Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Cerrando el círculo. Hanoi again. Despedida y cierre.

El viaje en taxi a Danang son 45 minutos. Exactos. Era lo que nos habían dicho y es lo que tardó (ni un minuto más ni uno menos) el conductor en dejarnos en el aeropuerto. Incluso a costa de ir a 50 kms por hora sin excederse un metro.

Vuelo sencillo y, para más lujos, teníamos un cartelito a nuestra llegada a nombre de "Roncero Carballo", que en una hora más nos depositó en el céntrico Atlantic Hotel, una reserva que hicimos previa por unos 10 euros (el centro de Hanoi es caro, así que aprovechamos la oferta) que daba de sobra la talla para lo que necesitábamos.

Las últimas horas en la capital, deambulando por el barrio de las 36 calles, el centro histórico de Hanoi, junto al lago Hoan Kiem, el corazón palpitante (y ruidoso) de la ciudad. Unas calles dedicadas a ropa, otras a zapatos. La de allá, a fabricantes de bambú, esta de aquí a aparatos eléctricos, la de la derecha a electrodomésticos de cocina y la de más atrás, tiene sólo "hot pots" para cenar. Para que luego hablen de especialización en nuestro mundo occidental...

Anduvimos paseando, esquivando el caos del tráfico que se organiza en un lunes, donde a última hora de la tarde también reciben casi todas las tiendas nuevas mercancias, con lo que eso significa: Motocicletas sobrecargadas hasta los topes con fardos impensables, pitidos para avisar de la entrega, prisas por hacerse con el género y organizarlo lo antes posible, clientes nerviosos por tocar y probarse los nuevos modelos... Un caos total sin posibilidad de escape.

Hicimos un par de altos para comer en algún rincón más apartado, tomar un último café en un chiringuito local y acabamos cenando en un callejón tranquilo, divertidos con nuestra propia plancha, donde íbamos colocando verduras y carne de la inmensa fuente que nos habían servido. Para beber algo caliente que no era té sino un caldo que sabía a maíz dulce. Un pequeño festín de despedida con un deje a ajo y especias. Como siempre, una delicia para el paladar.

A las 7.30 de la mañana del martes habíamos acordado transporte para el aeropuerto, compartido con un par de personas más. En la cola del check in vimos algunas caras conocidas del vuelo de ida. Volvíamos menos llenos pero los rostros estaban más contentos y calmados. 10.40 horas de paso hasta llegar a Moscú, otras 6 hasta los Madriles. A medianoche aterrizábamos en la capital, agotados después de tanto trecho, con el paso cambiado y ganas de ponernos en posición horizontal.

Oír la voz de Areia después de dos semanas me supo a gloria celestial y mis ganas de abrazarla se hicieron aún más intensas. Era la mejor manera de empezar el día. Madrid amanecía gris y frío, para paliarlo, nada mejor que unas buenas tostadas con tomate y un gran pincho de tortilla de patata. Producto nacional 100%. Bienvenidos a España.

A las 10 cogimos el transfer que ofrecía el hotel al aeropuerto. Desde la T4 hay un fantástico cercanías que en 20 minutos te deposita en Atocha. Tiempo incluso para un té.

11.32 subíamos en nuestro vagón del AVE. Sin haber dejado siquiera las mochilas, la señora de 3 asientos atrás empezó a gritar "Mi marido, mi marido!!!"... El hombre se había desmayado y se caía hacia los lados. Dos tipos y Miguel lo sacaron a la plataforma entre vagones. El hombre había entrado en parada. Los pasajeros y trabajadores de RENFE andaban pegando gritos buscando ayuda y llamando al 112. Miguel empezó con la RCP y el único médico que había disponible acudió para ayudarle. Entre ambos lo estabilizaron durante los 17 minutos que tardó el SAMU en llegar. Habían logrado mantenerle respirando y le aguantaron el pulso. Los de emergencias lo sacaron al andén, donde empezaron con las maniobras más fuertes.

El tren arrancó con 15 minutos de retraso. Más tarde pasó el interventor para avisarnos de que el señor estaba estable y a salvo en el hospital. El hombre salió adelante gracias a la intervención en esos momentos cruciales.

Muchas mujeres sabemos lo que es traer una vida al mundo pero algunos privilegiados también pueden experimentar lo que es devolvérsela a alguien que la está perdiendo. Se puede tener un mejor regalo anticipado de navidad???

Os he dicho lo orgullosa que estoy de mi "señor marido"???

Y lo feliz que me siento a su lado???

Ya estamos en casa, aunque nuestro hogar es allá donde podamos estar juntos. Sin más.






sábado, 10 de diciembre de 2011

Montanyas, lluvia, mares y charcos

Tenemos cierta debilidad por las ciudades de tamanyo medio, mas bien anodinas (aparentemente) y exentas de flujo turistico. Tal vez la ausencia de ese "uso comercial" les dauna autenticidad que las que han sido tocadas por esta pequenya gran plaga que es el turismo (sobre todo el de masas) cuya alma mas autentica suele verse arrebatada en pos del intercambio economico. Nos paso con Lokon en Indonesia, con Masaya en Nicaragua, con Aleppo en Siria, con Kratie en Camboya y con KonTum en Vietnam. Y nos peso tener que irnos sin poder disfrutarla un poco mas.

Nos despedimos de la senyora encantadora de nuestro hotel, que se deshizo en atenciones para tratar de hacer comoda nuestra estancia, desayunamos junto a la estacion de buses bajo la atenta mirada de una senyora mayor que, con su desdentada sonrisa nos pronunciaba su nombre reiteradas veces a cambio de darle el nuestro. Nos sirvio unos estupendos cafes con leche (esta vez dejamos el hielo por motivos obvios) y nos preparo un bocata para quitar el hipo. El toque especial estaba en la placidez de su mirada.

A las 7.40, con toda puntualidad, nos sentabamos en nuestro mini bus de 15 plazas. Ley de Murphy: cuando tienes por delante largas horas de carretera de montanya con puertos y curvas, te toca siempre el asiento trasero. Por suerte habia mucho que mirar y una estupenda ventanilla para abrirla de par en par y que nos diera el aire.

El viaje de KonTum a Danang duraba teoricamente unas 5 horas. En realidad fueron casi 7 por una carretera de trenza de macrame, con giros, curvas y nudos. Las primeras dos horas pudimos ver todavia cielo abierto, espacios amplios, cerros, campos y poblados medios. Despues de un buen rato, el altimetro subia tanto como la temperatura bajaba y empezamos a pasar pequenyos puertos. El tiempo se cerro por completo y apenas se veia a unos metros. Preocupado y angustiado, un viejito de la segunda fila no paraba de levantarse y acercarse al conductor, esperando que este pudiera ver algo mas de lo que sus cataratas le permitian. Por momentos la visibilidad apenas llegaba a 10 o 15 metros, con lo que el chofer conducia en "braillie" y a base de bocinazos.

En un punto del recorrido, despues de casi tres horas, paro en medio de la nada, al final de una subida a la salida de una curva.

"Es un break" nos dijo Trung. En realidad era una parada tecnica para pegar una meadita. En medio de la mas autentica NADA. Los vietnamitas se pusieron al borde de la carretera como quien admira un cuadro. Yo busque una verita del camino tratando de no montar el show alli a las bravas por lo que me retrase unos 34 segundos mas de la media y ya tenia al conductor ansioso por devolverme al sitio y ponernos de nuevo en marcha.

Trung, uno de nuestros companyeros de viaje, paso a la fila de atras donde estabamos nosotros y aprovecho su medianamente fluido ingles para irnos contando cosas. Trabaja para FFI (Fauna & Flora International) una organizacion que trata de preservar la biodiversidad y ecosistemas en el sudeste asiatico. Nos estuvo poniendo al dia sobre todos los problemas medioambientales de Vietnam y las dificultades de luchar contra los intereses de los ricos por un lado y los metodos de vida tradicional por otro. La tala ilegal es el pan nuestro de cada dia pero luego estan las taladas masivas para despejar inmensos terrenos y plantar arboles de caucho. La cosecha de esta preciada goma precisa al menos de 6 o 7 anyos de crecimiento de los pimpollos y luego se pueden explotar durante unos 25 anyos. Despues, se suelen cortar, aunque la madera apenas sirva mas que como lenya para cocinar. Y luego dejar que vuelva a empezar de nuevo el ciclo. Muchos campesinos han vendido sus tierras tentados por las buenas ofertas, han gastado su dinero y se ven abocados a trabajar para el latifundista que es ahora propietario. Siguen empobrecidos, no tienen independencia y su forma de vida se ha alterado por completo.

Trung viaja casi todos los fines de semana a Danang (con sus correspondientes 7 horas de camino enrevesado) porque su mujer vive alli con su recien nacido hijo. Nos confesaba que pasa miedo en el camino cada vez porque las nubes se empenyan en habitar en esos 1000 metros de altura y siquiera los fuertes vientos que azotan la zona consiguen que se contoneen un apice y bailen al son de los silbidos.

Lo bueno es que la belleza superaba con creces la inseguridad que transmite la carretera. Montanyas escarpadas con bosques enrevesados, arboles supervivientes observando desde lo alto invasivos cultivos que trepan por las laderas buscando su sitio, decenas de cascadas fluyendo desde lo alto en uno o varios saltos, un rio inmenso de aguas bravas que se van calmando en su descenso para fluir con la calma que requiere un paisaje tan bello... Un escenario que pudimos disfrutar a pesar de esa humedad que se colaba hasta por las ventanillas del vehiculo.

La lluvia nos estuvo acompanyando un buen rato. De pronto el verano de estas ultimas semanas se transformaba en invierno en cuestion de minutos. Para asimilarlo paramos, por fin, a comer y pudimos calentarnos las manos con un pho y unos mi en el cuerpo.

Nos despedimos de Trung en la entrada de Danang y llegamos pasadas las 14 a la estacion central de la ciudad.

Como en cualquier rincon del mundo, una estacion de autobuses es un nido de ladrones, maleantes, pillos y listillos. Ya lo pudimos ver en Pleiku y en Danang tambien tuvimos nuestro propio espectaculo. Habiamos subido al bus a Hoi An y el revisor ya nos estaba ensenyando un billete para indicarnos el precio (aqui es costumbre, para indicar la cantidada, ensenyarte el billete adecuado, lo cual es un lio porque tienen muchisimos y se parecen todos horrores). Sabiamos que estaba en torno a 10.000 dongs pero de pronto el tipo empezo a decirnos que eran 100.000 por ambos. Le dijimos que ni hablar, y le sacamos los 20.000 de turno. Se puso a gritar en vietnamita y a indicar que nos bajaramos a lo que respondimos preguntando al pasaje cuanto costaba el billete. Curiosamente nadie queria responder, todos miraban con cara de poker y de pronto, nadie hablaba una palabra de ingles. Extranyo. El conductor dijo que eran 20.000 por barba y por no discutir mas le alargamos 40.000 al indeseable, pero sin fiarnos un pelo. Indignados por el gesto, Miguel se levanto y se propuso saber cuanto era el precio real, convirtiendose en la sombra del cobrador y viendo uno por uno lo que pagaban los pasajeros y el vuelto que les correspondia. El bichejo se ponia de espaldas y los clientes se quedaban parados, sin saber que hacer, sin atreverse a finalizar el gesto. Como ya esperabamos, el monto eran 10.000, por lo que Miguel reinvindico en voz alta nuestro vuelto. Despues de discutir un buen rato, el desgraciado del hombrecillo, harto de verse acosado, le alargo los billetes y se callo.

Round two for us.

La discusion final no eran por el dolar de vuelta, sino por el orgullo personal de no dejarse tomar el pelo y sentar la base para que abusen de otros.

Para rematar el viaje y sus entretenimientos, el conductor se paso la hora entera entre Danang y Hoi An haciendo alarde de su pito. Puro exhibicionismo. Y no tenia uno, tenia -por lo menos- cinco: el de barco, el de feria, el de la tombola de la chochona, el de camion y el de ambulancia. Estuvimos cronometrando y no dejo ni un espacio de 20 segundos sin subir su ego con el pitidito.

Llegamos a Hoi An con gran alegria y algo mas de lluvia. Tomamos un taxi hacia el hotel que el dia anterior habiamos reservado previendo el aluvion de gente que ibamos a encontrar y haciendo una pequenya criba de la oferta hotelera.

Cuando llegamos al Nhi Nhi no nos defraudo la idea que nos habiamos hecho. Yum (seguro que se escribe muy distinto) nos atendio de forma exquisita con un te y nos situo en nuestro puesto. Nos acompanyo a la habitacion donde nos esperaba una grata sorpresa.

La cama estaba cubierta de petalos y, cortado con hojas de banano en finas piezas, habian escrito "Happy Honeymoon", haciendo tambien formas con las toallas y un inmenso corazon con las sabanas. Una horterada inmensa, pero de una dulzura tal que nos enternecio tremendamente. Miguel les habia comentado que estabamos de luna de miel (por aquello de insistir en la cama grande) y nos lo habia dejado adecuado para la ocasion. Nosotros que no estamos acostumbrados a estas lides nos sentimos casi avergonzados de vernos tratados asi y, sobre todo, estaba todo tan bonito que nos daba pena hasta lanzarnos sobre el camastro en cualquier acto carnal. Eso si, Yum no se fue sin hacernos antes fotos en (casi) todas las posiciones con el monumento efimero.

Sobrepuestos por los honores, nos vestimos para la ocasion (con toda la ropa de abrigo y las zapatillas mas cerradas) y nos fuimos a pisar charcos por Hoi An.

La ciudad es una pequenya joyita con un centro historico declarado Patrimonio Mundial por UNESCO en el 99. Sus casas han sobrevivido gracias al tiron que han tenido y a la intervencion de varios arquitectos y distintas iniciativas pero ha sido el turismo quien a la vez le ha permitido sobrevivir, eso si, al precio de convertir las casas tradicionales en tiendas de recuerdos, cafes, restaurantes y sastrerias. Todos los portales estan orientados a vender y a consumir. Apenas se puede apreciar la belleza arquitectonica entre modelos copias de Versace y Gucci, salvamanteles, cuencos de laca y palillos de caoba.

En realidad la ciudad es, sobre todo, un centro de compras.

Paseamos un rato bajo la lluvia con el paraguas prestado del Nhi Nhi que, para el colmo, tenia goteras y un rabo tuerto. Nos empapamos de rodilla para abajo y observamos como el rio llegaba ya a las aceras de la primera linea. Los barcos amenazaban con entrar por las estrechas puertas y bajo el puente que cruza a An Hoi, la zona de enfrente (y se calentaron mucho la cabeza con el nombre: solo le dieron la vuelta!!!) apenas quedaba un palmo de margen para no chapotear.

Asustados por los precios de los estupendisimos cafes y restaurantes del centro, acabamos en una terraza comunitaria donde suelen reunirse locales a cenar. A resguardo de la lluvia bajo los toldos, quisimos probar el Cau Lao (con tallarines de curcuma), el WonTon (muy distinto del chino) y las Rosas Blancas, todos ellos una autentica delicia, tanto casi como la cocinera que estuvo preparandolos con esmero para nosotros.

Hoy, de hecho, hemos vuelto a verla. Se ha alegrado mucho de vernos aparecer y le hemos pedido otro WonTon para abrir boca, y un inmenso Hot Pot que pensabamos que no acabariamos, pero aqui estamos, sin apenas podernos mover de la silla del platazo que nos hemos metido entre pecho y espalda.

El dia ha amanecido lluvioso en Hoi An, pero nada que un poncho rosa y otro verde no puedan solucionar. Se ha ido despejando a lo largo del dia y hemos podido disfrutar de un dia tranquilo y de paseos por la zona. Inevitable hacer alguna compra, caer en la seduccion de los talleres de costura (salgo con modelitos para las proximas 10 temporadas, no porque me haya hecho muchos, sino porque son intemporales y duraderos) o de las segundas marcas de material de montanya. Confieso: hemos picado un poco, pero sin descerebrarnos y con cabeza.

Manyana volamos a Hanoi por la manyana. Alli pasaremos el dia y trataremos de apurar nuestros ultimos paseos y nuestras ultimas comidas (es lo que mas voy a echar de menos!!!) pero volveremos con nuestras ninyas, a quien tenemos tantas ganas de ver que no nos caben en la mochila...





viernes, 9 de diciembre de 2011

Kon Tum, un pequenyo secreto para no contar

Volvemos a los origenes. Estamos en Vietnam (y de nuevo sin acentos, asi que tendreis que perdonarme) y apurando los ultimos dias de nuestra escapada.

Estamos en un pueblo perdido del remoto Vietnam, donde nadie viene a parar a no ser por casualidad o porque el cruce de caminos asi lo ha querido. Kon Tum no sale en las postales, ni en los foros de viajeros y apenas tiene cuatro palabras en la guia. Pero nos tiene encandilados por su sencillez y hospitalidad.

A las 6 estabamos en marcha con intencion de desayunar en el mercado, pero se nos ha echado la manyana encima y hemos improvisado un batido de frutas por meterle algo al cuerpo. Habiamos quedado con la "cuchipanda" que nos acercaban en unos minutos a la "post office" para tirar algunas postales. Curiosamente aqui ni siquiera saben que son o como funcionan. Encontrar sellos fue toda una aventura. Por error acabamos en la oficina de Ventanilla Unica y pensaban que queriamos poner fotos nuestras en el recuadro donde se colocan los sellos. Vamos, que no habian visto una postal en su vida. Y esta manyana el muchacho que ha acercado a Miguel al buzon le ha hecho un tercer grado para saber como funcionaba eso de dejar un trozo de carton en una caja y encontrarsela unos dias (o semanas) mas tarde en casa de otra persona. Todo un numerito.

A las 7.30 hemos empezado la ronda para ir recogiendo gente y mercancias con la furgoneta, pero milagrosamente antes de las 8 estabamos emprendiendo camino hacia la frontera. En una hora nos hemos plantado en el puesto fronterizo de O'yadav-Letanh. La parte camboyana ha sido rapida y en la vietnamita nos hemos encontrado el edificio mas desolador, triste y guarro de la historia de las fronteras terrestres. Nuestro companyero japones (iba en la furgo) ha intentado entrar en Vietnam sin visado pero la policia lo ha devuelto a Camboya con las mismas, dado que en este paso no se expiden visas y no se permite circular por el pais sin ellas.

Nada mas llegar a Vietnam nos esperaba otra furgoneta para llevarnos a Pleiku. La "fumeta connection" ha funcionado y, en efecto, estaban todos avisados de nuestra llegada. Nos ha recogido el conductor local, que nos ha paseado frontera arriba y frontera abajo en busca de nuevos clientes. Tras media hora de paseillo, le hemos pedido que al menos nos dejara desayunar, asi que nos hemos zampado un arroz con pollo dejandolo en busca de incautos. Media hora despues, seguiamos siendo la misma reducida familia, con lo que se ha contentado con ir cogiendo gente para trayectos cortos sobre la marcha.

A las 12.30 habiamos llegado a Pleiku, una ciudad de tamanyo medio, de un cuarto de millon de habitantes, bastante fea e insulsa. Le hemos pedido que nos dejara en la estacion de buses. Habia apenas algunos vehiculos parados y motillos dando vueltas. El sol brillaba en lo alto y empezabamos con nuestras discusiones monetarias. Un tipo se ha acercado a nosotros para decirnos que el bus que queriamos era el rojo de la derecha. "Sale a las 13 y son 300.000 por cabeza". Por suerte, el septimo de caballeria, capitaneado por Pe a la cabeza ha venido a rescatarnos, diciendonos que el tipo era un embustero y ese bus no iba a salir en el dia y que ni de casualidad valia los 300.00o que pedia. El tipo nos ha llevado a taquilla, pero se ha camelado a la taquillera, quien le seguia el juego a la perfeccion. No nos ha gustado la jugada, asi que hemos retornado a Pe, que nos parecia un viejito mucho mas honesto.

Al final hemos dado una vuelta a la tortilla y cambiado de estrategia. En lugar de tratar de ir a Hoi An, hemos retomado nuestra idea original de quedarnos por el camino y visitar KonTum, un pueblito de montanya perdido a mitad de camino. Pe y un companyero nos han llevado a la estacion de buses del norte en sus motos y alli nos hemos despedido agradeciendo su apoyo y honestidad.

Mientras esperabamos la salida del bus, han estado curioseando sobre nuestras personas, invitandonos a mandarinas y riendonos a pierna suelta con nuestros gestos y ocurrencias. Miguel ha tenido una grata experiencia tratando de encontrar los banyos y gestualizando para hacerse entender. El senyor que lo escuchaba se empenyaba en darle una sopa de pollo o ternera, mientras el le imploraba un sitio donde desahogarse.

El viaje a KonTum ha durado poco mas de una hora y sobre las 15 estabamos ya buscando un lugar donde pasar la noche. Hemos recalado en el hotel Thinh Vuong, una joyita en una calle tranquila de este pueblo. Un edificio modesto pero con unas habitaciones enormes, impolutas y bien decoradas, con su tele (apagadisima!) y hasta el ordenador desde donde escribo. Un verdadero lujo por 10 dolares que nos tiene entusiasmados. Y lo mejor, la senyora que lo regente, un alma generosa, amable y estupenda que esta pendiente de cada detalle y que nos ha ayudado de la forma mas desprendida en todo momento.

Este pueblito fue muy activo en la guerra de Vietnam del Norte y del Sur, a la par que fue duramente bombardeado por EEUU. En su historia reciente los "montagnards" o habitantes de esta zona de las montanyas, han tenido enfrentamientos con el gobierno por derechos historicos pero parece que en estos momentos gozan de cierta calma. Hay unos 700 pueblitos alrededor de esta zona donde viven unas 35 tribus distintas (se cuentan unas 54 en el pais) y todos reivindican su union con la tierra, que va mucho mas alla de cualquier gobierno o cualquier papel con sello y firma.

Hemos paseado por las calles de la ciudad, entrando por los barrios que fueron el inicio y que todavia permanecen como aldeas, esas zonas algo marginales donde se observan casas tradicionales, con su centro de ceremonias, una edificacion de madera y techo altisimo de paja, la rong, que permanecen cerradas a no ser que se celebre algo especial. Viven en armonia con la naturaleza y no suelen gozar de todas las ventajas de la ciudad. Todavia bajan al rio a lavar la ropa o salen a por lenya para cocinar. Sus animales pasean por entre la ropa tendida y tienen el huerto a mano para proveerse a diario. Su gente es absolutamente encantadora y no hacian mas que acercarse a saludar, lanzarnos hellos desde cada esquina o reirse a nuestro paso.

Otra peculiaridad que tiene KonTum es su numero de orfanatos. Por lo que nos ha contado An (un estupendo personaje que hemos conocido esta tarde) son muchos los montagnards que mueren jovenes, o muchachas que mueren en el parto, dejando ninyos a los que apenas puede cuidar la familia. Una gran mayoria van a parar a orfanatos. Hemos visto un par de ellos y tienen un aspecto exquisito, pero no dejan de ser "almacenes de ninyos", cuya mayoria restaran ahi hasta su mayoria de edad. Hemos sabido de algunos casos de adopcion, pero con tramites largos y farragosos, con lo que ponen demasiadas trabas para las salidas de los ninyos.

An es un tipo fantastico, un hombre atipico y especial. Artista irreverente, decorador creativo y hombre locuaz donde los haya, regente el EvaCoffee, creado a partir de su casa natal y expandido en una especie de locura vegetal, escultura tribal, jardines zen, anticuario destartalado y desmadre decorativo con un gusto exquisito y un resultado surreal. Un lugar fantastico para relajarse, escuchar el agua correr, gozar de las sombras y de los haces de luces que se acaban de colar o, sin mas, conversar con An sobre su vida y su forma de pensar.

Con un par de batidos y el te de rigor (aqui acompanya toda ceremonia social) hemos conversador sobre la situacion de las tribus, el problema de los orfanatos, la vida en esta parte de Camboya y otras decenas de temas mas que An no cesaba de ponernos en bandeja. De lengua facil y risa suelta, nos ha puesto al dia de la situacion en una zona poco frecuentada y que no aparece jamas en primera plana de diarios.

La companyia y el lugar eran perfectos, pero los 500 metros de altitud se empezaban a notar con la caida de la noche y ni Miguel ni yo estabamos preparados para el fresquirrin que se nos ha venido encima. Nos hemos despedido con cierto pesar de An para ponernos una chaqueta y entrar un poco en calor.

Una ducha caliente y el forro polar han hecho el trabajo. Un paseo por KonTum en viernes noche, con concierto callejero incluido y un ambiente muy especial. Aqui no hay ni viajeros. La gente tiene un encanto especial, son abiertos, simpaticos y extrovertidos. Hacen lo imposible por entenderse y aunque nuestro vietnamita es incluso peor que nuestro khmer, hemos podido aclararnos.

Hemos tenido que cambiar el chip: ya no mas "aukun" y ahora toca "camun". Del resto ni nos atrevemos. Si el Khmer ya es complicado y no se puede ni leer, lo de la pronunciacion tonal se nos hace un mundo infinito. Eso si, nos trae unas buenas risas.

Cenar un pho ta man y un mi po bo (o algo asi) es lo que tiene: no tienes ni idea de que te ponen en el plato. Pero todo esta estupendo y lo que te dan en platos aledanyos no tienes mas que ir anyadiendolo al caldo. Por si acaso, moja todo lo que te ofrezcan. Asi no puedes equivocarte!

Y para acabar, algo dulce. Aqui comen una mezcla indescriptible de hielo y leche condensada con todo tipo de islas flotantes, como gelatinas de colores, coco rallado, jengibre, judias y alubias, todo mezclado, revuelto y para dentro. Y sabe mucho mejor de lo que suena. A priori ver ese hibrido de cocido y postre infantil da un poco de reparo pero luego el resultado es exquisito. Y su precio ronda los 35 centimos!

Al final saldremos manyana a Hoi An, aunque hemos debatido el hecho de saltarnoslo y quedarnos aqui hasta el final. Al final nos dejaremos arrastrar por el influjo de la ciudad que fue declarada Patrimonio Mundial en el 99 y que, aunque nido del turismo mas extremo, es uno de los puntos rojos que no se puede saltar.

Pero nos pesa dejar esta pequenya ciudad con tanto encanto...


jueves, 8 de diciembre de 2011

Seres acuáticos

Ayer hicimos los honores a la diosa madre y la tierra, colocándonos toda la que pudimos por cualquier rincón (siguen saliendo motas rojas por doquier y aun con colada, la ropa sigue destinyendo). Hoy hemos querido darnos cierto descanso al respecto aunque hemos vuelto a calzarnos el aspecto de Hermanos Dalton que se nos queda con las mascarillas que compramos en el mercado, utensilio IMPRESCINDIBLE para poder respirar, charlar y llegar con ciertas condiciones de salubridad a cualquier sitio. El casco no es necesario, pero la máscara y las gafas de sol (incluso las gotas, diría yo) son implementos obligatorios para moverse por esta zona. Cual banda de atracadores andamos sobre nuestro galgo automático. Para nuestra suerte hoy la scooter era algo mejor y hasta le funcionaba todo el cuadro. Se agradecía terriblemente que la amortiguación fuera más fiable y no dejarnos los rinyones pegados a la carretera.

Hemos vuelto a desayunar en nuestro cafelín. Lo lleva un matrimonio mayor, ya entrados en los 60. Es un caso atípico porque él le ayuda constantemente en el chiringuito. El mundo del mercado es 100% femenino y ver un hombre no sólo estar sino además colaborar activamente, llama poderosamente la atención. Él pone el agua a hervir, rasca el hielo, realiza las labores más duras y arduas y ella lleva a cabo la filigrana de colar el café en múltiples botes (se va filtrando poco a poco y las cantidades que se acumulan son mínimas, por eso tienen unos 20 botes colando a la vez). Se han reído de vernos aparecer otra vez, aunque previamente nos habíamos tomado ya una crepe de esas vegetales que tanto nos gustan, esta vez en un tazón con caldo y aderezada de distinta manera. También hemos comprado algunos pastelitos que parecían estar hechos de plátano y coco, acompanyados de ajonjolí y leche de coco. Una delicia más que anotar.

Hemos paseado por el mercado buscando café autóctono para deleitarnos en casa de vez en cuando con una taza. Por supuesto hemos adquirido también el colador, puesto que el método de factura es fundamental. Un cafetito?????

Cuando hemos emprendido carretera eran casi las 11. Hoy teníamos pensado hacer la parte más "acuática" de la zona, visitando las cascadas que hay alrededor de Ban Lung para acabar en su famoso lago, un cráter volcánico a unos 4 kilómetros de la ciudad, centro de recreo para los camboyanos (algo así como la piscina municipal) aunque hoy lo hemos encontrado tranquilo.

La senyalización en Camboya es todo un poema. Resulta sumamente complejo saber para donde ir, no sólo porque esté casi todo en khmer, sino porque incluso cuando lo ponen en inglés, igual colocan la senyan 100 metros antes que 200 después, con lo que nunca sabes dónde has de girar o si lo que indican es la salida. Total, que hemos acabado más perdidos que un pato en un garaje, dando vueltas por plantaciones, pueblecitos y casitas diseminadas, preguntando a todos los aldeanos. Cada uno nos senyalaba un camino, con lo que llegar a Kan Tieng, supuestamente a unos 6 kms a las afueras, nos ha llevado más de una hora y media. Eso sí, el camino ha sido muy divertido.

Ka Tieng en sí es también un área de recreo. La cascada tiene unos 15 metros de altura y posee una zona amplia para nadar, aunque el agua es de un marrón que tira de espaldas, además de ser una zona muy sombría, con lo que no invitaba mucho al banyo. Andábamos justos de gasolina (habíamos previsto 10 kilómetros, no los 40 que hemos hecho!) pero nos han tranquilizado porqu en Ka Chang, la siguiente cascada, había gasolineras.

En efecto, alrededor de Ka Chang había todo un poblado, no sólo con bombas, sino con restaurantitos y una gran industria de caucho. Asusta ver la cantidad de bosque que se han llevado por delante para colocar estas inmensas plantaciones, que luego se abandonan una vez el árbol no da más. Por el camino toda la flora autóctona, los grandes árboles y los bosques han desaparecido.

Cabe decir también que algo que llama mucho la atención en Camboya es que no se ve nada de fauna. Incluso insectos, reptiles o batracios. Y la respuesta está en los mercados: se lo zampan TODO. Son omnívoros hasta el extremo. Cucarachas, larvas, serpientes, lagartos, saltamontes, ranas, sapos, ... Todo lo que se mueve, al igual que cualquier raiz o tallo. Lo aprovechan todo. Los camboyanos harían un buen papel en una versión de "supervivientes".

Hemos acabado el "tour" de las cascadas en la más impresionante: Cha Oung.

Nos ha pillado ya a las 15.30, cuando el sol empezaba a bajar y todo el mundo había desaparecido. La caída es de unos 50 metros y se puede pasar por detrás de la melena de agua. Tanto el sonido como la luz que se filtraba eran apabullantes. El paraje gozaba también todavía de algunos árboles gigantes, cubiertos por cientos de lianas y enmaranyadas estructuras que se abrazaban por todas partes.

Ciertamente era la más espectacular y además la más tranquila de todas, tal vez porque el banyo requiere más complejidad, es algo más peligroso y el acceso más peliagudo. Curiosamente también ha sido el rincón donde hemos podido observar la gente más auténtica. Esas minorías que suelen vender como gancho los touroperadores, paseaban tranquilamente, sobre todo esas mujeres, con grandes cestos en las espaldas, desnudas de cintura para arriba (o con apenas algunos harapos cubriéndolas) y fumando una pipa, con la que van caminando de arriba a abajo. Algunas mayores, otras más jóvenes, pero todas con su eterna sonrisa.

Hemos salido directos hacia Ban Lung, pasando como un suspiro hacia Yeak Lom, el lago de la ciudad. También nos hemos encontrado con un panorama tranquilo y de calma. El sol bajaba ya y los reflejos sobre el agua eran más intensos que el mismo cielo. La luna, que luce casi llena, se reflejaba con total claridad. Nos hemos quedado extasiados viendo los cambios de luz hasta que el sol ha desaparecido por completo. El agua era un auténtico espejo por su perfección (el cráter es completamente circular) y por la quietud de su superficie. Se escuchaban las atronadoras chicharras, algún atrevido insecto y los descarados geckos. Y algún distante chapuzón en la orilla de los locales más avezados.

De noche ya hemos emprendido vuelta a la ciudad. Hemos devuelto la moto a nuestra pandilla de fumetas, los de Lucky Tours, un grupete de chavales con los que hemos estado haciendo business estos días. Aunque tienen "anyos de experiencia" en el cártel, apenas son mayores de edad y se pasan el día de risas. Nos han vendido el ticket a Vietnam para manyana. Teóricamente no sólo nos llevan a la frontera, sino luego nos recoge otro minibus que nos acerca a Pleiku, la población más grande de la zona. Esperemos que sea así. Es parte de la gracia, tienes que creerte las cosas y confiar en su buena fe. Como mucho nos tocaría negociar otra forma de transporte. Pero llegar, llegaremos.

Nuestra última noche en Camboya. Ayer nos trasladamos al Tree Top para darnos un merecido homenaje, un hotelito construido entre una arboleda, con casitas en alto verdaderamente idílico, aunque tan sumamente atractivo que se lleva el grueso de visitantes de esta ciudad (lo cual parece algo frustrante para las demás guest houses) y los está convirtiendo en algo snob y antipáticos. Qué malo es morir de fama!

Y hoy volveremos a catar las delicias del mercado, tratando de superar los noodles fritos de ayer noche. Lo mejor es que nunca sabemos ni lo que vamos a comer (son ellos quienes nos sirven lo que tienen), ni cómo se llama pero siempre resulta un verdadero éxito. No es dificil cuando todo está tan exquisito!!!

Li Hai, Camboya!!!!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mordiendo el polvo

Hoy hemos llegado a la conclusión de que los jemeres rojos no se llamaban así por su filiación política, sino porque, teniendo el cuartel general aquí, es normal que estuvieran SIEMPRE tintandos del color de esa tierra que hoy nos ha cubierto de pies a cabeza. Vamos, que hemos venido más guarros imposible. De la ropa salía un liquidillo sospechosamente asqueroso y he necesitado dos sobres de acondicionador para lograr domar un poco mis mechones de pelo.

Es lo que tiene esta tierra... Mucha materia!!! Y tinta todo lo que tiene a su paso.

Hoy ha sido un día pausado, sin prisas y donde nos hemos dejado dormir hasta encontrarnos descansados. Hemos acabado de cerrar el tema de la moto, un especímen que ha resultado válido pero algo cojo, ya que no funcionaba el velocímetro, el cuentakilómetros, el marcador de gasolina, el freno de delante y alguna cosa más que se me olvidará (por no hablar de la amortiguación trasera) pero al menos nos ha llevado sanos y salvos a los rincones que nos apetecía visitiar. Eso sí, a la vuelta ha empezado a toser y hemos tenido la suerte de que a 100 metros había una "gasolinera" (una pequenya bomba con un bidón que la alimenta) y un tipo que sabía cómo hacerla volver a obedecer órdenes. Al pasar por un puente de estos tan sofisticados le hemos dado tal bote que se ha cerrado el tapón de la gasolina, con lo que, aparte de estar ya agonizando en líquidos, se le había cerrado la tráquea.... Por suerte el conocimiento, la habilidad y la disponibilidad de esta gente nos ha sacado del apuro.

Por lo demás, ha sido un día divertido, aunque sumido en una permanente nube de polvo, ya que la carretera que conduce a los poblados de la zona, donde residen las minorías étnicas, carece por completo de una superficie asfaltada. Por la manyana lucía un sol abrasador, por eso nos hemos agazapado bajo el cobijo del mercado, buscando sombra, desayuno y barullo matutino. Unos cuantos dulces de varios colores y uno de esos cafés con leche y hielo que nos tienen encandilados nos han servido de comienzo y para coger fuerzas.

El café aquí se hace lenta y pausadamente. Las cafeteras no son más que filtros donde se va colando el café molido. La leche que usan es condensada y el hielo es lo más divertido de preparar, puesto que lo cogen de una inmensa barra y con una sofisticadísima máquina totalmente manual, lo van "rebanando" hasta sacar pequenyas láminas, con las cuales hacen montanyitas heladas para todo, desde nuestros cafés anyorados hasta los helados (o sorbetes) a los que anyaden distintos jarabes para aportar el sabor. Una delicia para los sentidos!!

Hemos salido en dirección a Voen Sai, un poblado junto al río Sen San, a cuyos alrededores hay algunos pobladitos de distinto origien, algunos laosianos, otros chinos, jemeres y de minorías de las montanyas que se asentaron aquí. Para ir a visitarlos hemos cruzado con el "super transbordador" el río, una barquichuela sencilla donde pasar media docena de motos y algunos pasajeros. Nos hemos extasiado viendo cómo trabajaban con la limpieza y trilla del arroz, pasando por todas sus fases hasta meterlo en grandes sacos y llevarlo al mercado. El trabajazo que supone y las horas hasta que el cereal llega a la mesa es increíble, cuando además luego piensas que es el alimento básico por ser de lo más económico que existe.

Al pasar por los distintos poblados se aprecian las diferencias de origen, sobre todo en la forma y disposición de las casas. Materiales, formas, orientación, hasta el paisajismo y los detalles de los habitáculos obedece a tradiciones distintas. También se aprecian muchas diferencias en los rasgos de las poblaciones, desde los chinos más auténticos hasta laosianos de piel muy oscura con ojos almendrados tremendamente negros. Las mezclas aquí son impresionantes y hay una paleta enorme de colores pero todos tienen algo en común: Una gran sonrisa.

Valga decir que la gente de esta zona es más reservada, más tímida y con menos propensión a dejarse ver, a saludar o a abrirse, pero son igualmente entranyables y encantadores. No llevan vestimentas tradicionales, ni nada que les dé una identidad definida. En general son muy sencillos, pobres pero increiblemente dignos y humildes. Y, como siempre, cálidos y generosos. Hemos hecho una parada a comer en Voen Sai antes de volver en dirección a Ban Lung, aunque con intención de volver a desviarnos en otro ramal hacia otro par de poblados. Nos ha llamado mucho la atención el último que hemos visitado, que era el que tenía una estructura más identificada, construcciones entorno a una plaza central con una casa común que se erguía en el centro. Las bombas de agua ocupaban también el espacio principal. En ellas hemos encontrado a los habitantes en la hora del banyo y, detalle curioso, aquí las féminas se despojaban de su pudorosa actitud habitual para ponerse el panyo por la cintura y quedar desnudas hacia la parte de arriba.

Los animales campan por doquier por toda la población. Decenas de cerdos, gallinas y algunas vacas acompanyaban a los ninyos en sus juegos. Hemos visto que una versión del "balón tiro"a lo camboyano triunfa entre los más pequenyos. Aunque si no hay pelota, lo hacen igualmente con una "pluma".

Amenazaba tormenta cuando emprendíamos la vuelta. Hubiéramos empezado a destintar, pero finalmente eran sólo unas gotas. Hemos llegado a puerto sin chorrear tinta, pero cuales pieles rojas (prometo fotos que darán fé del estado lamentable) y hasta los locales nos comentaban que estábamos un poco "dusty". Una manera educada de no llamarnos guarros...

Estamos limpios, relucientes, desenredados y hambrientos. Y sabemos todo lo que hay por el mercadillo suelto. Hemos descubiertos unas sopas espectaculares y nuestro puestecillo de dulces, donde mezclan pastelillos hechos con frutas, fruta fresca (sobre todo papaya y pinya) sobre hielo y leche condensada y algunos ingredientes más que pueda haber sobre la mesa. Delicioso!!!!!!!

Manyana exploraremos otra parte de la región, aunque intentaremos darnos un chapuzón para no acumular tanta porquería de una sola vez.

MUA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

martes, 6 de diciembre de 2011

Ratanakiri. El rinconcito al nordeste de Camboya

De nuevo "on the road" pero sin madrugón matinero. Desayuno tranquilo y relajado mientras esperábamos la minivan (furgonetilla de unas 18 plazas) para que nos fuera recogiendo camino a Banlung. Le hemos montado un pequenyo teatro para conseguir estar lo más delante posible con la excusa de que yo me mareaba y amenazaba con vomitar. El conductor insistía en que no podía ir delante del todo e incluso nos ha puesto un senyor al teléfono explicando que los asientos delanteros son para camboyanos. Y en realidad es así, están previstos para los locales, que van entrando y saliendo y que no suelen hacer el trayecto completo y, además, van repletos de cajas, bolsas y maletines de Chanel, amén de sus impenitentes Nokias tocando las melodías más originales. Me he conformado con la segunda fila y, la verdad, aquí el transporte es todo un lujo. Nunca sobrepasan la capacidad del vehículo. Lo llenan pero sin exagerar y, sobre todo, mirando por el confort de los pasajeros. Lujo asiático!!!

Aunque supuestamente la salida era a las 8, hemos andado deambulando y recogiendo gente y paquetes hasta las 9.40 que, finalmente hemos emprendido carretera y parecía que por fin entrábamos en la "highway". El firme lo han arreglado recientemente. Hace un anyo más o menos pusieron el asfalto pero ya hay inmensos boquetes en medio del camino que hacen presagiar que en poco tiempo tendrán que volver a revisarlo. Aún así, hemos recorrido el trayecto hasta Stung Treng en un par de horas antes de desviarnos hacia el este en dirección a Ban Lung, la capital del distrito de Ratanakiri. De pronto se ha acabado cualquier vestigio de asfalto y nos hemos adentrado en un camino polvoriento de tierra roja que cubría todo lo que había a su alrededor. Los tejados de uralita estaban mucho más coloridos y divertidos tintados de naranja y en paisaje daba la impresión de un otonyo perenne, puesto que las hojas estaban cubiertas de polvillo marrón. Incluso los nenúfares se banyaban ahogados por las motitas constantes que van levantando los vehículos a lo largo del camino.

A unos 50 kilómetros de destino han empezado a aparecer algunas máquinas, restos de cemento y conatos de asfalto. Un pequenyo tramo está ya siendo preparado para ser una carretera de tomo y lomo aunque, viendo cómo están hechas (la capa asfáltica es casi nula y se aplica sobre todo cemento) no es de extranyar que les duren dos telediarios.

De nuevo hemos podido observar esas inmensas plantaciones de caucho que parecen extenderse cual carcinoma, invadiendo cada trozo de tierra y acabando con cualquier otra especie local. Más allá de los primeros cien metros junto al camino empieza la selva y, a partir de ahí, tierra de nadie. Ratanakiri es, además, una de las zonas con más minas antipersona de Camboya. En su día fue el refugio y cuartel central de los jemeres rojos, que sembraron toda la zona para evitar la incursión del enemigo. Cada anyo esas bonitas armas se llevan la vida de unas 2000 personas, y otros tantos heridos en el país. Para hacer una estadística rápida, todos los días explotan unas 20. Como podéis imaginar, lo de aventurarse fuera de los caminos trillados en este país sí es una aventura...

Al llegar e Ban Lung el chofer ha hecho el reparto de personal en sus casas o allá donde le pedían. Nosotros hemos querido ir al TreeTop Lodge, una opción bastante peculiar de casitas en árboles, pero nos hemos encontrado con que estaba lleno. Hemos recalado en una inmensa casona Khmer con una habitación impoluta y unas preciosas vistas. Todavía está en construcción, con lo que durante el día es algo ruidosas. Veremos la experiencia en las próximas horas y si nos convence nos quedamos. De lo contrario sí tenemos confirmada habitación en el TreeTop.

De momento nos hemos dedicado a palatear las delicias culinarias de esta ciudad. Banlung es un inmenso mercado donde se vende de todo. La parte de alimentación es impresionante, no sólo por sus productos de primera necesidad sino por los chiringuitos que preparan comidas de take away. No tenemos idea de cómo se llama lo que hemos comido, ni realmente lo que tiene, pero solemos pagar unos 10 céntimos por cada pieza, entre las cuales estaban: rollitos fritos de arroz glutinoso, tortas verdes (una especie de crepes fritas de verduras) rellenas de papaya verde y otras verduras alinyadas, bunyuelos de verduras (col?) con algo picante, pastel de boniato con coco rallado y algo que no sabemos muy bien que es, pero es una especie de postre, con pastelillos mezclados con fruta, leche condensada sobre una base de hielo... Lo dicho, no sé cómo explicarlo pero sí como disfrutarlo y comerlo. Está todo para chuparse los dedos!!! No nos hemos atrevido todavía con la sección insectos y eso que aquí es tremenda. Las ranas también las preparan a la parrilla, pero estas son completas, no sólo las ancas. Entre las fritangas había saltamontes, gusanos, larvas, ranas (estas ya vacías) y escarabajos. Delicatessen para todos los gustos.

Manyana cogeremos una scooter para perdernos por los alrededores. Aquí el turismo está empezando a despertar y hay agencias que organizan trekkings por la selva, excursiones por las comunidades y minorías étnicas, paseos en elefante y miles de opciones más. La naturaleza aquí es exuberante y generosa, hay ríos, cascadas, sombra, lagos, cráteres y lugares donde perderse. Lo iremos descubriendo en los próximos días.

De momento, ahora, creo que nos vamos a seguir comiendo... Nyam!!!!!!!!!!!!!!!

lunes, 5 de diciembre de 2011

Trivial sobre Camboya - Hay premio!

Os propongo un reto: preguntas sobre Camboya. Algunas de cultura general, otras sobre detalles que he contado en los posts y otras tantas sobre... lo que me dé la gana (eso sí, siempre relacionadas!). Quien acierte más se lleva premio... por lo menos un "kroma" local. Quién se apunta!!!????

1. Por qué llevan los hombres las unyas de los menyiques increíblemente largas??

2. Cuál es la vestimenta favorita de las mujeres camboyanas?

3. Qué tienen que ver las cortinas con la economía camboyana?

4. Cómo se llama el panyuelo típico que usan todos los habitantes, bien para el pelo, como faldón, como toalla o para quitarse los mocos??

5. Cómo se llamaba el enemigo público número 1 del país, muerto (por fin) en 1998??

6. Cómo se llama la ciudad que alberga el complejo de templos más conocido de Camboya??

7. Cuál es la marca favorita de papel higiénico camboyano??

8. Qué personaje de ficción se paseaba pegando saltos por los templos de Angkor??

9. Cuál es la fruta de mayor tamanyo que se puede encontrar en los puestecitos de venta??

10. Cómo se dice "gracias" en Camboyano???


10 preguntas, 10!!! Algunas sencillas y fáciles de encontrar. Otras (aviso) tienen truco. Las respuestas en unos días. Mientras tanto.... A ver quién es capaz de adivinar más???

Espero vuestras propuestas.....

En ambas orillas del Mekong

Es normal escuchar música atronadora sonando bajo tu ventana a las 4 am??? No, no se trataba de un coche "bacalaero" sino - por lo que hemos deducido- estaba probando los altavoces de una fiesta-boda que se iba a realizar justo detrás de nuestro hotel. Por suerte han parado de atronar justo antes de amanecer y hemos podido retomar el descanso hasta las 8, que nos ha parecido buena hora para empezar a estirarnos.

Hemos gestionado una motito y para desayunar hemos acabado en la placita del mercado tomando un café con leche con hielo y unas madalenas algo macizas pero muy ricas. Kratie estaba ya despierto hace mucho rato. De hecho es una hora extranya para comer algo, puesto que están preparando las comidas (suelen ser entre 11.30 y 13) y los desayunos habían pasado hace un buen rato (6.30). Hoy nos apetecía simplemente pasear por la zona, ver cómo vive la gente, charlar con ellos lo que nuestro fluidísimo Khemr nos permite (eso sí, nos damos unas buenas risas con las metidas de pata y ellos se lo pasan bomba viéndonos intentarlo) y descansar del bullicio.

Hemos cogido carretera hacia el norte por la orilla este del Mekong, el río que vertebra gran parte del sudeste asiático, pues riega China, Laos, Camboya para desembocar en la parte sur de Vietnam. Nuestra primera parada ha sido el Phnom Sombok, una colina sobre la que se asienta un templo y un centro de meditación habitado por un grupo de monjas budistas. Es de las pocas zonas elevadas que existen en este inmenso valle, por lo que permite unas vistas privilegiadas del río y de toda la zona circundante. Además, hemos llegado justo cuando tocaban la campana de la hora de comer. Eso significaba que todas la monjas se habían reunido en el wat (la pagoda) y, dirigidas por dos monjes que entonaban las letanías, les hacían los coros, creando un efecto alucinante en sus cánticos que resultarían un hit aún más demoledor que los del Monasterio de Silos. Ante ellos tenían todos los platos de comida que luego iban a devorar. Los hemos dejado en la intimidad para no interferir y nos hemos ido a pasear por otros rincones del monasterio. Un grupo de trabajadores retocaba algunas de las ciento de réplicas de monjes que marcan la línea de ascenso a la montanya. Un taller de escultura se organiza al pie para ir dando forma a las figuras que, una vez in situ, se acaban de pulir y acabar.

El lugar era idílico, tranquilo y transmitía serenidad.

La carretera era bastante buena y por el camino hemos visto puestos de venta de Krolan, un arroz pegajoso con judias y leche que viene servido en canyas de bambú y se vende con la canya completa.

Poco más arriba está Kampi, una población conocida sobre todo porque es donde están las "pools", las zonas de "piscina" más tranquilas que preceden a los rápidos y donde se suelen avistar los extranyísimos ejemplares de delfines Irrawady, ejemplares de agua dulce muy peculiares y en vías de extinción (quedan unos 70 adultos y descontando) que constituyen el principal atractivo de la zona. Verlos es poco habitual pero es lo primero que te ofrecen cuando llegas a Kratie. Sabíamos que las posibilidades eran escasas y el presupuesto alto (la barca ya son 10 dólares por cabeza) para, con un poco de suerte, ver un lomo o una cola asomar en la distancia. Hemos visto un par de fotos y uno de cartón piedra con lo que nos hacemos la idea: son realmente raros!!! No tienen morrete y son muy chatos y la cola se asemeja más a la de la ballena... Esperemos que sean capaces de conservarlos!!

Hemos continuado hasta Sandan, una población que queda ya en el cruce con dos provincias, la que sigue hacia el norte y la de Steng Trung, camino a Laos. Nos hemos parado a tomar algo, a descansar el trasero de la moto (todavía quedan secuelas de la bici del otro día). Junto al camino principal había una escuela de inglés y los ninyos estaban empezando a llegar. Nos hemos acercado a saludar y nos han recibido con todos los honores. Los ninyos que se congregaban allí venían de distintas escuelas. Es ensenyanza privada y los hay de primaria y secundaria. He preguntado a varios la edad y desde unos 8 anyos los había hasta unos 16. La mayoría acudían en bici, sólo una tenía moto y acuden todos los días de 12 a 13 horas. Hoy estaban aprendiendo las rutinas del día. Se morían de risa cuando les iba preguntando el nombre, la edad, detalles fáciles de su vida diaria y el profe les iba ayudando cuando se quedaban atascados. Serían un grupo de unos 60 chavales que tienen claro que el inglés podrá, cuanto menos, abrirles más puertas y comunicarse con el mundo exterior.

Nos han despedido con un coreado "good bye" y nosotros lo hemos agradecido con un "li hai" local. Nos hemos divertido todos con la pequenya visita...

Andábamos buscando un punto de cruce del río para ir al otro lado ya que nos apetecía explorar la orilla oeste, que todavía carece de asfalto, agua y electricidad en su gran parte. Por fin hemos localizado una pequenya entrada que bajaba al cauce donde esperaba una pequenya embarcación que estaba siendo cargada con víveres. 3 o 4 motos más se han acercado y todos hemos ido subiendo a bordo con los vehículos. El paso ha tardado unos 15 minutos, pues era una zona amplia (unos 1500 metros) y había ciertos remolinos que esquivar. El pasaje para los tres (moto incluida) nos ha costado 3000 rieles, el equivalente a unos 60 céntimos de euro. Un chollo por la experiencia.

Lo mejor estaba por venir y la otra ribera nos ha encantado. A pesar de pillarla adormilada en plena hora de siesta y de calor (la chicharrera de las horas centrales es tremenda) los gritos de los "hellos" venían de todas las esquinas y las sonrisas de todos los lugarenyos (sin excepción) eran una constante. Cada poquito rato parábamos, bien para ojear, para otear a lo largo del río, para bajarnos a las playas que se forman en sus orillas (de una arena blanquísima y con un sospechoso brillo metálico), para observar detalles de las casas (nos tienen alucinadas las artes de construcción y las distintas modalidades que vamos observando), ver los animales que pasean felices entre los huertos y campos de arroz (los búfalos, vacas, gallinas y perros no parecen sufrir de estrés) o reirnos con los locales y los chavalitos.

Allá donde veíamos un chiringuito, parábamos para ver qué se podía tomar. La actividad ha tardado un poco en despegar y sólo sobre las 15 se animaban los carritos ambulantes a prestar servicio y los barecitos a servir algo fresco. En un pequenyo rincón sombreado hemos saboreado una especie de albóndigas recién hechas con pepino, algunas hojas cuyo nombre no conocemos y una salsa medio picante. Poco más adelante, nos hemos sentado en una mesa en una zona elevada junto al Mekong a saborear un exquisito jugo de canya recién prensado.

Pasear por estas pequenyas aldeas sin prisa y sin buscar nada en especial te dan otra visión del país, mucho más calmada, con un ritmo que no implica el frenesí. Los ninyos están siempre jugando, de un lado a otro con las bicicletas o ayudando en casa pero, hagan lo que hagan, siempre se percatan de que estás ahí y te dedican un hello acompanyado de su eterna sonrisa y las manitas dibujando saludos en el aire. Se nos ha ido la tarde en un trayecto de unos 20 kilómetros puesto que el fin no era llegar a ningún sitio sino disfrutar de cada tramo.

Teníamos enfrente de nuevo Kratie y tras pasar un par de puentes sobre tributarios del Mekong, hemos accedido al ferry que conecta con la ciudad. Este barco ya era de más calado y albergaba vehículos de cuatro ruedas. Lo hemos pillado justo a punto de salir y hemos aprovechado para vagar un rato más por la orilla y observar la puesta de sol que estaba a punto de caramelo. Justo en ese tramo del río se reunen varias casas flotantes, algunas en los brazos que llevan al interior, otras justo en el centro de la corriente. Es increible ver cómo vive esta gente que habita constantemente sobre el agua y como tienen incluso hasta sus plantitas y sus pollos sobre las balsas. Toda una vida de nomadismo acuático.

La bajada del sol sobre las aguas del Mekong es preciosa y, desde un rincón embarrado pero privilegiado, nos hemos extasiado un buen rato viendo los colores del cielo cambiar.

De vuelta al hotel, hemos aclarado cuentas y organizado nuestra salida de manyana. Nos apetecía cenar algo más consistente así que hemos entrado por segunda vez en nuestro viaje en un restaurante para darnos un pequenyo festín que hemos devorado con ganas.

Manyana partimos hacia un rincón incluso más relajado que este, donde queremos pasar el resto de la semana y dedicarnos a la vida contemplativa (de eso se trata... de contemplar!!!!) y a seguir disfrutando de esta increible gente que son los camboyanos.

Li hai!!!!!

domingo, 4 de diciembre de 2011

Dirección nordeste: un país diferente que respira calma

A las 6 en pie. A las 6.30 nos recogía la furgoneta para llevarnos a la estación de buses tras un desayuno algo apresurado entre "eat in" y "takeaway". Tras pasar por varios hostales y recoger tan sólo a una pareja, nos han llevado al final de la calle, unos 500 metros de distancia para hacernos pasar a un bus mayor. Lo gracioso es que ese vehículo era el que realmente nos llevaba a la estación. Eso sí, a las 8 estábamos ya todos colocados y listos para partir.

Algunas cosas no acaban de tener mucho sentido pero con tal de servir, esta gente va hasta cualquier extremo.

El camino de Siem Reap a Kratie eran teóricamente unas 7 horas. En realidad han sido 10 pero los viajes no se hacen pesados porque siempre hay algo con lo que entretenerse. Un par de cabezaditas y, sobre todo, unos companyeros de viaje que consiguen que pases el tiempo de lo más animado.

Esta vez teníamos a nuestra vera a un matrimonio con dos ninyos de unos 2 y 4 anyos. Contrario a lo que es habitual aquí, los vástagos eran insoportables y no paraban de dar la brasa. Era una pareja de un nivel más alto de lo habitual. Se notaba en la ropa, en los detalles (el personal común no suele lleva iPhone) y en la cantidad de guarrerías que ingerían los infantes. Pero lo peor era la indisciplinada actitud de las criaturas, que hacían lo que les venía en gana. El de 2 no podía estarse quieto ni dejar de gritar. Pegando saltos iba de asiento en asiento y cuando algo le gustaba lo pedía sin mediación. El de 4 ha cogido un par de berrinches cuando el padre amenazaba con quitarle el aparatito de marras y al final ha salido ganando y jugando con las miles de opciones del hijo predilecto de Apple. Tras la parada para tomar algo, han subido cargados de viandas y con juguetitos de plástico para apaciguar los ánimos. Tampoco lo han conseguido. Al pequenyo le he contado 4 chupachups, unas decenas de galletas, las papas que le ha robado a la senyora de enfrente y unos saltamontes fritos que casi le han llevado a ahogarse al no haberle quitado las alas (o eso hemos observado en el arte de comer bichos). Por cierto, tendremos que probarlos, pero estamos haciéndonos el ánimo....

Está claro que los ingresos no tienen mucho que ver con la educación...

Lo que sí estaba rico o al menos a mi me ha convencido (no tanto a Miguel, que me ha cedido el placer a mi sola) es un mango verde que me he agenciado en la parada de Kampong Cham, a mitad de camino y donde debíamos cambiar de bus. La fruta estaba totalmente ácida pero venía acompanyada de una bolsita con una mezcla de chile molido, azúcar moreno y sal. Se mojan los trozos (que ya te dan cortados y pelados) en el polvillo y "to p,adentro!". La mezcla es curiosa, ya que une ácido, salado, dulce y picante. Como la vida misma!!!

El trayecto hasta Kampong Cham, hacia el este siguiendo el curso del Tonle Sap, es una sucesión de campos de arroz alternando con palmerales inmensos y cientos de casitas tradicionales del mundo rural. En Camboya sí comienzan la casa por el tejado. De hecho ponen pilares, realizan la techumbre y sobre el vértice superior colocan la fecha de ejecución. Después siguen hacia abajo, realizando el primer piso, que es de madera recubierto unas veces con más madera, otras con bambú y hojas de plátano. El poderío se va viendo en detalles como las persianas para cubrir balcones o ventanas, el uso de la pintura, la terminación de la factura de la construcción y, sobre todo, el hecho de que esté cerrada la parte de abajo.

El bajo queda casi siempre abierto, destinado a almacen, lugar donde estar, trabajar, cocinar y hacer vida durante el día (siempre tiene algunas hamacas) pero aquellos que se lo pueden permitir, lo cierran con material de obra (hay que tener en cuenta que en época de lluvia suele inundarse con lo que la única opción es hacerlo realmente resistente) para preservarlo mejor. Pero esto sólo se ve en contadas ocasiones. Lo curioso también es la orientación. Todas las casas transcurren con las aguas de los tejados paralelas a la carretera, dejando la fachada que en principio parecería lateral como la principal. Y la mayor parte tiene 3 "naves" con la central algo más destacada y las dos laterales bajando ligeramente en tamanyo. El acceso tampoco tiene una escalera única, sino que suele tener varias entradas. Una forma curiosa y tradicional de construir.

Tras pasar Kampong Cham y tomar el bus que nos traía hacia el norte, a Kratie, nos ha llamado la atención ver cientos de árboles plantados de forma artificial. Lo primero ha sido pensar en reforestación pero cuando hemos empezado a ver miles de hectáreas con el mismo tipo de hoja y al fijarnos bien hemos visto que estaban todos "sangrados" por el mismo sitio y con un coco recogiendo la resina, hemos caído que era explotaciones masivas de caucho. No os imagináis la superficie que ocupa!!! Alterna en algún trozo con el café (por cierto, está exquisito!!) pero cubre kilómetros y kilómetros de toda esta zona y parece que está en pleno auge porque se ven aún más zonas siendo trilladas y con pequenyos árboles tomando ya forma.

Hemos llegado a Kratie con la tarde ya caída. Nos han amenizado los últimos tramos con los impertérritos karaokes en la televisión, las series de humor (que encuentro francamente de mal gusto pero que aquí triunfan enormemente) y una película de lo más banal pero que al menos tenía subtítulos que te obligaban a fijar la vista en algo.

Ya nos hemos instalado en un hotelito de nombre impronunciable, junto a la orilla del Mekong por la indecorosa cantidad de 6 dólares. Manyana saldremos a explorar la zona pero no sin antes lanzarnos a degustar alguna de esas delicatessen locales que tanto nos gustan.

Besitos!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


sábado, 3 de diciembre de 2011

Angkor, la joya de la corona

Había mucho que ver, pero no siempre se puede (o apetece) madrugar así que eran las 7.30 cuando estábamos desayunando en la terracita del Garden Inn y tratando de hacernos con un par de bicis, que nuestro amabilísimo recepcionista nos ha traido de forma ágil y rápida cuando hemos acabado de zampar.

Teníamos claro que queríamos visitar Angkor sobre dos ruedas, pedaleando y con el sol a nuestras espaldas. Llamadnos masocas (sí, es más cómo el tuctuc y además tiene sombra) pero algunos hacemos estas idioteces y, sobre todo, nos da más sensación de libertad (y además - importante-, eran gratuítas!!!!!)

Cual dos personajes de verano azul (el modelo de bici tenía, más o menos, la misma edad que la serie) nos hemos lanzado a las calles de Siem Reap, sin un mapa concreto pero con muchas ganas de cubrir distancias. Para más inri, hoy había una carrera ciclista (para recaudar fondos) y transcurría por la zona arqueológica, con lo que formábamos casi parte del paisaje motor del día, aunque nuestros uniformes no eran tan sofisticados y nuestros vehículos, por descontado, tan ligeros y modernos.

De hecho, al llegar a nuestra primera parada, Angkor Wat, hemos visto que la meta estaba justo en la puerta. Si de normal la concurrencia al templo es alta, hoy aquello no daba más cabida.

Y apenas la daba también el templo.

Lo reconozco: esta manyana, de haber escrito este post antes del mediodía, lo hubiera titulado "El circo de los horrores" pero al final de la jornada hemos tenido momentos fantásticos, escenas inolvidables y risas incontenidas. Lo bello se mezcla a veces con lo esperpéntico, lo etéreo con lo material y carnal. Y en Angkor todas las combinaciones están permitidas.

La entrada al recinto supone pagar prácticamente el sueldo mensual de un camboyano medio. Por un día 20 dólares. Por 3, el doble (obviamente si quieres dos, tienes un día extra gratis, lo uses o no). 40 billetes que son lo que viene a cobrar un obrero normal. Y doy fe que tienen cientos de ellos trabajando para el mantenimiento de la zona y que Angkor da de comer a miles de familias de este país, de forma directa o indirecta, pero es su mayor negocio sin duda alguna.

Y se lo cuidan con mimo y esmero.

Los templos están cuidados hasta el último detalle. La hierba cortada, las hojas recogidas, ni un solo papel, todo en orden (menos las piedras, que se suicidan constantemente) y el personal amable y acogedor.

Angkor Wat es el templo que da nombre a la zona, el más grande en tamanyo y el mejor conservado. Su nombre significa "El templo que es una ciudad" con lo que os podéis hacer una idea del calado. Rodeado por un inmenso foso de agua, el reflejo y la sensación de grandiosidad se acrecentan aún más si cabe con este marco. Todo lo que pudiera decir de su magnanimidad se quedaría corto. Lo que si sobrarían - y sobraban para poder disfrutarlo - eran esas ingentes masas de personal. Imposible hacer una foto sin extranyos. Ni siquiera de detalle. Pelea por retratar el pasillo. Pídele al japonés que se aparte de la escalera, al rubio de dos metros si se puede agachar para hacerle la foto al relieve o a la senyora rubia si le importa obviar su melena de tu encuadre. Todo un show para poder disfrutar de cierta calma de tan bucólica escena. Ríos de gente arriba y abajo, entre pasillos, ascensos y descensos, explicaciones en mil idiomas y banderitas de todos los colores. Un parque temático arqueológico y todos haciendo de Indiana en Disneyworld.

Buscando rincones tranquilos hemos logrado encontrar por unos segundos algún remanso de paz, pero nada muy duradero. Cansados de pelearnos por encontrar el hueco, nos hemos ido a ver algunos babuínos en la parte trasera y a pasear por caminos aledanyos buscando una tranquila salida.

Desde el rey de reyes, hemos ido hacia Angkor Thom, un complejo monumental donde también se encuentran algunos de los mejores ejemplos arquitectónicos del complejo.

El Bayón, conocido por sus 216 rostros de Avalokiteshevara con su enigmática sonrisa estaba algo más apacible y nos hemos paseado con algo más de tranquilidad. Parte del complejo que lo rodea tiene también la imponente terraza de los elefantes o la del Rey Leproso. Cada rincón compite con el anterior en grandiosidad.

A las 12, algo acalorados, cansados y hambrientos de pedalear, nos hemos dado un receso para comer un arroz y recuperar energías, doparnos un poco con cafeína (el café aquí sabe a especias y hasta recuerda al chocolate. Es muy especial) e hidratar un poco el cuerpo.

Hemos seguido lo que se ha trazado como "gran circuito" y que discurre por carreteras que van uniendo diferentes templos. Son cerca de 30 kilómetros con una carretera excelente, un paisaje sombrío y rodeado de árboles y una banda sonora de cigarras con un carraspeo atronador. Para nuestro regocijo, apenas tiene tráfico y sólo de vez en cuando aparece un tuc tuc, una minivan de japoneses o algún currante con su motito que se pone a desbrozar los laterales de los caminos.

El paseo en sí es impresionante y al ser llano, recorrerlo en bici (aunque sea de los anyos 60 y pese 2 toneladas) es una gozada. Si además te puedes ir parando en los sitios arqueológicos y disfrutando del ambiente, el dia se convierte en un suenyo.

Por suerte, a medida que pasaban las horas el flujo de visitantes iba descendiendo. En el Preah Khan apenas hemos coincidido con unas decenas y hemos disfrutado de un lugar realmente mágico e imprevisible. Del Preah Neak Poan nos ha sorprendido el camino de acceso, puente suspendido sobre una gran laguna donde la luz se filtraba por los árboles y se reflejaba en las aguas.

Del Mebon nos han encantados sus magnánimos elefantes y los arrozales de un verde insoportable que lo rodean (antanyo una inmensa piscina). Hemos obviado el Pre Rup, ya que ya habíamos disfrutado de su hospitalidad junto a las masas la tarde anterior (en esos momentos apenas había unas decenas de personas) y nos hemos ido directos al templo que más nos apetecía, el Ta Prohm.

Seguro que muchos lo conocéis. Incluso aquellos que jamás han oído hablar de Angkor. Eso sí, a Angelina y su más famoso personaje pegando botes entre tumbas y cargándose a los malos a patadas seguro que la localizáis.... ESE escenario es el Ta Prohm.

La realidad es que el templo es una auténtica maravilla. La arquitectura no es lo que más llama la atención pero sí esa fantástica comunión entre la mano del hombre y la naturaleza. Los árboles se han comido literalmente durante siglos parte de la estructura y cabalgan descarados por encima de techumbres, se cuelan descarados por las ventanas y abrazan con ternura las columnas. El resultado final es mágico y sólo ver esa fuerza desbocada de la naturaleza sobrecoge enormemente. Para nuestra suerte era la hora de la puesta de sol, con lo que las hordas estaban repartidas en el par de templos desde la que se contempla (Ta Prohm está inmerso en selva y no tiene altura) con lo que por momentos estábamos solos y hemos podido gozar de la intimidad de ambos medios en total silencio.

Así nos despedíamos de Angkor y de esa gran maravilla que fue el gran reino entre los siglos IX y XII, que tuvo grandes reyes como Jayavarman (de estos hubo unos cuantos) y otros nombres impronunciables como Udayadityavarman, con sus intrigas, sus luchas y sus complejas vidas pero con un legado que representa el paraiso en la tierra y el alma y corazón de Camboya.

Se nos ha echado la noche encima en el camino de vuelta. Desde el complejo nos quedaba todavía un buen rato hasta casa. Aunque con los frontales puestos (más porque nos vieran que por ver nosotros) el camino se nos ha hecho un poco largo y nos ha tocado improvisar en nuestras direcciones. Algo más de una hora en "braille"ya que los faros de los vehículos que pasaban más que ayudar, cegaban y te dejaban "tanteando" el firme de la carretera. Llegar al caos de Siem Reap ha sido un alivio. Moverse por las calles donde no hay ley ni orden tiene su gracia pero, al contrario de lo que se podría pensar, no da sensación de inseguridad. Como el caos es lo que rige, el respeto es constante y mutuo, el cuidado por los demás es máximo. Resumiendo: hemos llegado al Garden Inn enteritos y estupendos, aunque con la entrepierna algo escocida.

Nos merecíamos una buena cena y la hemos encontrado en un chiringuito regentado por una familia de origen chino, que nos ha preparado unos rollitos frescos con papel de arroz con muchísimo carinyo, una magnífica sopa de fideos tiernos y un pollo con noodles al curry para chuparse los dedos. Aunque nos hemos tomado un batido de coco y uno de rambután, nos hemos quedado con ganas de algo dulce. La respuesta estaba al girar la esquina, en un carrito que preparaba una especie de crepes de banana con leche condensada y canela. Ummm....

Y para rematar la faena tras más de 50 kilómetros de darle a las patas, qué mejor que un masaje de pies?????? 30 minutos de auténtico relax donde se me cerraban los ojos y me hubiera podido quedar a descansar sin levantar el trasero del asiento. Un lujo asiático que de vez en cuando te puedes dar....



viernes, 2 de diciembre de 2011

De "Venecia" a "Benidorm"

Era de imaginar. Nos aseguró que el tuctuc nos recogería a las 6.40 pero siquiera se tomó nota o mucho interés... Y, en efecto, a las 6.42 salíamos en busca de uno que cubriera los apenas 600 metros al muelle, pero era tarde y andábamos con trastos y pocas ganas de correr. Fuimos tan puntuales que apenas había media docena de personas, pero pudimos situarnos en el techo del barco, lugar privilegiado para tener 360 grados de vista y no perderse ni una.

Parece que la idea gustó y unos cuantos visitantes también se quedaron desparramados sobre la chapa de latón. Partimos de Battambang sobre las 7.30, recorriendo un tramo del lago Tonle Sap (que a su vez es un brazo del Mekong) que discurre por paisajes muy diferentes. De las originales 5 horas, tardamos unas 7, pero todas ellas igual de disfrutables y fantásticas. El primer tramo, a través de la ciudad de Battambang y sus alrededores, más "urbano", con las casas asomadas sobre pilotes, pescadores echando redes (lo que causaba que el barco fuera constantemente haciendo zigzag y evitando las artes de pesca) y la vida diaria en primer plano por las traseras de las casas. Todo un mundo de intrusión en una cotidianeidad poco privada.

Una vez que el río se fue abriendo, el paisaje se tornó verde en las orillas, con árboles semihundidos, nenúfares gigantes, garzas revoloteando y todo tipo de vida vegetal. Poco a poco en algunas zonas se estrechaba de tal manera que se convertía en un canal angosto por donde apenas cabían dos embarcaciones. La profundidad en esta época (comienzo de temporada seca) todavía permite cierto movimiento, pero a medida que escasean las lluvias, a veces se hace impracticable la navegación y se han de cambiar las rutas. Aún así, hay que conocer bien los caminos para saber por qué brazo colarse, puesto que es enganyoso y en cualquier momento se puede encallar.

Lo más curioso del camino son las varias ciudades flotantes que nos cruzamos. Verdaderas metrópolis sobre troncos, con casas que hoy pueden cambiar de orilla (muy práctico cuando te llevas mal con los vecinos o tienes una suegra pesada) o emigrar a otra zona más benigna si se tercia. Todo, desde escuela a peluquería, pasando por el supermercado o el barecito de turno, está perfectamente compuesto en ese mundo flotante donde los vehículos son barquitas, barcas, ruedas o palanganas, pero cualquier cosa que pueda trasladarte por encima del agua.

Desde cada casita escuchábamos los "byeeeebyeeee" que nos enviaban al paso. Incluso algún ninyo más atrevido nos enviaba un beso. Desde nuestro puesto de vigias sobre el navío, nos sentíamos casi reyes en una procesión de estado.... Sobre todo porque a eso de las 13 horas ya éramos los únicos que sobrevivíamos en cubierta. Todos los turistas (más nórdicos que mediterráneos) habían sucumbido a la necesidad de sombra y se escondían bajo el toldo.

Llegamos a eso de las 14.30. En el muelle de Siem Reap había decenas de mozos con carteles esperando a clientes. Al estar a 11 kilómetros de la ciudad, precisábamos de transporte, así que escogimos a uno que tenía un cartel diciendo "One dollar to any hotel in town". Resultó llamarse Mr. Fresh y luego nos confesó que hizo un negocio redondo, porque había ido a descargar y le tocaba volverse de vacío igualmente, así que se lanzó con el cartel por si las moscas. Y allí estábamos nosotros. No sólo nos llevó al hotel, sino que además, por majete, le dimos algo de business por la tarde.

Estábamos famélicos (apenas llevábamos unas bananas y un par de galletas en el cuerpo) así que Mr. Fresh hizo un stop en un restaurante local y recuperamos fuerzas. Queríamos ver algún templo aún por la tarde y aprovechando que estábamos movilizados, optamos por uno de los lejanos, Bantey Srei, también el más antiguo (del siglo X, 967) pero el más fino en cuanto a tallado. Los bajorrelieves son estupendos y con una filigrana exquisita. Al ser última hora de la tarde había gente pero era más que manejable y pudimos disfrutar de esta joyita. Mr. Fresh estaba algo nervioso, porque quería que viéramos la puesta de sol desde Pre Rup y se estaba haciendo tarde.

Lo mejor fue la llegada a este enorme templo. Apenas se podía ver el edificio, cubierto -literalmente- por miles de personas. Todos mirando en la misma dirección y apuntando con la cámara. Es de esas ocasiones en que te sientes un auténtico borrego...

Realmente era irrisorio ver aquella inmensa cantidad de gente haciendo "ohhhs y ahhhhs" por una puesta de sol bastante común, por otra parte (no tenía un fondo espectacular, ni siluetas de templos, ni reflejos... era una SIMPLE puesta de sol) y todos volviéndose locos tratando de retratarla. Lo dicho: a veces somos una panda de ovejitas...

Regresamos anocheciendo ya a Siem Reap, a tan sólo 7 kilómetros del complejo de Angkor. Mr. Fresh nos dejó en nuestro hotel, bastante cercano al mercado nocturno y nos ofreció sus servicios para el día siguiente, pero nosotros ya teníamos otro plan.

Optamos por dar una vuelta y tomar algo de cenar. La experiencia prometía ser, cuanto menos, diferente.

Siem Reap es una especie de Benidorm. Una ciudad por y para el turismo. Puedes encontrar hoteles de 2 y de 2000 la noche, miles de tiendas de souvenirs, restaurantes con pizzas y patatas fritas, helados con toppings o espectáculos tradicionales. Y, como no, cientos de casas de masajes de pies a cabeza, spas o lugares de belleza donde sentirse y salir como un rey o reina. Una competencia feroz por llevarse el gato al agua en todos los negocios y, por supuesto, música alta, alcohol y los vicios más permitidos y no tanto al alcance de todos los bolsillos. Si bien durante el día lo que más se ve son veteranos japoneses y grupos de chinos, por la noche afloran los grupos de jovencitos, rubios y estupendos, con pantalones cortísimos o vestuario nuevo recién adquirido en el mercadillo. De todos colores, formas y edades, pero el turismo es la fuente de vida de Siem Reap y lo que probablamente aporta más al PIB de este país que, por otro lado, no tiene de momento muchas más opciones y es mayormente agrícola.

No es el tipo de lugar en el que nos encontramos a gusto, pero "noblesse oblige" y ver la historia, la grandiosidad de los templos de Angkor pasa por este trámite algo cansino. De la tranquilidad de Battambang al barullo de Siem Reap. Todo un contraste. Pero dos mundos con mucho que dar...

jueves, 1 de diciembre de 2011

Espanyoles por el mundo. Cara B.

Pasamos mala noche. No sé si fue la cebolla de la cena, pero ambos andábamos dando vueltas y escondiéndonos bien debajo, bien encima de las almohadas. Cuando ha sonado el despertador a las 7 nos han entrado ganas de lanzarlo por la ventana, pero aún con cansancio, nos hemos dispuesto a tomar algo rápido en el Tomato (unos sándwiches estupendos con unos batidos de frutas fantásticos) y hemos acudido a la sede de Agua de Coco, donde Marga tenía a Lyly y a Virey esperando algo nerviosas para que las acompanyásemos a la reunión que tenían con las mujeres del consejo de las comunidades.

Sobre las 8.30 hemos llegado al edificio que dobla como retén policial y sala de consejos. Eran unas 8 mujeres de comunidades locales que pertenecen a Battambang, representantes de cada zona que han sido elegidas para ser la voz de las mujeres, ya que recientemente parece que el gobierno está impulsando cierto acercamiento a la igualdad de género. La reunión ha transcurrido en Khmer, con lo que no hemos podido entender mucho pero el slide-show eran fotos de la última jornada festiva que se llevó a cabo en estas zonas, la celebración del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia de género. Nuestras dos acompanyantes llevaban ambas un lazo blanco en la solapa y les han pedido a las demás que sigan exhibiéndolo durante algunos días más para crear conciencia. Me han solicitado unas palabras y algún comentario al respecto. Les he dicho que no es un hecho aislado, que nosotros también lo padecemos, pero que eso no significa que sea bueno, común o algo que deban aceptar. Lyly iba traduciendo mis palabras pero poco podía anyadir yo a esa realidad que ellas conocen mucho más que yo de primera mano.

Nos hemos despedido de ese encantador grupo de mujeres que se dispersaban unas en sus motos, otras en sus bicis, y siguiendo como "paquetes" de Lyly y Virey, nos hemos dirigido a las aldeas más alejadas de la ciudad.

En estas áreas, Agua de Coco ha identificado (también con ayuda de los consejos) un grupo de unas 100 familias en riesgo de extrema pobreza, con una situación económica paupérrima e ingresos por debajo de los 3 dólares. No es difícil dar con unas cuantas.

La primera muchacha que hemos ido a visitar tenía 22 anyos. Era una cría con dos ninyos a su cargo, uno de 4 y otro de 6 meses. En el momento que hemos llegado venían colgados (literalmente) del cuello de su abuela. Su marido trabaja ocasionalmente en la construcción, llevándose un sueldo de 3 dólares diarios. Pero eso fluctua y ella cose algunas bolsas (de momento bastante básicas, dado que está empezando a cogerle el gusanillo) de incienso para la ONG. Por cada una se lleva unos 10 céntimos pero toda la materia prima se la da la organización.

Los ninyos estaban ambos con fiebre. El mayor no ha querido salir en todo el rato de debajo de la hamaca, escondiendo la cabeza tímidamente. El pequenyo respondía a mis caricias con sonrisas y con la piel de gallina. Pero el placer del tacto se le ha pasado en cuanto le ha entrado el hambre.

La casa, por llamarlo algo, era una cabanya de material precario de unos 3 x 3, donde dormían y hacían vida los 4. Por suerte, la familia de la moza vive enfrente y les echan una mano con los ninyos y con otras cosas. La pobreza empuja a la solidaridad y lo que no se tiene en riqueza material, se posee en espiritual.

La segunda muchacha que hemos conocido era algo mayor, 27 anyos, pero también con dos ninyos pequenyos y un marido parcialmente ocupado. La casucha era similar a la anterior, careciendo por completo de electricidad y agua potable. Sólo unos grandes contenedores de barro recogen el agua de lluvia y almacenan aquello que pueden aportar de forma manual. En épocas de lluvia apenas hay sitio por donde moverse y el espacio vital es mínimo. Las políticas de natalidad se conocen pero no se aplican y las mujeres abandonan la educación demasiado temprano, esperando cuanto antes casarse y empezar una vida "formal". Por suerte, existen matrimonios por amor y en este caso son los maridos los que aportan la "dote"a la unión, con lo que no es "interesante"unirse a una fémina pobre.

Nuestra tercera visita me ha resultado impresionante. Tenía 33 anyos, embarazada de su cuarto hijo (de 7 meses) y allí estaban todos, tanto sus vástagos como sus hermanas, trabajando en un pequenyo tenderete que tenía montado preparando aperitivos, "snacks"para la comunidad. La materia prima la ha de comprar. Desde muy temprano está preparando toda la cocina, rallando, cociendo, cortando y pelando. Tenía cosas exquisitas. Era la ocasión perfecta para probarlo todo (sabiendo, por fin, lo que comemos) y no la hemos podido desperdiciar. Lyly nos iba traduciendo todo y hemos repartido los manjares entre los 4. No sé si me han convencido más las galletas de berenjena, los pescaditos con chili o los pinchos de arroz. La suma de todo el festín ha sido de algo más de un dólar. Ni tan siquiera llegaba al euro. Para cuatro.

Ya os podéis imaginar el margen de beneficio que tiene esta mujer y lo que se puede sacar con estas ventas. Si sumas la mano de obra, la materia prima y las horas y esfuerzos gastados a mi no me salen las cuentas. Pero, como es habitual, en Camboya nunca salen...

Esta mujer me ha fascinado. Además, cose para la ONG y hace cosas fantásticas (ya de más sofisticación y, por tanto, de mayor beneficio). Y, sobre todo, mantiene a un marido alcohólico que de vez en cuando le casca pero del cual, como es habitual, no se puede separar porque la sociedad no puede aceptar tal desacato.

Eso te hace reflexionar sobre la vida TAN fácil que podemos llegar a vivir...

Hemos regresado a Battambang para que nuestras dos estupendísimas cicerones pudieran seguir trabajando y meterse en faena. Ya las habíamos secuestrado por bastante tiempo.

Teníamos apalabrada una motito en el Gecko, frente a la sede de Agua de Coco y nos la hemos agenciado para la tarde y para explorar algo más la zona. Nos hemos dirigido en dirección a Ek Phnom, un templo a unos 13 kilómetros de la ciudad, pero no era el fin en si ver el edificio (que de hecho, ha sido lo menos interesante de todo) sino dar una vuelta y seguir respirando el aire de la humanidad camboyana.

Una primera parada de "repostaje"en una antigua embotelladora de Pepsi ya desmantelada para coleccionar una imagen para mis amigos que trabajan actualmente en PepsiCo y para los cuales me gusta recolectar ciertas fotografías. Unos kilómetros más adelante, sabíamos que existía una granja de cocodrilos donde se crían cientos de ejemplares (para concretar unos 1200) con senyalización nula pero unos habitantes siempre dispuestos a echarte una mano. Nos hemos topado con Ayaa, que está embarazada de 7 meses y que cuida junto con su marido la granja de cocodrilos. Llevan dos anyos a su cargo y el duenyo les deja vivir en la zona. Pagan un pequenyo alquiler, luz y agua, pero pueden sobrevivir con cierta decencia. Ella es huérfana y fue recogida por una familia que la maltrataba y explotaba. Todavía tiene restos de las quemaduras que le hicieron. Su familia política se negó en principio al matrimonio, ya que era pobre y sin familia ninguna pero luego han aprendido a quererla o, cuanto menos, a aceptar que tiene cierto valor y "aporta" algo a la casa. Ella tiene claro que es por interés, pero al menos está medianamente contenta con su vida. Su marido ha estado acostándose con otro durante unos meses pero, cuando hace 3 meses supo que esperaba su segundo hijo, parece que dejó de tontear y se ha vuelto a centrar en su familia.

Os he comentado lo contenta que estoy de estar con Miguel??????????

Saliendo de la granja, cuyos usos son básicamente para piel de cocodrilo (que venden sobre todo a Thailandia) hemos escuchado música y mucho follón y atraidos por tan barullo, hemos aparcado la moto y nos hemos colado en una boda en la que los brillos, el maquillaje y los adornos emperifollados habitaban por doquier. La madre del novio nos ha ofrecido comida y bebida. Nos hemos confirmado con una cola (por aquello de no entrar a saco con la Angkor, la cerveza local) calenturria que hemos dejado en dos sorbos, pero hemos estado cotilleando modelitos, estilos y confirmando que el estilo "pantalón cagaó" y "pelo pollo" también hace estragos entre los jóvenes camboyanos. Algunas cosas no cambian...

Atorados por la música y los decibelios, hemos emprendido de nuevo camino al templo. Lo que más nos ha entretenido en la entrada eran unos ninyos jugando en un puentecillo, cogiendo nenúfares, comiéndose los tallos y recolectando el musgo, que limpiaban y amasaban... Ahora miramos con más calma cada sopa que comemos y nos fijamos si lo que flota tiene algo que ver... sea lo que sea, aquí está todo tan sabroso que, bienvenido sea si es alga, musgo o bicho comestible!!

El templo, como he comentado, era lo de menos y estaba en una situación precaria. Las piedras estaban en un equilibrio imposible y los carteles de "danger" cubrían la zona. El lugar es área de recreo para los camboyanos, que acuden a hacer picnic los fines de semana. Al ser jueves estaba tranquilo y la senyora que nos vendía las bebidas se ponía tranquilamente rodajas de nabo para refrescarse el rostro... Apuntaros el próximo secreto de belleza!!!!

La vuelta hacia Battambang la hemos hecho por una carreterita de tierra, al otro margen del río y junto a las aldeitas. La vida es tan sumamente tranquila y apacible pero a la vez tan activa, que puedes entretenerte en cada rincón viendo a un pescador echar la red, a un senyor paseando a las vacas, a los ninyos jugando en la orilla, a las senyoras secando el pescado o a una familia entera preparando papel de arroz de una forma artesanal por la cual se sacan una media de un dolar cada 100 piezas. Un sueldazo, como veis, pero la manya es tal que pueden llegar a fabricar hasta unos 400 por hora, con lo que se convierten en potentados que pueden permitirse hasta tener vacas (que vienen a costar unos 300 dólares la pieza!!!)

Nos llamó la atención un orfanato que vimos muy aseado y, al fijarnos un poco más, vimos que era donación de Juliette Binoche del anyo 98 y restaurado recientemente por la embajada de Japón. Alberga unos 120 ninyos de 3 a 20 anyos. Aparte de la educación reglada, les dan clases de inglés, francés y ordenador. Y, lo más importante, a los ninyos se les veía felices y sanísimos. No todos tienen la misma oportunidad, ni la misma suerte.

De vuelta en Battambang teníamos hambre, así que hemos pegado un mordisco en el mercado pero nos hemos ido un poco más al sur de la ciudad. Allí hemos estado observando con minuciosidad la recogida de redes de todo un grupo de pescadores en la margen del río. UN procedimiento cuidadoso y metódico. Lo más curioso es que luego clasifican los peces y los más pequenyos los dejan en una especie de recintos para que puedan crecer. Una curiosa forma de no esquilmar del todo sus recursos pero paliar la necesidad de comer.

Habíamos quedado a las 18.30 con Marc en la sede de Agua de Coco, así que nos hemos ido para allá. Marga y Stephan andaban también aguardando a los padres de este, que están de visita estos días. Nosotros 3 hemos cogido la moto hacia el mercado nocturno y nos hemos ido a tomar algo, poniéndonos al día con Marc, un barcelonés que lo ha aparcado todo y se ha ido a vivir a Battambang con la sola intención de ser más feliz y disfrutar de su vida. Y realmente lo parecía!!!

Agotados de tanta emoción y trajín, nos hemos despedido de todos (Marga y Stephan han aparecido a tomar café) con grandes abrazos y ganas de más, ya que la vida de Battambang nos ha seducido por completo... Muy diferente y mucho más viva de la que nos puedan vender.


¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)