientes mal y empiezas a meter la mano en la cartera pero cuando al cabo del dia escuchas unas 15 historias similares, acabas por tomartelo a cachondeo. Y, sobre todos, huyes de todo aquel chaval cercano a la adolescencia. No dudo que no haya parte (o todo) de verdad, pero desgraciadamente no es la manera mas adecuada de hacerlo. De hecho, el gobierno justifica la subida da las entradas a Lalibela para poder mejorar sus infraestructuras y ofrecer a sus ciudadanos mejores condiciones. Con el tiempo y la experiencia hemos aprendido que no puedes ayudar de forma individual y que es preferible canalizar las ayudas por medio de un organismo centralizado que las reparta equitativamente.

El dia el Lalibela prometia hacerse algo interminable.

Por suerte pudimos avanzar con nuestras gestiones, pasar por la oficina de TESFA y organizar nuestro trekking para los siguientes dias. Estabamos entusiasmados. Con tranquilidad y nuevas energias emprendimos camino hacia la parte alta y nos paramos a comer en el Kedemt cafe. La duenya resulto ser una senyora estupenda. No nos saco ni la carta. Nos planto una fabulosa injera con salsas caseras. Detras nuestro, un grupusculo de espanyolitos compartia una tortilla francesa y no paraban de pedir pan para untar una caja de quesitos El Caserio. Pasamos media tarde en companyia de Memekia, a quien acabamos tambien comprando algunos detalles. Nos sirvio un fantastico cafe y, ya descansados y habiendo cogido aire, nos fuimos a pasear.

Una injera estupenda
Quisimos ver la puesta de sol desde el extremo norte de la ciudad. Sobre el monticulo que nos daba sombra se elevaba Ben Abeba, la mayor aberracion arquitectonica que se pueda imaginar. Un restaurante de superlujo, idea de algun faranji excentrico que ha decidido fastidiar ese estupendo rincon con una lunatica idea imitando el Guggenheim. Un esperpento con precios caros pero el orgullo de los locales como paradigma de la modernidad.

Atardecer en Lali

Nos quitamos de encima algun Romeo, algun Antonio y quien sabe cuantos mas. Nos quedamos, eso si, con la linda y divertida Betty, que nos acompanyo de nuevo al Kedemt. Alli estaba Julie, la hija de la duenya del cafe. Habiamos quedado en pasarla a conocer mas tarde. Ella, Betty y Areia se pusieron a jugar, cantar, bailar y pegar palmas. Betty tenia una gracia natural, que contrastaba con la timidez extrema de Julie.

Areia, Betty y Julie

Visto como discurria la velada, decidimos pedir algunas sopas y cenar mientrsa las peques disfrutaban. Areia devoro su pure de tomate con tal de regresar al juego pero al rato Betty se despidio para volver a casa, y Julie tenia que plegar para madrugar al dia siguiente.

Atardecer en Lalibela

Cansados del acoso constante pero satisfechos por haber superado un nuevo dia, fuimos dando saltitos a nuestro hotel con la perspectiva de uno dias alejados del mundanal ruido. Y de esta ciudad, donde los ciudadanos y las moscas rivalizan por la medalla a la pesadez.  





De Mekele a Lalibela. Una jornada llena de sorpresas.

Estamos hechos unos verdaderos expertos en la metodologia busera del pais. Creo que, tras casi 2500 kms recorridos en transporte publico, nos van a dar el master en busologia, el honoris causa en minibusologia e incluso nos van a proponer como hijos adoptivos por la capacidad de mimetizacion que estamos adquiriendo.

4.45 toque de diana.
Verde que te quiero verde
5.00 puntuales como un reloj en la puerta de la estacion de buses. Como no!!! El senyor de la entrada esta dando ya las pertinentes instrucciones y recomendaciones viales. Por suerte parece que tenemos asignados los numeros de asientos, con lo que evitaremos codazos y aranyazos por doquier. Y, en efecto, los asientos estaban asignados, aunque tuvieron el detalle de no ponerlos juntos. Miguel acabo por quedarse delante y Areia y yo detras,  juntas en la parte derecha del vehiculo.

Parada y fonda
El paisaje de salida de Mekele nos sorprendio por su verdor. Etiopia esta lejos de esa imagen desertica que muchas veces se nos ha quedado en el subconsciente al pensar en pobreza y hambrunas. Y estamos en epoca seca. Este pais tras las lluvias debe tener aspecto de vergel. Las parcelas de las casas estaban en este tramo especialmente valladas por inmensos tramos de cactus y entre la vegetacion se alternaban los sempiternos eucaliptus con las tipicas acacias africanas, dos arboles contrapuestos, puesto que el primero precisa de un aporte inmenso de agua (de hecho les sirve para secar los periodos de inundaciones) y el otro resiste largas temporadas de sequia.

Assssucar...

A las 9.30 hicimos la primera y unica parada para repostar. Desayunar injera con salsa picante y spaghetti con tomate especiado no suena como ideal, pero cuando se viaja es un manjar estupendo, sobre todo si se remata con un cafe etiope.

Esperando a subir de nuevo llego una caterva de "hombres manta" tratando de vender a todo quisqui los tejidos locales que lleva todo el mundo al ristre. Los que venden son mayormente blancos. Los que lleva la gente se camuflan ya con el entorno y ni la mayor aportacion de Neutrex las salvaria de la quema.

Total...
Otro rasgo comun de las carreteras, los vehiculos volcados. Primero, un camion de Total con la cisterna cruzada en la calzada. Por suerte tuvo la deferencia de dejar un hueco para pasar. Un poco mas adelante, un trailer con maderas todas esparcidas. En este caso habian improvisado un pequenyo desvío para poder continuar.

Algunos palitos cayeron....
Llegamos a Woldia rozando el mediodia. Nos tiraron -literalmente- en medio de la carretera diciendo que para Lalibela teniamos que bajar ahi. Preguntamos y nos dijeron que mas adelante teniamos la estacion de minibuses. Bienvenidos de nuevo a la pelea diaria. Ya para empezar querian que ocuparamos dos asientos, asi, sin mediar mas. Nos pusimos algo farrucos y dijimos que, asi sin anestesia, preferiamos tener uno por trasero (a sabiendas de que la cosa cambiaria mas adelante). Luego vino el toma y daca de la tarifa. Teniamos una referencia, por lo que nos negamos a pagar mas. Prueba superada.

¿Unas zanahorias recién cogidas?
Al cabo de dos horas llegamos a un cruce de caminos, un pueblo llamado Geshena donde todo parece ir a parar. El conductor nos tiro a todos y nos dijo que parabamos media hora. El vehiculo desaparecio, dejandonos con cara de tontos siguiendo con la vista nuestras mochilas. Luego lo vimos pasar. Y volver a desaparecer. Y pasar otra vez. Realmente no sabiamos que estaba pasando. Imaginamos que estaria buscando pasajeros para completar. Pasada la media hora no habia signo de la furgoneta. Nos dijeron que fueramos hasta otra parte del pueblo. No entendiamos nada.

Al final, alli estaba. En un pequenyo rincon junto a otras furgonetas, esperando a todos para subir y emprender la marcha.

Pero en tres minutos habiamos vuelto a parar. Un grupo de lugarenyos se agolpaban para conseguir transporte. El conductor empezo a pegar gritos a diestro y siniestro. Subian 8 o 9 tipos. Volvian a bajar. Les oiamos contar en amarico. Los tiraba. Se escaqueaban y volvian a entrar. El conductor paro el vehiculo y todos empezaron a sacar los dientes. Tras quince minutos de discusion (entretanto habian subido una cama entera al techo) todos los seres vivientes de los alrededores se hicieron hueco en el vehiculo. 12 asientos. 22 traseros adultos. El agobio personalizado. Y por delante la carretera de asfalto se habia acabado. Tres horas de pista a paso cansino (imposible tomar curvas con velocidad cuando el personal se sale por las ventanas) hasta llegar a Lalibela. 68 kilometros bajo el calor de la tarde en un amasijo de carne y sudor.

La llegada a Lali no fue menos caotica. La ciudad es, cuanto menos, incomprensible. Nos dejaron en lo que ellos consideran centro (donde estan los bancos y correos) y, cansados y sin ganas de discutir, la habitacion del Blue Lal con ducha caliente, sabanas limpias y promesa de una buena cena nos parecio espectacular. La verdad es que la sopa de lentejas y la pizza con queso local merecian la pena. Incluso nos permitimos el lujo de tomarnos una crepe con miel para endulzar nuestra llegada.

Para poder dormir a pierna suelta y sin interrupciones le pedimos al recepcionista matamosquitos. Miguel aparecio con un ambientador con olor a sandalo. Tal vez a los insectos etiopes les provoque alergia. Por si acaso, lo cambiamos por el matacucarachas. Ese casi acaba conmigo y con mi garganta, pero finalmente logramos dormir lo suficiente para coger con ganas la siguiente jornada en Lalibela.

Mekele, cruce de caminos. Decidiendo nuestro destino.

Despues de mirar las opciones para salir de Wukro (con pena y pereza, todo sea dicho de paso), vimos que el primer paso era, necesariamente, viajar a Mekele, a unos 45 minutos en minibus. De ahi las posibilidades para llegar a Lalibela eran diversas, pero lo dejabamos en manos de la suerte y los buses de larga distancia.

A las 7.15 en el desayuno aprovechabamos para ir despidiendonos uno por uno de todos aquellos que habiamos conocido en este par de intensos dias en Wukro. Cada una de las personas con la que hemos compartido nuestros momentos son autenticos lujos de humanidad.

Tras recoger nuestra habitacion, abrazar con ganas a aquellos mas cercanos y seguir sonyando con un mundo mas justo y mejor, la estacion de buses nos esperaba. En apenas unos minutos estabamos subidos en un minibus direccion Mekele.

Una carretera facil, bien asfaltada y con algunas incomodas curvas en el tramo final nos dejo en la capital de Tigray. Mekele es TAN diferente a Wukro!!! Estar en esta ultima es un autentico relajo, un oasis de tranquilidad, donde todo el mundo es encantador, amable, bien considerado y donde el blanco no es ese tipo de patas peludas, palido y de extranyos andares, que lleva siempre algo colgando y que realiza extranyos gestos y sonidos incomprensibles.

Mekele es la capital de Tigray, un pequenyo caos de trafico donde incluso hay coches particulares (rara avis en Etiopia), mayor apertura y mucha gente joven, dado que es centro universitario de la zona. Lo primero que hicimos fue buscar un hotelito cerca de la estacion, aparcar las mochilas y situarnos.

Teniamos opciones abiertas. La primera, ir a Lalibela y hacer un trekking tal como habiamos planificado. Plan B, tal vez irnos al este del pais y acabar en Harar. Dos alternativas muy distintas. Todo ello pasaba por acercanos a Ethiopian Airlines y ver si era factible retornar con un vuelo y ahorrarnos dos dias de carretera. El orden en las colas etiopes es muy divertido. Es como jugar a las sillas pero sin musica. La gente se sienta en las patas correspondientes y, cuando el turno avanza, todos se levantan y se cambian de asiento. Es una forma estupenda de no aburrirse mientras tienes delante a 20 personas.

Los tramites para volver de Lali en avion eran casi imposibles. Lista de espera con escasas oportunidades. Vimos opciones para ir a Harar pero los tres dias de ida no nos los quitaba el Tato.

Amenazaba tormenta y teniamos algo de hambre, asi que vimos un lugar llamado Pizza Cozy que nos llamo la atencion. Para variar algo redondo tambien pero que no se doble al cogerlo...

Nos recibio una moza estupenda, moderna y ajustada, con un peinado a la ultima y hasta sombra de ojos. Nos explico que no habia luz y que nos podia ofrecer algunos spaghettis. Al final aqui se come lo que se puede, mas vale no mirar la carta.

Mientras pegabamos el bocado el cielo se torno negro y cayo, no solo una intensa tormenta, sino que nos regalo algo de granizo. Como suele ocurrir, fueron tan solo algunos minutos pero provocaron algunas inundaciones en lugares poco aptos para caminar. Aprovechamos para tirar la moneda a cara y cruz, optando finalmente por jugar las cartas hacia Lalibela. La opcion de caminar por la montanya y hacer algo fuera del entorno urbano nos llamaba mas la atencion.

La tarde, entre charcos y el trajin vespertino de toda ciudad que se digne, paso calma y con los pasos precisos para organizarnos. Intentamos buscar un telefono para averiguar algunos detalles y al final un amable senyor nos presto su movil para hacer la llamada, sin pedir nada a cambio y, como bien dijo el, "para daros servicio". Aqui hay gente verdaderamente adorable!!

Nos habiamos quedado con ganas de pizza y de repetir la increible amabilidad del lugar de la manyana. La moza puso una cara mezcla de alegria y sorpresa cuando nos vio aparecer. La comida realmente valia la pena y la segunda incursion merecio el paseo para disfrutar de la pizza vegetal mas autentica y genuina de las que hemos probado.

Y para postre, acostarse medianamente pronto (nos cuesta hacerlo antes de las 23) para levantar el trasero poco despues de las 4.30.

Hacia Lalibela!!!


martes, 26 de marzo de 2013

Abuna Yamata: vertigo, risas y belleza por doquier



Habíamos revolucionado a media misión con nuestra idea de hacer una incursión en las vecinas iglesias de la zona de Tigray. Comentándolo con Mónica y Carlos, que ya conocían nuestro destino, nos convencieron mas aún de que era la excursión que mas valía la pena, así que con un poco de proselitismo barato, conseguimos que se adhirieran Bea, Segundo, Benito, Carlos y Ana. Al final salía un decente grupito de 8 personas para compartir furgoneta, horas, gastos y muy buenos momentos.

Desde el vehículo
Seguía faltándonos un pequeño detalle: coche y chófer.

Paisaje de Wukro
El domingo todo Wukro había estado sin cobertura, lo que significaba incapacidad de conectar a nadie por teléfono. El conductor de confianza de la misión tampoco estaba disponible, puesto que tenía que llevar a Ceci al aeropuerto. Solo nos quedaba apostar por la improvisación.

En el desayuno, Ángel envió a Ander con estrictas instrucciones a buscar otro conductor. Al cabo de un rato teníamos el trato cerrado. 900 birrs más gasolina (la tarifa estandar) a lo que hay que añadir la entrada a la iglesia, el gu´´ia y otras sorpresitas para ir sumando. Sobre las 9 estábamos todos listos. El minibús vino a recogernos, realizo una parada en boxes para inflar las ruedas y emprendió carretera por el camino que queda a las afueras del pueblo y lleva a la mayoría de iglesias de la región.

El trayecto atraviesa decenas de pequeñas aldeas, todas ellas construidas en madera, paja, adobe y, sorprendentemente, piedra, que no es tan habitual en otras zonas de Etiopía. Tal como habíamos observado ya, el paisaje era muy verde y encontramos una cantidad inmensa de árboles monumentales, no solo los ya conocidos “fig trees” sino también los ficus centenarios que no podíamos rodear, y cuyas ramas podían tener mas de un metro de diámetro. De hecho, estuvimos parando en varios para observarlos y hacernos algunas fotos. Como en cada camino rural, los aldeanos se pasan el día transitando de un lado a otro, llevando leña, transportando agua, pastando con los animales, paleando a los burros, recogiendo parte de la cosecha o, simplemente, yendo de un lado a otro con cualquier motivo o excusa.

Nuestro peculiar ficus
Mujer cargando leña


A medida que nos adentrábamos hacia el interior de la zona de Gheralta, la cadena montañosa que nos rodeaba era mas y mas impresionante. Increíbles macizos de diversos colores rojizos, amarillos e incluso azul verdoso (yo lo veía verde, el guía local lo llamaba azul), formaciones que parecían auténticos castillos, fortalezas naturales, torres vigía y murallas infranqueables. Pasamos también un numero amplio de iglesias, mas o menos antiguas, que fuimos dejando detrás.

Aspecto de la piedra de la zona
Nuestro destino era un pueblito llamado Megab, donde a la entrada ya se anunciaba con un gran cartel la “Gheralta Guides Association” y en cuestión de segundos ya nos habían venido a saludar para explicarnos el funcionamiento de todo el cotarro. Gabriel, que es como se llamaba el chaval que nos tocó, nos dijo que la asociación contaba con 25 socios que se iban turnando. El era nuestro guía para hoy y el precio a pagar eran 275 birrs por grupo. Como ya nos habían advertido de ciertas malinterpretaciones y abusos, me bajé con papel en mano, dibujé exactamente la magnitud de los servicios, anoté el precio y le di un firme apretón de manos, tratando de evitar cualquier malentendido posterior. La verdad es que Gabriel tenía cara de buena persona. Luego nos lo demostró.

¿Verde o azul?



Desde Megab solo 4 kilómetros nos separaban del comienzo del camino. La “ventanilla oficial” de Abuna Yamata estaba en el primer olivo sagrado, que, según la historia, estaba allí desde el siglo VI que Abuna Yamata llegó y se sentó a descansar (el pobre venia de Siria y el camino es francamente largo). Después de un ratín recuperándose, se fue hacia el segundo olivo, un poquito mas arriba, donde, al igual que nosotros, también respiro un pelín (es lo que tiene estar a mas de 2000 metros de altitud).

Lo que no nos esperábamos (o al menos algunos no estaban informados, confieso que Miguel y yo sí habíamos leído algo) era lo que venía después. La subida hasta la iglesia, que esta excavada en medio de un inmenso farallón de unos 400 metros de alto, se va verticalizando progresivamente y empieza a parecer una escalera tallada en la roca, donde con sumo cuidado hay que poner manos y pies en los huecos bien estudiados.

Habiamos advertido a Gabriel que no precisaríamos de la ayuda de los “scouts” (no, no os imaginéis a jóvenes púberes con un pañuelo al cuello), que son esos pastores curtidos que te ayudan a subir, te cogen de la mano, te pegan un empujón y te persiguen para que vayas por donde te van mandando. A cambio, como no, de una propina nada desdeñable.

Pasito a pasito

A pesar de nuestras reticencias, los señores insistieron en acompañarnos. Lo mismo que el cura de la iglesia, un aguerrido hombre, ya curtido y con su impertérrito manto blanco. El llevaba la llave, así que su presencia tenía más sentido. Nos enteramos de que no vivía arriba (un lugar un tanto inhóspito para morar, como comprobamos mas tarde) sino que subía cada vez que venía un grupo a visitar.

Saludando a los peques

Allá íbamos pues el grupo completo: nosotros 8, los 3 scouts, Gabriel el guía y el señor párroco o buen sereno, según se quiera mirar.
La iglesia está a mitad de esa roca

Cuando la cosa se empezó a poner algo cruda, hubo algún conato de deserción, pero con engaños, mentirijillas y algo de convicción logramos mantener el grupo unido. Sobre todo, con muchísimo humor y risas. Muchas veces las carcajadas eran de puro nervio y de ver como bajo nuestros pies se abrían abismos poco amables. Yo lo estaba pasando mal por mi misma pero sobre todo iba tensa viendo a Areia pasar por lugares donde un resbalón significaba no poder contarlo. Alejé al scout de su lado, que insistía en ayudarla, para ponerla en manos de Miguel, que me da mucha mas fiabilidad.

Subiendo con calma

Parecía que habíamos llegado al final (allí estaba la campana de piedra tan peculiar de estas iglesias) pero aun nos faltaba el tramo de mayor impresión. Una cámara funeraria con cientos de esqueletos precedía los últimos pasos del ascenso, sobre una piedra con apenas dos apoyos, a cuyos lados se vislumbraban unas caídas de mas de 200 metros de vacío. No apto para cardiacos. Y para rematar, una repisa de apenas 50 cms de anchura para llegar a la entrada de la cueva-iglesia.

Llegados felizmente  a la repisa
Cuando pasamos a la pequeña entrada, se nos oyó a todos resoplar. Miguel venía feliz, el último, grabando con  una mano un pequeño vídeo de la ascensión. El resto estábamos sobre las alfombras, en postura meditativa de yoga tratando de recuperar la respiración. Estábamos exultantes, felices, nerviosos, con la adrenalina a flor de piel y las energías por encima de las orejas.

Tomando aire a la entrada de la cueva
Tras reunirnos todos y escuchar la breve explicación de Gabriel, nuestro peculiar cura nos abrió la puerta y entramos en aquella fascinante iglesia, extremadamente bien conservada. Según la leyenda, el mismo Abuna Yamata subió y la construyó en un día con ayuda de Dios. Al parecer fue su hermana quien la pintó pero los historiadores coinciden en afirmar que las pinturas y todo lo que le rodea es del siglo XV, con lo que hay un pequeño margen de error en la cuestión de fechas. Los lugareños prefieren escuchar la leyenda, que es mucho mas divertida.
Frescos de la iglesia
Gabriel nos explicó uno por uno los nombres de los santos, los personajes allí dibujados y nos situó en la historia del momento. Estábamos muy a gusto en aquella sombra y escuchando historias, tratando de no pensar en lo que nos quedaba de bajada y en volver a pisar aquellos complejos pasos. Volvimos a pasar por la pequeña entradita, donde sacamos víveres, todo aquello que nos proporcionara un subidón de azúcar y que compensara el bajón que el relajo de la llegada nos había dado. Compartimos pan, bananas, barritas e incluso gominolas con el personal (eso si, siempre preguntando si eran aptos para ayuno) y, ya mentalizados, decidimos empezar a bajar.

Comenzando el descenso
A veces la ignorancia ayuda en algunos trámites. En este caso saber lo que nos esperaba no era tranquilizador. Eso si, les hicimos hincapié a los scouts que nos dejaran en paz. Nombramos a Miguel guía oficial de la bajada, lo pusimos al frente y nos estuvo marcando cada paso. La primera, Areia, que se portó como una jabata y en ningún momento abrió la boca para quejarse. La segunda yo, que no hablé de puro acojone y de la tensión que me provocaba la situación. La verdad es que era muy disfrutón, llevadero y sin excesiva dificultad, pero algunos momentos precisaban de mente clara y fría. Era mas cuestión de cabeza que de habilidad.

Un pelín de vértigo sí que da...
El buen humor y las risas nos permitió acabar el tramo de descenso con muchisíma diversión, encantados con la actividad y, como no, llenos de orgullo y satisfacción por haber pasado una prueba que no todos superan. Las pinturas eclesiásticas eran lo de menos. En este caso el medio justificaba el fin y el camino superaba con creces el destino.

Miguel fue nuestro gran apoyo
En otros tramos fuimos más tranquilos
Volvimos a nuestro olivo de partida, eufóricos, saltando (literalmente) de alegría y con ganas de celebración. Gabriel estaba alucinado de vernos celebrar, cantar, aplaudir, gritar, bailar y hasta el “autista” (al pobre chófer lo bautizamos con este palabro italiano que Gabriel nos sopló) se hizo cómplice de nuestras canciones.

Un buen salto de alegría
Llegamos a Megab, donde nos sacaron unas cervezas frías, algunos refrescos y nos prepararon café (tengo que contar con detenimiento en que consiste la ceremonia de tomarse una taza en este país). Gabriel seguía alucinado con nosotros. Nos había visto no perder el humor incluso cuando los scouts y el cura nos habían montado la bronca porque no estaban de acuerdo con la propina que les habíamos dado. Es la discusión inevitable y que siempre acaba por aparecer. Al final se fueron con lo que acordamos. Teníamos claro el valor de su trabajo y ya les habíamos advertido que no íbamos a precisar de sus servicios.

Un buen café para reponer
O una buena cerveza....
Eran las 16 horas cuando empezamos a pensar en volver. El trayecto de vuelta eran cerca de dos horas. La luz estaba mas bonita aun y queríamos parar en un par de sitios. En el campo era hora de arar y los campesinos estaban mas activos que por la mañana. Los chicos habían pasado ya por el baño, pero Bea y yo teníamos la necesidad de hacer un alto funcional.

Niños siempre por compañía
Encontramos la casita perfecta para escondernos de la carretera pero, a mitad de inspiración, nos divisaron un grupo de 3 muchachos a unos 500 metros, que empezaron a correr a toda velocidad hacia nosotras. Imagino que la visión de un trasero “faranji” es algo poco habitual y digno de conversación vespertina de salón.

El paisaje te deja boquiabierto
Una ultima parada para visitar otra iglesia, aunque nuestro interés se centraba mas en los pájaros azules metálicos, los monos sobre los arboles, los lagartos entre los muros o las especies de ratas gigantes (mas agradables que sus primas) entre las piedras. El señor guardián de la iglesia se despertó de su letargo para pedirnos 150 birrs. Nos pareció un abuso meridiano y decidimos que los alrededores merecían la pena mas que el interior.

Un ultimo tramo, de unos 15 kilómetros mas, nos acercó de nuevo a Wukro. Miguel y yo pedimos que nos dejaran en la estación de buses para averiguar horarios de vuelta. Areia y los demás se fueron directos a la misión (luego averiguamos que el “autista” se negaba a dejarnos solos e insistía en esperar. Al final lograron convencerlo de que NO debía esperarnos) para pegarse un enjuagón.


La noche ya habia caído, la hora de la cena (siempre puntual) sirvió para repasar los buenos momentos del día y volver a reírnos con los mas cruciales. Luego nos fuimos todos un rato al ciber café (la red había vuelto) y a rematar el día con un fantástico te de Nagasti.

Un día lleno de emoción, magia y diversión.














Wukro, un rincon muy especial

Si acabamos en Wukro, una pequenya poblacion en medio de la region de Tigray, no fue por casualidad. La verdad es que la vida da muchas vueltas y las coincidencias al final son pequenyos pasos que van conformando nuestra existencia.

Mi pequenya gran amiga de la infancia, Sandra, tenia que estar en Wukro en un proyecto con una ONG que se gesto en Asturias, pero un accidente con mala pata la ha dejado en su tierra natal. Con la ilusion quebrada de no poder verla pero la curiosidad de poder saber con mas detalle que se estaba cociendo en este rincon decidimos acercarnos a Wukro.

Cuando llegamos a la hora de la cena y empezamos a ver todo lo que se cocia en la mision de Angel Olaran nos quedamos estupefactos. Cerca de una veintena de voluntarios llevan a cabo varios proyectos, desde trabajos de final de carrera hasta colaboraciones con el hospital local. Angel, el alma mater de la casa, es un hombre con una vitalidad y un espiritu de esos que solo se conceden a seres verdaderamente especiales. A sus 75 anyos y tras 18 en este pais, su unico interes es hacer mas facil la vida de la gente que esta en esta zona. Y consigue dar pequenyos grandes pasos. Por ello recibe el calor y el amor de cientos de personas que lo adoran y casi veneran como su salvador.

La mision de Saint Mary es todo un "emporio", con una escuela de agricultura tremenda, campos de deportes, colegios de primaria, secundaria, formacion reglada y una serie de oportunidades que casi convierten a la ciudad en una de las mecas de la educacion en esta zona de Tigray. El proyecto de Shila of Tigray (en el que estan involucraos nuestros amigos astures) pretende crear una escuela de guias de montanya que puedan ofrecer sus servicios de calidad a los clientes que puedan venir a la zona. Cierto es que Wukro apenas aparece en los mapas y las ciudades bases para visitar los alrededores suelen ser Mekele o Adigrat, pero el encanto y la situacion de Wukro es algo de lo carecen las otras dos. Con algunos proyectos de mejora de infraestructuras y una oferta bien orientada, podria convertirse en el centro neuralgico de Tigray. Una pequenya joya lista para ser pulida.

Al ser domingo, tras desayunar algo mas tarde de lo habitual (a las 8 de la manyana frente a las 7.15) nos montamos en el pickup de Angel para subir a unas lomas de la vecindad, donde estaban algunos chavales con Norbert - un chico suizo que vive en Mekele y trabaja en el parque eolico- practicando boulder en una zona maravillosa.

Acompanyados tanto de Abba Melaku (el nombre de Angel en Tigrinya) y de algunos otros abbas que estaban de visita, subimos a las rocas tras una pequenya caminata de unos 20 minutos. Desde lo alto se podia divisar la poblacion, sumida en un pequenyo oasis de verdor, puesto que no solo ha sido tocada por la suerte de su ubicacion sino que la colaboracion de todos aquellos que trabajan por su futuro, ha permitido incluso llevar a cabo proyectos de repoblacion forestal. Gracias tambien a la canalizacion de aguas y la construccion de pequenyas presas, la zona es una vega donde se pueden plantar multitud de verduras y frutas, donde la monotona sequedad de otras areas circundantes queda rota por esos parches verdes que animan a respirar y dan un descanso a la vista cuando te quedas fijamente observando el horizonte.

Los abbas que venian de Mekele bajaron junto con Angel al cabo de un rato, dejandonos a un grupo junto con Norbert y los cinco chavales (uno de ellos una moza timida pero estupenda). Pasamos las siguientes horas entre sol y sombra, escapando del calor, viendolos entrenar y dejando huellas sobre la roca con el magnesio. Mientras Miguel disfrutaba desgastando las yemas de los dedos en la caliza, nosotros jugabamos al mikado, al domino o incluso al Simon de bolsillo. Pasamos la manyana observando la tranquila actividad, acompanyados de pajaros, reptiles, algunas culebras y un paisaje de otro mundo, con higueras gigantes, arboles de cactus imposibles, piedras de formas y colores dignos de surrealismo y, sobre todo, una companyia inigualable.

Cuando vimos venir a lo lejos las nubes de tormenta, emprendimos camino de vuelta. Norbert nos acerco a todos a Wukro en la caja de su 4x4, dejandonos sanos y salvos en la zumeria de la esquina. Celebramos el exito de la manyana y nos dimos una ducha refrescante.. La mejor manera de pasar el tiempo en la mision es compartir las horas con la estupendisima gente que la habita. Areia se quedo entusiasmada a jugar con las decenas de ninyos y ninyas que correteaban mientras que a mi me engancharon un grupo de mocitas que me vieron con las melenas al viento e insistieron en peinarme.

Ingenua de mi, pense que tan solo iban a  pasarme el improvisado peine pero, no contentas con desenredarme la melena, empezaron a hacerme trencitas pegadas a la cabeza. Si alguna vez os ofrecen haceros un peinado similar... salir corriendo!!!! Que dolor!!! No solo el retorcimiento de cuello para buscar su postura perfecta (la mia desde luego no), o la doblada de oreja para poder maniobrar por detras, lo peor, con diferencia, es el tiron inimaginable de pelo para poder dejar la obra de arte totalmente pegada al craneo. Y no una, sino cuatro llevaban ya cuando les dije que ni se le ocurriera hacerme la cabeza entera. Para compensar me hicieron dos en el otro lado pero, no contentas con tamanyo peinado original, me plagaron la nuca de coletitas con tres gomas cada una (lo cual me imposibilitaba mirar hacia abajo) y me hicieron un pirri frontal a modo de flequillo a lo Justin Bieber un tanto extremo. Resumiendo: un estilismo ideal!!! (prometo poner fotos) que empece a desmontar por mi salud fisica al salir por la puerta. Las trenzas permanecen, pero el remate y la cresta han pasado a mejor vida.

Fuimos a tomar un cafe al rincon de Negasti (una moza que en su momento Angel saco de la prostitucion y que monto un pequenyo garito en la vecindad) mientras Areia se quedaba  a jugar con todas las ninyas. La encontramos en la calle corriendo como una posesa, sudada y agotada, pero feliz.

Como cada tarde, la cena se realizaba a las 19 horas. Lo estupendo de la mision es que la cocina es fantastica. Una gran variedad de verduras, tanto crudas como cocinadas, se presentan cada dia. Legumbres, pasta, pan de varios tipos, incluso alinyos con aceite de oliva y algo de pescado, todo con exquisito gusto y dedicacion. Un lujazo.

En la mision nos dieron una habitacion enorme, con 4 camas, una ducha y banyo comun. La edificacion, en barracones dispersos por una zona ajardinada, esta falta de algo de mantenimiento, pero es un lugar especial. Por alli pasan todos aquellos curiosos y, sobre todo, muchisimos voluntarios que llevan a cabo pequenyos y grandes proyectos. Nosotros estabamos practicamente de "voyeurs" pero es dificil no contagiarse del entusiasmo de toda esa gente que se deja la piel alli. Podria nombrarlos a todos, para empezar Carlos y Monica, alma mater de Shila of Tigray, con la companyia de Segundo y Bea, venidos para apoyar el proyecto y aportar su ayuda. Ana o Carlos, realizando su trabajo de final de carrera, Benito, que esta tratando de llevar adelante una presa, Lierni, que saca adelante el futuro ecolodge y lleva dos anyos siendo la mano derecha de Angel. Son tantos y tan estupendos que no sabria donde empezar.

Y las gentes de Wukro, con ese espiritu especial que hacen de ese minusculo rincon de Tigray un oasis de tranquilidad.

¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)