Los "protas"

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De madre aventurera, hija trotamundos. Una aporta la experiencia, otra el sentido común. La suma de las dos: una serie de vivencias inolvidables y unos recuerdos indelebles.

martes, 9 de abril de 2013

El café y su parafernalia

No podía dejar de obviar algo tan importante y fundamental en la vida diaria etíope como es el café. No sólo porque es el sustento de muchas familias y el soporte de muchos curritos para sobrellevar el día (sobre todo a este lado del "charco"), sino por lo que ellos mismos han dado en llamar la "ceremonia del café", que no es otra cosa que un nombre circunspecto y pomposo para lo que aquí llamaríamos "Uno solo, por favor".

Debo advertir que, aquellos que pretendan tomarse uno rapidito antes de subir a la oficina o cuando bajan a almorzar, lo tienen crudo. Tomar café requiere su tiempo (y el de los demás), no tener ninguna prisa y disfrutar de la velada. Por eso nos acostumbramos a pedirlo, o bien cuando no teníamos otra cosa que hacer (bastante a menudo), o un buen rato antes de que nuestro cuerpo incluso tuviera apetencias de cafeína (eso se llama planificación). He tratado a veces de extrapolar la situación a nuestro mundo diario, pero no me imagino yo a las camareras del bar de abajo dejando de poner cestas de pan, de correr cambiando los cubiertos o de dejar de atender la campanita para sentarse en el taburete, respirar hondo y ponerse a preparar el famoso oro negro.



Primero he de dar una pequeña lección de historia: el café proviene de Etiopía (¡toma ya!). No, no venía con Lucy y surgió del Rift, pero sí fue un pastor avezado llamado Kaldi en el s. IX quien se dio cuenta de que sus animales, al ingerir ciertas bayas de algunas plantas, se volvían algo inquietas (por no decir que tiraban p'arriba en la montaña sin parar). Llevó su descubrimiento a un monasterio, donde primero lo tildaron de demoniaco y les pareció asqueroso (intentaron cocinar las bayas y les supo a rayos), pero luego descubrieron al tirarlo al fuego que el olor que desprendía era celestial (por tanto lejos de ser pecaminoso) y que, haciendo un brebaje de esa manera, les venía estupendamente para que no se les cayera la cabeza en sus plegarias nocturnas. Su uso empezó a extenderse pero no fue hasta el s. XV que se empezó a conocer la bebida del café como ahora la entendemos, fraguándose en Turquía (donde se fundó la primera cafetería) y extendiéndose a todo occidente. Siglos más tarde, este producto supone el sustento de millones de personas en todo el mundo y es, después del petroleo, la mercancía más habitual en el planeta.

Y, si vamos al grano (nunca mejor dicho), os relato más o menos en qué consiste la famosa "ceremonia del café".

Todo empieza con un pequeño taburete, un hornillo de carbón y una mesita bajita sobre la que se apoyan numerosas tacitas de loza china. La "cafetera" (muchacha que hace el brebaje) primero ha de calentar el carbón, ponerlo al rojo vivo y, cuando ya está listo para freír hasta el más crudo, coge una pequeña sartén (o un cacito reciclado, hecho a veces de antiguas latas) para tostar los granos verdes. Toma la cantidad necesaria (no más) para la jarra que va a preparar y, en el momento que está empezando a echar humo, lo acerca a los futuros bebedores para que aspiren el aroma. En ese instante está muy bien soltar algo así como "Betam toro nô" (o lo que te acuerdes, mientras no sea algo grosero) para que la señora se vaya contenta.


Acto seguido, cuando ya ha adquirido su colorcito preciso, coloca los granos en un  mortero ad hoc (chiquitín y recatado) y lo va moliendo manualmente con una especie de maza (lo hemos visto hacer incluso con una barra de acero de un encofrado). Una vez desintegrado (para entonces, el olorcillo que sube por el local ya te tiene colocado), lo pone a hervir en una cafetera especial, llamada jebena, de cuello estrecho y base esférica. El secreto de que los posos no se mezclen con la bebida está en la mano de quien lo prepara y sirve. De un recipiente pueden salir de 2 a media docena de cafés. Dependiendo también del tamaño. Suelen hacerlo totalmente a medida, por lo que si les pides dos, tendrás que esperar otra media hora para repetir.



Para amenizar la espera, a la vez, en otro hornillo (esto no siempre es posible) te hacen unas palomitas. Eso sí, aquí vienen sin peli, azúcar o sal. Pero están más ricas- será que el maíz no está tan manipulado como en nuestras tierras. En ocasiones la tacita viene ya con azúcar incluido- tal cantidad que puedes plantar la cuchara, pero cada vez es más habitual que seas tú quien decidas el futuro de tu glucemia o si quieres pasar del subidón, con lo que una azucarero pasará por tus manos o un vasito con una cierta cantidad de granos refinados para tu elección.


Y, por si no te habías mareado ya con el aroma de los granos, unas cuantas hojas de sándalo (incluso si tienes suerte algo de mirra) se colocan sobre el hornillo en ascuas para dar ambientillo a la estancia. La mezcolanza de sustancias es impresionante. Acabas por flotar.



Por supuesto, después de la primera taza te entran ganas de más. Entonces, cuando la chica que sigue resoplando delante del hornillo te mira con el morro torcido, tú le sonríes de vuelta y se lo pides por favor... La verdad es que NUNCA tuvimos pegas para pedir cuantos cafés deseamos. Lo ven tan normal como nosotros preparar una tortilla de patatas pero, lo dicho, nada de tomarte un "espresso" rapidito.

Hasta para lo más futil en Etiopía se necesita TIEMPO.

viernes, 5 de abril de 2013

Cerrando ciclo en Addis

La costumbre y la práctica nos hacen ya ser verdaderos expertos en ciertas materias. Algo que jamás hago en mi vida cotidiana (pegarme madrugones soberanos) se convierte en hasta casi una actividad relajante y voluntaria cuando estás en vacaciones. 4.45 y de nuevo en marcha. Vestidos, con la cara lavada y la mochila al hombro. Como siempre, la estación a las 5 de la mañana es un hervidero considerable, más aún teniendo en cuenta que desde Dessie parten buses hacia norte, sur, este y oeste. Es un verdadero atolladero.

Teníamos los asientos del 1 al 3. Fila preferente y todo un lujo, sobre todo teniendo en cuenta que en otras ocasiones el "2nd level" no nos había otorgado número y tuvimos que luchar por un sitio decente. Ocho horas por delante con buena visibilidad y capacidad para estirar las piernas es un verdadero lujo.

En el "kilómetro 200"

400 kilómetros exactos separan Dessie de Addis Abeba. En estándares africanos, unas ocho horas de trayecto por carretera asfaltada. Como suele ocurrir, el bus sólo para una vez, lo más cercano a mitad de trayecto, que en este caso fue en un pueblo en medio de la nada lleno de vendedores ambulantes, restaurantes de comida veloz (tiene uno o dos platos en carta que es lo que endosan cuando tienes hambre, normalmente variantes de la injera o el sempiterno plato de spaghettis) y un mercadillo con apariencia poco organizada. La acumulación de buses lo convertía en otro colapso funcional pero, sobre todo, se llevaba el premio a los váteres más asquerosos que hemos encontrado a lo largo y ancho del país. Que ya es decir... (y no me voy a encantar en detalles sobre los olores pútridos y ácidos que emanaban).

 
Encomendados

No deja de sorprendernos el cariz montañoso del norte de Etiopía, el altiplano que asciende por encima de los 2000 metros y que lo convierte en un impresionante vergel, con el cuidado y mimo también de sus habitantes que, conscientes de la necesidad de vivir de la naturaleza, repueblan sus bosques, reciclan cuanto encuentran y mantienen el paisaje impecable. Todo el mundo con el que hemos hablado coincide en lo mismo: cuando vives de la naturaleza no tienes más remedio que respetarla. Ojala muchos escucharan esta sentencia y se adhirieran a ella.
Ambientillo mercantil
Nos llamó la atención que una zona por la que fuimos pasando mostrara rasgos de un islamismo bastante extremo. En un país donde el cristianismo ortodoxo es la norma, choca ver mujeres totalmente tapadas, apenas mostrando las pestañas y la proliferación de espigadas torres, adalid de las numerosas mezquitas.

Llegamos a la capital entradas las dos de la tarde. Quisimos bajar antes de llegar a la estación de buses, para caminar un poco por una parte diferente de la ciudad y evitar también el caos de la zona de Merkato. Desde Siddist caminamos a Arat Kilo, pasando por la zona universitaria. Rodeamos el antiguo palacio de Menelik (fuertemente custodiado), dejamos atrás el insultante hotel Sheraton (donde se llegan a pagar 12.500$ por una suite) y a nuestra izquierda quedó el palacio nacional. Destino: las aguas termales de la ciudad. Poco anunciadas, poco fáciles de hallar y con señalización en amhárico. Como no entendíamos el funcionamiento y queríamos probar si nos guardaban gentilmente las mochilas, nos hicimos los despistados (no era complicado pretender serlo) y preguntamos qué opciones habían.

Entre el parco inglés de los recepcionistas y lo surrealista del lugar, acabamos por concluir que, como mucho, nos podíamos dar un baño en un espacio privado para los tres. De las cuatro categorías (de 1ª a 4ª) escogimos la superior, que costaba 84 birrs por los tres (algo más de 3 euros), en baños de primera clase, con exclusividad. Nos dieron tres jabones hidratantes y nos mostraron el camino a primera clase.

Allí el encargado iba anotando el orden de llegada. 45 minutos de baño. Ni más ni menos. Llamados por riguroso orden. Algunos iban en familia, otros en parejita y otros de forma individual. Tras esperar cosa de 20 minutos nos dieron el baño número 14.

Cuando entramos nos dio la risa. Ni fuentes termales, ni baños terapéuticos, ni salsas en vinagre. El gresite se caía a trozos, los azulejos de ambulatorio atacaban desde sus posiciones y las dos bañeras tamaño king size no eran de lo más evocador. Los grifos funcionaban a golpes (girar la maneta no era suficiente para pararlos, las gomas estaban caducadas), el tubo de la ducha más que maltrecho estaba afónico y sufría de traqueotomía extrema. Una pena, si señor. Y, en cuanto a lo de termales, sospecho que los camiones de gasóleo que estaban a la entrada tenían algo que ver. Resumiendo: la gente acudía al lugar a darse una ducha, un baño o a disfrutar del agua caliente que en casa tienen vetada.



Al menos nos iríamos limpios y relucientes al avión.



Dado que no logramos convencer a nadie para que nos cuidara las mochilas, nos fuimos al cercano hotel Ras, que al menos tenía un internet, una cafetería un cierta animación alrededor. Aprovechamos para disfrutar de nuestros últimos cafés, del magnífico"peanut tea" (es como beber cacahuete - ¡impresionante!) y de nuestra última cena.

El taxi al aeropuerto nos costó una décima parte que a la ida (ya se sabe, novatadas) y con más de tres horas por delante nos acoplamos en los cómodos sofás de las puertas de embarque. Tenía un aspecto muy diferente al que vimos en nuestra llegada, animado, lleno de gente e inundado por lo que parecía una convención de mujeres musulmanas. Cientos de ellas se agolpaban por doquier en cualquier esquina. ¿Destino? Entendimos que Riyadh pero nos intrigó un número tan elevado y con tal organización.

Con puntualidad, cansancio y olor a jabón (termal o no), emprendimos nuestro camino de vuelta a casa. Adiós, Etipía; Salam, España.


jueves, 4 de abril de 2013

Dessie la Fea en April Fools' Day

África es sorprendente y, como no, imprevista y difícil de calificar a veces. Nos deja estupefactos por igual por su sencillez y carisma, a la vez que nos abre la boca porque la encontramos simplemente incompresible. Sea como fuere, nunca deja de sorprender. Y Etiopía no iba a ser menos.

Levantarse a sabiendas de que se acabó lo bueno y vuelves de nuevo a la "lucha" no es sencillo, pero era un último tramo, un empujoncito final. Con el pan recién hecho y esa miel que se corta con cuchillo se hacía un pelín más fácil. Ya recogido el campamento, nos despedimos ceremoniosamente de toda la comunidad y emprendimos nuestro último tramo hasta Gashena. Allí nos esperaba el caos, ese cruce inevitable de caminos donde se unen los viajeros, los ociosos, los curiosos, los amigos de lo ajeno, los mafiosos y los perdidos. Buscábamos algo que nos llevara hacia el sur, haciendo el camino hacia Addis más llevadero. 

Apareció el típico negociante, el "broker" local para negociar una tarifa que, de partida, era de "faranji". Le regateamos y al final pudimos dejar en 400 birrs lo que inicialmente eran 500 y sabíamos que no saldría por menos de 300. Teníamos ganas de dejar de dar vueltas y, de esa forma, también liberábamos a Teshale de tener que cuidarnos y velar por nosotros hasta que llegara el siguiente "gualtrapas" a chulearnos. Nos despedimos con pena y un abrazo demoledor y subimos al minibús. Como suele ocurrir y, dado que habíamos exigido tres asientos en el frente (por ese precio al menos tenemos derecho a reclamar), el broker tiró a tres personas, recolocó a los demás y nos buscó el espacio que necesitábamos. NO... No os creáis que es por educación o porque les caímos bien. Es una transacción puramente monetaria. Nosotros pagamos más (nos obligan la mayor parte del tiempo) y el resto no son tan interesantes. Así es como funciona Etiopía. 

Nos habían dicho que eran 3 horas. Otros que 5 o 6. Lo que resolvimos es que al final pasábamos por Woldia, donde nos tocó cambiar de minibús pero, graciosamente, nos respetaron los sitios. Eso sí, la fila de 3 se expandió a 4. El trayecto hasta Woldia ya lo habíamos hecho unos días antes, pero las dos horas de más hasta Dessie nos sorprendieron de nuevo por su lozanía y verdor. Más fresco se volvió aún el ambiente cuando el conductor paró para que los pasajeros compraran manojos de chat recién cortado. El espacio interior olía a hierba recién segada. Y nuestros compañeros mostraban un aspecto cuanto menos más relajado.

Llegamos a Dessie cerca de las 15. No teníamos oportunidad de enlazar con Addis salvo con la opción de otro minibús. Confieso que a ninguno nos atraía demasiado meternos en esos ataudes rodantes tras la caída del sol. 400 kms significan unas 8 horas, lo que se alargaba demasiado y nuestro cuerpo necesitaba poca tralla.

Nos alojamos en el hotel más cercano a la estación, donde acudimos a comprar el billete para la mañana siguiente. Ya no quedaba "1st level" con lo que nos conformamos con pagar 111 birrs por cabeza para aguantar el traqueteo de un bus más desvencijado. 

Duchados y tras rascar la capa tras la cual nos escondíamos (después de días sin ver nuestro reflejo ¡fue emocionante reconocer nuestros rostros!), nos acercamos a comer algo a una terracita muy apetecible. Desde allí me pareció divisar en medio de la avenida principal (Dessie es uno de los mayores núcleos de transporte del norte de Etiopía pero es francamente fea), en medio de los dos carriles del lado izquierdo, un resto de un animal aparentemente atropellado.

Mulo, burro, cabra o perro considerable, nos tenía francamente intrigados, pero tampoco alcanzábamos a entender por qué no lo retiraban de la vía.

En una segunda y más fija mirada, nos dimos cuenta de que no era un animal, sino una persona, dado que veíamos el perfil de su cabeza y el dibujo de sus pies contra la carretera. El choque fue más fuerte aún, pues seguíamos sin entender que, si estaba herido, nadie se lo llevase pero, si estaba muerto, lo dejaran ahí tirado hasta su descomposición. Miguel, tan formal y acostumbrado a estas lides, abocaba porque estaban esperando al juez para el levantamiento. De momento, el cuerpo estaba balizado con unas rocas para no ser atropellado por ningún vehículo.

Impresionante.

Pero, en otra mirada más aguda, nos dimos cuenta de que había cambiado la posición. Eso ya resultaba más que intrigante. Curioso resulta también que le preguntamos al camarero por lo que estaba pasando pero él negaba ver nada ni nadie tirado en el suelo. "¿Dónde? Yo no veo nada, no sé a qué os referís". Tal vez - dedujimos- se trataba de algún hechizo, porque nosotros parecíamos los únicos que se daban cuenta. ¿Sería un programa de camara oculta? ¿Respondía al hecho de que era April Fools' Day? (el día de los Inocentes versión anglosajona)

Movidos por la curiosidad, nos acercamos a ver qué pasaba. Lo obvio era que había un tipo totalmente desnudo tirado en medio de la calzada. Se movía con pesadez y lentitud, de hecho no cambiaba apenas de postura, pero tenía vida. Unos paisanos que nos vieron mirar con total estupefacción nos dijeron que "crazy" y, reconozco que no sé quién está peor, si el loco de turno que se tira a hacer la siesta en medio de la carretera con más tráfico de todo el país, o todos los demás que le dejan campar tan tranquilamente y descansar sin interrupción alguna. 


No hay nada como una tranquila siesta vespertina

Al cabo de unos minutos cayó una tormenta vespertina. Debió ser aliciente para retirarse, porque cuando pasamos a la vuelta ya no estaba allí. Imagino que el asfalto resulta acogedor y cálido, pero sestear en una vía donde pasan cientos de vehículos por hora no me resulta-a mi personalmente- de lo más atractivo.

La tarde voló entre cafés, cartas, charlas y alguna conexión. Nuestro amigo del restaurante siguió trayéndonos el menú en amhárico porque, aunque no entendíamos nada, insistía que los precios eran más económicos que en la versión en inglés. Pedir a ciegas siempre tiene su emoción y acabamos con una pizza de atún y champiñones que no estaba nada mal. Menos peligro que la ruleta rusa y entusiasmo cuando ves que has acertado en el plato y te lo puedes comer.

Limpitos y con ganas de descansar, nos recogimos moderadamente pronto para prepararnos para nuestra jornada final.



martes, 2 de abril de 2013

Trekking en Mesket Escarpment. Una verdadera delicia.

Tal vez pueda sonar algo hiperbolico decir que los tres dias de trekking han sido el punto estrella final de nuestro viaje y la guinda del pastel, pero realmente han sido unas horas de paz, tranquilidad y belleza extrema que nos han tenido extasiados y alucinados.
Vecinos
Cuando acudimos a la oficina de TESFA nos lo pusieron todo muy facil. La verdad es que la experiencia que han adquirido en los casi 10 anyos que llevan funcionando se nota desde la distancia. A pesar de que las oficinas son parcas y que la conversacion la tuvimos que mantener a gritos tratando de obviar el camion que resonaba como fondo intentando arrancar, y que los mapas son fotocopias muy parcas con borrosa informacion. Fundada inicialmente por un par de ONGs (entre ellas Save the Children y la embajada holandesa), TESFA intenta promover el desarrollo sostenible de las pequenyas comunidades rurales, dandoles una alternativa a los cultivos agricolas, que a menudo sufren caprichos del destino.


Cogiendo agua
Desayunamos en el Kedemt, el cafe de nuestra amiga. Areia se despidio de Julie que acababa de tomar su te en el interior del local. Betty aparecio tambien para despedirse y nos dio mucha pena decirle que no la volveriamos a ver. Se quedo tremendamente despagada. 

A las 10 habiamos quedado en que nos vendrian a recoger. Puntualmente el chofer aparecio con un estupendo Land Rover clasico y nos llevo camino a la oficina, donde recogimos al que seria nuestro guia para esos dias, un chaval estupendo llamado Teshale con quien hemos trabado una buena amistad. 

Deshicimos el camino que dos dias atras sufrimos en nuestras carnes como borregos en procesion pascuera en exactamente la mitad de tiempo: una hora y media. Pasamos por el pueblo de nuestras desdichas, Gashena, y nos dirigimos al punto de comienzo de la que iba a ser una caminata de tres dias, cubriendo 50 kms. 


Nuestro primer campamento

Mesket Escarpment es un termino geologico que todavia estoy tratando de ubicar (si alguien lo sabe, que me lo diga!!!), pero vendria a ser un cortado, el borde o precipicio que supone el final de una inmensa meseta, un altisimo altiplano como es el del norte de Etiopia. Todo nuestro viaje ha transcurrido por encima de los 2.400 metros (la altitud de Addis) y en estos ultimos dias hemos caminado entre los 2.800 y 3.000 (vamos, que tenemos el hematocrito bien alimentado). A unos 60 kms de Lalibela transcurre este fenomeno de la naturaleza que es espectacular, puesto que supone caminar constantemante casi al borde de un precipicio con unas vistas que quitan el hipo.

Al llegar al punto de comienzo conocimos a nuestros companyeros de viaje, dos familias noruegas, Martha y Thomas con sus tres hijos (Mathias, de 12, Marcus, de 10 y Hannah de 6) y Doug y Elizabeth con sus dos criaturas, Iris de 10 y Sebastian de 8. Areia estaba encantada de tener 5 ninyos con los que jugar despues de dos semanas aguantando estoicamente a sus padres y dejando atras las amigas del camino. 


Encuentros con niños por todo el camino

Nuestras mochilas iban bien falcadas a lomos de 5 preciosos burros, que iban cambiandose a medida que avanzabamos por el camino. No se hace esto solo por el bien de las criaturas (pobrecillas mias la verdad es que llevan una vida un tanto dura) sino porque de esa manera varias comunidades tambien pueden beneficiarse del dinero del transporte. Los noruegos quisieron alquilar tambien un par de caballos (mas bien mulos) por si sus retonyos se agotaban en algun monentos. Engalanados cual feria de Sevilla, aparecieron de tal palo y empezaron a cargar desde el primer momento a los mocitos. Areia probo un par de turnos, pero le dijimos que, una vez conocido el movimiento del cuadrupedo, tenia que volver a usar sus dos largas patas y dejar el ocio para los nordicos. 
Amiiiggguuuusss
El primer dia fueron 12 kilometros. Unas 3 horas. Cuando llegamos al campamento donde pasariamos la noche nos quedamos simplemente idiotizados. Maequat Mariam, a 2.800 metros, es una de las vistas mas impresionantes que he visto en mis casi 43 anyos (y creo que he visto unas cuantas). Casi 250 grados de vista, y en cualquier rincon, fueras donde fueras, el horizonte no llegaba a vislumbrarse. Decenas de cadenas de montanyas, unas tras otras, con diferentes colores y sombras, apenas un par de tukules o cabanyas salpicaban el paisaje totalmente salvaje. No podiamos parar de mirarlo y de intentar plasmarlo en una pequenya pantalla. Por muchas fotos que tomaramos, la grandeza desde aquel punto de mira era inenarrable. 


Vista desde el cuarto de baño. Inspiración pura.

Anonadados durante largo tiempo, Teshale nos llamo para tomar un te con unos crepes al estilo etiope. Pareciamos ninyos excitados corriendo de una esquina a otra, mirando tras un arbol, subiendo a otra piedra o yendonos un poco mas a la derecha o a la izquierda. Debo decir que Maequat Mariam tiene el vater con mejores vistas que he conocido. Aparte de ser ecologico y separar la urina de las heces (un metodo que todavia no alcanzo a entender pero que esta establecido en todos los banyos). Ademas han tenido la deferencia de dejar la puerta hacia la parte con vistas. Eso es inspiracion y lo demas son cuentos.

Para acabar de dejarnos boquiabiertos, nos mostraron nuestro tukul. Una inmensa cabanya circular dividida por un casero paraban que compartimos con la familia de 4. Nuestra parte tenia una cama doble y una individual, a cual mas cuca y comoda. 
Más felices,¡ imposible!

Y, para rematar, una fantastica cena. Una sopa casera seguida por un arroz (totalmente en su punto) con salsas de vegetales. Todo bajo la luz del fuego (lo cual ayudaba a Areia a comerse todo saboreando el estupendo gusto pero sin ver la cantidad de verduras- todo ello- que tenia el plato).

TESFA da formacion tanto al manager del campamento como a las cocineras, y les ensenya a cocinar al estilo occidental usando ingredientes propios. El trabajo que han hecho es estupendo y hasta el pan que cocinan con carinyo al fuego sabe a gloria celestial. 


Cenita rica con fuego de campamento

Amanecer

Todo el mundo se plego pronto, incluso nosotros acostamos a Areia, pero no pudimos resistir salir fuera a contemplar el increible panyo de estrellas que nos cubria. Nos quedamos extasiados reconociendo las pocas constelaciones que conocemos, contando estrellas fugaces y tratando de fijar en nuestra retina la tormenta electrica que sucedia en la zona este de nuestro campamento. Los rayos se veian dibujados sobre el fondo negro y, de vez en cuando, la luz iluminaba por completo ese pequenyo rincon. Al cabo de un rato surgio la luna llena, que encendio el cielo y atenuo la via lactea. Era imposible no quedar embelesado.


Desayuno con vistas

El segundo dia fue el trayecto mas largo, 22 kilometros. Lo estupendo del trekking es que transcurre casi todo el rato en la misma altitud, con lo que se hace ligero y facilon. Cada uno ibamos a nuestra marcha. A veces Miguel y yo al unisono, otras me ponia a charlar con Teshale, otras con Martha y Thomas (con quien hice mejores migas, ademas de coincidir en el mundo de recursos humanos) y otras acompanyando a Areia, quien de vez en cuando descansaba de escuchar acentos nordicos y venia en busca de rescate. 





Altos en el camino
El camino no siempre discurre al borde del "abismo", sino que atraviesa pueblos, aldeillas y campos de cultivos. Constantemente aparecen ninyos de la nada pegando gritos, viniendo a saludar y encantados de verse en las fotos. Es un transcurrir constante por su vida diaria, por su durisima rutina, por donde nosotros, los faranji a paso tranquilo, interrumpimos con nuestra mejor sonrisa y nos alegramos en el fondo de tener nuestra vida. 



Las comidas las hicimos siempre en lugares tambien con situacion privilegiada, al borde del "escarpment". A cada cual mejor. El mediodia nos traia siempre una injera con diferentes salsas, tambien taimadas y domadas para gustar al occidental. Para chuparse los dedos todas. 


La segunda noche la pasamos en Wajiha, a 2.900. En este caso el paisaje era muy distinto, totalmente antropizado y cerca de una pequenya aldea. Se podian escuchar los gritos de los ninyos, los mugidos de las vacas y el cacareo de los gallos. Mientras nos recuperabamos con una pizza etiope y unos curiosos chips para merendar, observabamos atonitos la pelea en pleno aire de un cuervo y una rapaz, luchando por ganar territorio. Los babuinos del vecindario no nos vinieron esa tarde a saludar, pero no nos falto diversion para pasar el rato. 


Nuestro segundo campamento
El ultimo dia teniamos una jornada de 16 kilometros. Con los desayunos que nos servian era imposible no salir saltando. Una inmensa sarten de huevos revueltos y unos fantasticos pancakes con miel casera (me la comeria a cucharadas de lo estupenda que esta), todo regado con te y cafe etiopes. Una delicia.


Estado de mis pies (bajo calcetines y zapatillas)

 
Areia notaba el cansancio en el tercer dia. Tambien hacia mas calor y el camino carecia del resguardo de sombra de las previas jornadas. Los noruegos nos acompanyaron durante la comida y nos dejaron en el campamento, Aterow, esta vez a 3.060 metros. Cada tarde, con la caida del sol, comenzaba a soplar el viento. Pudimos sacar nuestros forros polares y dar cuenta de ellos tras pasearlos por toda Etiopia. Esa noche, ya tranquilos y sin mas companyia que Teshale y los lugarenyos, aprovechamos para ensenyarle a jugar al domino y charlar con mas tranquilidad y permitirnos una intimidad mas divertida. La rutina de extasiarnos ante las estrellas era inevitable y pareciamos dos catetos habiendo recien descubiertos cosas brillantes en el cielo. 



El domingo noche nos fuimos a dormir con el cuerpo cansado pero la sonrisa dibujada de oreja a oreja (al igual que el escote de la camiseta!), con pocas ganas de abandonar aquel entorno de total paz, acostumbrados en tan poco tiempo a la dulce vida de las cosas faciles (que rapido se acostumbra uno a lo bueno) y solo echando de menos una pasadita por agua. Todos los dias teniamos el "aguamanos" calentito antes de las comidas, pero yo me hubiera echado la jarra por encima en mas de una ocasion. Estabamos totalmente camuflados con el paisaje y la ropa habia perdido su color original por un marron rojizo indefinido. Aun asi, hubieramos alargado unos dias mas nuestro camuflaje etiope en pos de tanta y tanta emocion y vida.


Un fantástico desayuno





¿Qué toca hoy?

¿Qué toca hoy?
Lo que nos depare el día (por cierto, ¡son de verdad!)